La planta insolente

Amigas y amigos, constructores de sueños, forjadores de esperanzas. Un aspecto que destaca cuando se revisan los procesos históricos que han conducido a la conformación de eso que Immanuel Wallerstein llamó Sistema Mundo— aludiendo al complejo y entramado proceso de relaciones económicas determinado por una división internacional del trabajo, orientada por concepciones políticas sobre la economía y el mercado— es que todas las guerras habidas desde que se tiene conocimiento de tales, han tenido como motivación aspectos de carácter económico: para dominar territorios, saquear tesoros, cobrar tributos, esclavizar mano de obra, imponer gobiernos serviles, entre otros aspectos.

Lo anterior contribuye para comprender y valorar mejor la actitud nacionalista asumida por el presidente Cipriano Castro ante la agresión imperialista perpetrada contra la patria en 1902. Su valiente actitud en defensa de la soberanía nacional, le valió la anatematización de los gobiernos imperiales de la época y el escarnio de la prensa mundial entonces.

Ciento veintitrés años después, nuevas agresiones imperiales contra la patria se perpetran bajo distintas narrativas, pero el objetivo final continúa siendo el mismo: el control de los inmensos recursos económicos que posee Venezuela.

 

Actitud nacionalista

Las potencias europeas: los imperio austrohúngaro, otomano, prusiano, zarista, británico, junto a naciones como Francia habían entablado desde finales del siglo XIX una férrea disputa por el control geopolítico mundial– un proceso impulsado por el acelerado proceso de cambios tecnológicos ocurridos entre el último tercio del siglo XIX y las primeras décadas del XX– cuyo propósito final era el control de vastos territorios capaces de asegurar la provisión de materia prima (hierro y carbón) fundamentales para el funcionamiento del complejo industrial del momento.

Grosso modo, lo que los imperios no pudieron resolver por medios políticos terminaron haciéndolo por los bélicos. La Primera Guerra Mundial fue la agudización de las contradicciones que sostuvieron estos imperios por el control hegemónico mundial, uno de cuyos resultados más notorios fue el surgimiento de un nuevo mapa geopolítico en Europa y de nuevos polos de poder, los dos más resaltantes: Estados Unidos de Norteamérica y lo que posteriormente sería la Unión de Repúblicas Socialistas Soviética (URSS).

Es en este contexto que cobra mayor relevancia la actitud nacionalista asumida por el presidente Cipriano Castro el 9 de diciembre de 1902. La posición geopolítica de país, con una amplia fachada atlántica y caribeña, con ríos navegables desde el territorio Esequibo que se interconectan en una importante red fluvial que brinda comunicación interna al continente suramericano, aunado a los importantes yacimientos de oro existentes en el estado Bolívar; convertían a Venezuela en objetivo militar de la disputa geopolítica mundial. Es en este escenario que puede comprenderse la írrita sentencia del Laudo Arbitral de París de 1899.

La planta insolente

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La planta insolente

Las potencias de entonces buscaron una excusa para perpetrar la agresión militar contra la patria. Aprovecharon la difícil situación interna: un Estado sin recursos económicos para hacer frente a los compromisos de la administración pública; con una economía agropecuaria muy debilitada con poca capacidad de competencia en el marcado internacional; con un ejército incapaz de responder con éxito la agresión imperial; con una situación política interna de confrontación, primero con la Revolución Liberal Restauradora de 1899 que llevó a Castro a la presidencia de la República y luego con la Revolución Libertadora promovida por la oligarquía económica junto a los restos del caudillismo decimonónico financiados por el capital transnacional.

En ese escenario de profunda crisis, el presidente Cipriano Castro levantó las banderas de la soberanía nacional y convocó a la unidad nacional para defender de la patria. Un llamado que fue atendido hasta por un pacifista como el Dr. José Gregorio Hernández.

 

El sol de Carabobo ilumina el horizonte

Fue en medio de este cuadro de crisis fiscal, financiera y política que los imperios británico y alemán, poniendo como excusa el incumplimiento de los compromisos de deuda contraídos con esas naciones y alegando daños contra el patrimonio de algunos de sus ciudadanos en el país, luego de una serie de amenazas, emprendieron acciones militares en las costas venezolanas.

La agresión militar produjo la valiente respuesta del gobierno nacional. El presidente Cipriano Castro en una memorable proclama convocó a defender la soberanía y la independencia: “Venezolanos: La planta insolente del Extranjero ha profanado el sagrado suelo de la Patria”; comenzaba afirmando el histórico mensaje.

Tomó medidas adicionales: otorgó libertad a prisioneros  – incluido el principal opositor a su gobierno, José Manuel (el mocho) Hernández — y puso a la orden su investidura de presidente. Denunció lo injusto, ilegal y arbitrario de la agresión y recordó el carácter del que estaba hecho el pueblo venezolano:

“El sol de Carabobo vuelve a iluminar los horizontes de la Patria y de sus resplandores surgirán temeridades como la de las Queseras del medio, sacrificios como el de Ricaurte, asombros como el de Pantano de Vargas, heroísmos como el de Ribas y héroes como los que forman la Constelación de nuestra grande Epopeya. Hoy por una feliz coincidencia conmemoramos la fecha clásica de la gran Batalla decisiva de la Libertad Sudamericana, la batalla de Ayacucho, hagamos votos porque nuevos Sucres vengan a ilustrar las gloriosas páginas de nuestra Historia Patria”.

Hace ciento veintitrés años Alemania, Inglaterra, Holanda e Italia esgrimieron como excusa la negativa del gobierno a cancelar deudas contraídas, creando una narrativa que propició la agresión.

Hoy se recurre al mismo expediente, la creación de falsas narrativas que justifiquen una agresión militar directa contra Venezuela: el Tren de Aragua, el Cartel de los Soles, alianzas con grupos terroristas; matrices mediáticas carentes de toda veracidad. En el fondo se trata de una acción imperialista amparada en la reedición de la doctrina Monroe en el contexto del siglo XIX.

Entre tanto, el Estado norteamericano, que asesina sumariamente pescadores en el caribe señalándolos sin pruebas de narcotraficantes, que secuestró ilegalmente a ciento cincuenta y tres compatriotas en El Salvador, tipificados falsamente de criminales; indulta al expresidente hondureño Juan Orlando Hernández, condenado a cuarenta y cinco años de prisión por haber facilitado y promovido el tráfico de drogas hacia ese país durante su gobierno.

La supuesta falta de democracia, la migración de personas, los vínculos con el narcotráfico y grupos terroristas son falsas narrativas que pretenden ocultar las verdaderas intenciones de Estados Unidos: posesionarse irrestrictamente de los cuantiosos recursos naturales que posee nuestro país.

En una entrevista de hace pocas semanas la congresista republicana, enemiga del gobierno venezolano, María Elvira Salazar, declaró que: “Para los estadounidenses que no comprenden por qué se encuentran «a punto de entrar»: “Venezuela será un festín para las petroleras estadounidenses. Hablamos de más de un billón de dólares de potencial económico y las compañías estadounidenses deben tener su pedazo del pastel”.

La descarada agresión contra la patria, cuyo más reciente episodio ha sido el robo de un tanquero petrolero, nos convoca a emular la actitud nacionalista de nuestros compatriotas hace poco más de un siglo, cuando desde la Universidad Central de Venezuela se conformaron milicias patrióticas de estudiantes, las autoridades manifestaron su decidido respaldo al gobierno nacional, se realizaron colectas públicas para contribuir al pago de la deuda externa, los medios de comunicación convocaron a rechazar la agresión y se conformó un espíritu de unidad nacional que anteponía en interés de la patria a las diferencias políticas.

Ante estas nuevas circunstancias de amenazas contra la soberanía y la independencia nacional el ejemplo valiente y nacionalista de Cipriano Castro y José Gregorio Hernández constituyen una bofetada moral para los sectores apátridas, que recuerda que la patria siempre está primero.

 

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"La Campaña de Oriente de 1813", por Ángel Omar García

Ángel Omar García González (1969): Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales, y Magister en Historia de Venezuela, ambos por la Universidad de Carabobo, institución donde se desempeña como profesor en el Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Educación. En 2021 fue galardonado con el Premio Nacional de Periodismo Alternativo por la Columna Historia Insurgente del Semanario Kikirikí. Ganador del Concurso de Ensayo Histórico Bicentenario Batalla de Carabobo, convocado por el Centro de Estudios Simón Bolívar en 2021, con la obra “Cuatro etapas de una batalla”. Es coautor de los libros “Carabobo en Tiempos de la Junta Revolucionaria 1945-1948” y “La Venezuela Perenne. Ensayos sobre aportes de venezolanos en dos siglos”.

 

Ciudad Valencia / RM