La educación es un acto intencional, en especial para los protagonistas, llámese sujeto –alguien desea ser ingeniero agrónomo–, la familia –desea que sus hijos se gradúen–, la comunidad –necesita profesionales de acción o sentir social–, el sistema educativo o Estado –requiere desarrollo–; como vemos, implica la fijación de metas en un horizonte venidero con respecto al mundo aprendiente.

Entre los diferentes discursos que se acrisolan en lo educativo como entidad social fundamental, tenemos el discurso escrito para ser leído/comprendido, el discurso oral y la discursividad simbólica, todos ellos imbuidos en la dinámica de las interacciones socioeducativas.

Es de destacar que Paulo Freire (1) nos señala que la lectura persigue dos fines: la comprensión y la aprehensión del mundo para lograr la liberación de la vida: “La lectura del mundo precede a la lectura de la palabra, de allí que la posterior lectura de esta, no pueda prescindir de la anterior lectura de aquél”.

Uno de los fines de la educación con respecto a la lectura, es que el acto de leer proporciona conocimiento, discernimiento, conciencia y provee recursos para escribir. El conocimiento se atesora de forma escrita, el saber científico, filosófico, cultural.

En estos tiempos, los soportes digitales y las entidades virtuales reciben, almacenan, hasta transforman contenidos en diferentes formas: audiovisuales, icónicos, dimensionales, realidad aumentada, inteligencia artificial. Sin embargo, el sistema lingüístico, las lenguas, están allí y siempre habrá quien necesite descifrarlos, comprenderlos y hasta transformarlos, es decir, leerlos en un sentido muy amplio.

 

Breve historia del lector calificado, independiente, autónomo, crítico, creativo

El discurso educativo venezolano, reflejado en los programas y demás normativas curriculares, ha denominado al lector en correspondencia con cada modelo, etapa o política educativa como calificado, independiente, autónomo, crítico, creativo, transformador (2).

El lector calificado de la década de los setenta, funcionó como una suerte de calco semántico, tomado de la terminología industrial; tal calificación era una distinción dada, un sello para dar un resultado o producto, pasando por el adiestramiento y la capacitación. La adjetivación de independiente, se entiende como reacción a la concepción anterior, según la cual el estudiante se limitaba a leer lo que el maestro le indicaba en la mesa de “pasar la lectura”.

Sin embargo, en la década de los ochenta, se hablaba de habilidad, destreza y adquisición para obtener, organizar y reproducir información, asumiendo una posición pasiva, la información depende del texto y no del sujeto que lee. Más bien es un lector codependiente.

También se denomina crítico y creativo. Un lector crítico debe dialogar con el texto, dejar espacio para la duda y los propios criterios. En cuanto al lector creativo, ¿qué crea para ser considerado como tal? Una pregunta difícil de contestar, y más a partir de las actividades de extracción de la información que se indican.

En los años noventa se sigue en la línea de lector autónomo, crítico y creativo. La calificación de autónomo no difiere de independiente. Años antes de la puesta en marcha del Currículo Básico Nacional, se implementó el Plan Lector de Cajas Viajeras, estas cajas contenían un número de ejemplares de determinados libros seleccionados por expertos, conformando así un repertorio autorizado con la venia de interesadas empresas editoriales, emparentadas con mercados españoles, se entiende que sin la participación del lector en la selección y mucho menos de los docentes.

Las actividades secuenciadas en las guías de lectura, revelaban un orden de acuerdo con una lógica externa y no con la lógica del lector, contrario a lo propuesto por Daniel Pennac en su Decálogo sobre los Derechos del lector (3). En el caso de las estimaciones de desempeño, el escritor y maestro Arnaldo Jiménez nos habla ciertamente de las perversidades de las evaluaciones (4).

 

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El lector transformador

El Plan Nacional de Lectura (2002-2012) expresa que la aspiración es la formación de un lector autónomo y crítico, se le suma un nuevo rasgo: el lector transformador. Algunos postulados de este plan abrevan en la Colección Bicentenario, proyecto educativo de publicaciones de libros de texto para la educación primaria y secundaria llevado a cabo por el Ministerio del Poder Popular para la Educación en el año 2011, con bases pedagógicas bolivarianas, constructivistas, para lograr aprendizajes significativos, contextualizados y con amplio respeto por los procesos cognitivos, sociales, culturales de niños, niñas y jóvenes.

Tomando como base el estudio sobre las concepciones teóricas sobre la lectura en el libro de texto El Cardenalito (5) y también investigaciones sobre el Proyecto Educativo Canaima (6),   se considera que la lectura es concebida no desde la perspectiva reduccionista de una habilidad sino como un proceso interactivo (lector-texto; texto-lector) y transaccional (cada experiencia de lectura es diferente), en el cual los componentes cognitivos, afectivos, culturales –incluidos los cibernéticos– asociados al  lector/lectora están presentes en cada experiencia con el texto escrito,  y median la construcción de significados y sentidos. También puede notarse la estrecha vinculación con el enfoque experiencial y comunitario de la lectura.

El aprendizaje de la lectura SURversiva, que apunte a la formación de lectores críticos, capaces de comprender, transformarse y transformar las realidades: mientras más amplitud de pensamiento, dada por el manejo de un código, un habla, una lengua, más significados, mayores posibilidades de crecimiento y de liberación.

Leer es un acto de resistencia ante la avalancha de la industria de las telecomunicaciones, nos dice Irene Vallejo; es un acto peligroso para quienes desean que permanezca el velo para la dominación y el engaño. Es un acto político desde el sur global.

Esto me recuerda a tres grandes lectores, nuestro Simón Bolívar en la Carta de Jamaica “El velo se ha rasgado, hemos visto la luz y se nos quiere volver a las tinieblas: se han roto las cadenas…”; Francisco de Miranda “el americano más universal”; y el de la frase «Leer, leer y leer, consigna de todos los días. Lectura para la conciencia”, Hugo Rafael Chávez Frías.

 

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Bibliografía:

  1. Freire, Paulo. (2014) La importancia del acto de leer. El perro y la rana.
  2. Castillo, M. A. El lector como finalidad educativa en el sistema educativo venezolano. CDCH-UC / Universidad de Concepción udec.cl
  3. Pennac, Daniel. Derechos del lector. Cedie.neuquen.edu.ar
  4. Jiménez, Arnaldo. Evaluaciones perversas. www.ciudadvalencia.com.ve
  5. Castillo, M. A. y Porras, W. (2013). Análisis de la concepción de lectura y escritura en el libro de texto El Cardenalito. Ponencia presentada en el Congreso Internacional Pedagogía.2013. La Habana, Cuba.
  6. Porras, W. y Castillo, M. A. (2011). Mi Canaima: una nave emancipadora de integración y soberanía en la educación bolivariana. www.arje.bc.edu.ve

 

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María Auxiliadora Castillo Espinoza (Valencia, Carabobo) es docente e investigadora de la Universidad de Carabobo (UC). Exrectora de la Universidad Politécnica Territorial de Valencia. Comunicadora social y productora y conductora del programa radial Verdiras y Mentades (RNV Región Central 90.5 FM).

Magister en Investigación Educativa y estudios de Postgrado en Lingüística; Doctora en Educación por la Universidad de Carabobo, ha llevado a cabo estudios postdoctorales en investigación y Especialización en Gerencia Pública.

 

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