Cuando los formatos de películas (cintas, discos compactos, conexión satelital, empresas distribuidoras) se hicieron asequibles a las personas, se pensaba que el cine –sala de butacas, pantalla y sonido envolvente–, desaparecería; pero el cine permanece.

Otro tanto se dice del libro, que desaparecerá por la presencia de lo digital; sin embargo, esta condición ha permitido la distribución, difusión de libros electrónicos “a mayor escala” y en un tiempo vertiginoso.

El libro físico con su tapa, contratapa, lomo, que usted puede llevar en la mano, lo puede oler y dejar su huella manuscrita ¿ha desaparecido?

 

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Es cierto que la circulación de conocimientos por las redes informáticas ha supuesto nuevos vínculos, así como nuevas condiciones en la dinámica de la economía, por cuanto el libro como objeto es susceptible de ser ofertado, comprado… en ciertos casos se convierte en una mercancía más en las relaciones sociales a partir de la interconectividad y las posibilidades de intercambio.

Ahora bien, lo que se instaura en el mundo cibernético es la deslocalización material o física de las situaciones de aprendizaje y un crecimiento exponencial de los espacios virtuales destinados a la lectura, una hegemonía de lo audiovisual-cibernético, una preeminencia de la imagen.

 

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¿Nuevos modos de leer?

Algunos autores consideran que la experiencia de la lectura de textos es distinta si de trata de escritos en papel o en la pantalla, sea de un móvil o una computadora.  Para Chartier, especialista en historia de la lectura, se abre un nuevo espacio de lectura y escritura desde los nuevos formatos, se inventan nuevas prácticas de lectura, se atribuye un nuevo contenido a las antiguas, sin que la práctica de leer un libro como objeto físico desaparezca, pues ofrece espacio para la tranquilidad, la reflexión detenida, la concentración.

 

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Correspondería a la actitud de contemplación, que el filósofo surcoreano Byung-Chul Han desarrolló en la “Pedagogía del mirar”: aprender a mirar, a pensar, a hablar y a escribir.

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Aprender a mirar de forma pausada y hacia el horizonte, mirar de esta forma requiere quietud, saborear el paso de las horas, quedarse con lo permanente y no con lo fugaz.

Esta pedagogía de Han, podría ilustrar los modos de leer tanto en físico como en digital. La lectura del libro físico provee su degustación parsimoniosa, de izquierda a derecha, aunque se podría imponer un ritmo rápido, no hay un mecanismo dentro del mismo libro que desvíe la atención, solo la imaginación hace presencia.

La lectura en el soporte líquido o digital en línea, supone rapidez, hiperactividad, asaltos de hipervínculos, zapping, intrusiones publicitarias, conexión a internet, la tentación de navegar en la web sin descanso, de seguir la sintaxis icónica.

 

¿El papel de la escuela, de la universidad en este panorama?

En estos momentos, niños y jóvenes se encuentran en medio de incesantes flujos de información, en especial de imágenes, tienen una percepción del espacio y del tiempo de forma holo-gramática, gustan de lo efímero y de la velocidad.

Estos modos de leer en el contexto de la hiperactividad exigen nuevos modelos de pensamiento, tanto de los docentes como de los estudiantes, y una nueva concepción de lo que se conoce como cultura escrita, lo cual dará origen a nuevas políticas y prácticas educativas.

La simultaneidad de procesos y soportes de lectura y escritura debe generar prácticas discursivas recurrentes en la escuela. La cultura escrita estaría conformada por los comportamientos, soportes, fuentes de información, sonidos, imágenes, virtualidad. En consecuencia, nociones como lectura, leer y lector, habrían de modificarse, así como se transformaron del Medioevo a la Modernidad.

 

 

La escuela, el liceo y los centros de estudios universitarios tendrían que plantearse una profunda reorganización de la mediación con la cultura escrita, con la transformación de los modos de leer, de acceder a la pluralidad de textos –oral, audiovisual, visual, telemático, impreso– que hoy circulan.

No se trata de sustituir formatos o soportes, se trata de hacer conciencia sobre los modos de leer, saber para qué, por qué y cómo leemos un libro físico y las formas de cómo leer y por qué en soporte digital o en línea.

 

¿Muerte del libro?, ¿libros “usados”?, ¿libros en adopción?

Esta propuesta de distinguir los modos de leer podría tranquilizar a quienes se angustian por la muerte del libro, aunque cada día se fomenta más y más la lectura del libro físico, la edición, publicación, venta, hay más ferias de libros en todo el mundo, en Venezuela se celebran ferias en universidades, comunidades, y las estatales (aunque pudiera haber más).

También para aquellas personas que, sin pensarlo dos veces o por alguna circunstancia, “salen” de cajas de libros, bien las donan a bibliotecas comunitarias, bien las venden como “libros usados” (creo que ese adjetivo no va con el sustantivo, podrían denominarse libros en adopción, libros en busca de refugio, en busca de lectores) o tristemente van a parar a lugares de reciclaje.

 

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Haciendo un poco de memoria, las bibliotecas públicas eran espacios de lectura donde las personas pasaban horas y horas en comunión, en silencio, en estado de escucha con los libros y los bibliotecarios, espacios para la mirada larga y pausada, ¿continúan las bibliotecas en esa atmósfera de intimidad? ¿Cuántas bibliotecas continúan abiertas y cumpliendo su misión?  ¿Habrán sido víctimas del pensamiento pragmatista de darle crédito al rumor de la preeminencia de lo digital?

Imagino las bibliotecas como centros culturales en feliz convivencia con dispositivos electrónicos, con usos simultáneos del papel y la virtualidad, atendidas por personas formadas y convencidas de la “Pedagogía del mirar”, educadas en los modos de leer, en la temporalidad, en las necesidades de los usuarios.

 

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Ya no serían depósitos de libros que molestan, incomodan, obstaculizan el paso, como trastos viejos, olvidados… allí sí radica la muerte del libro, muere a lo interno, en una biblioteca no atendida, cerrada.  Decimos con Borges, el libro es la extensión de la memoria.

 

 

Como colofón, quiero compartir la triste noticia de la pérdida de cantidades de libros de la Universidad de Carabobo que perecieron por causa de una inundación ¿o negligencia? Entre esos, varios ejemplares de mi autoría. ¿Cómo vamos a recuperar la pertinencia académica, científica y social si no se resguardan las publicaciones, libros y revistas? Los repositorios o bibliotecas virtuales no albergan toda la producción editorial de décadas.

Por último, los invito a leer o imaginar el poder de los libros en ese video de 15 minutos…

 

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María Auxiliadora Castillo Espinoza (Valencia, Carabobo) es docente e investigadora de la Universidad de Carabobo (UC). Exrectora de la Universidad Politécnica Territorial de Valencia. Comunicadora social y productora y conductora del programa radial Verdiras y Mentades (RNV Región Central 90.5 FM).

Magister en Investigación Educativa y estudios de Postgrado en Lingüística; Doctora en Educación por la Universidad de Carabobo, ha llevado a cabo estudios postdoctorales en investigación y Especialización en Gerencia Pública.

 

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