Barca de Papel (19): Novela de Iniciación I se refiere a una serie sobre este género en América Latina que se inicia con Carlos Fuentes. JCDN.

Edición de esta novela de iniciación por el Fondo de Cultura Económica

Las buenas conciencias (1959) de Carlos Fuentes. Esta novela de formación y autodescubrimiento se inscribe en una indagación, si se quiere, de corte más intimista [si la comparamos con “La región más transparente” (1958) de mayor afán totalizador] del México profundo y sus contrastes históricos, políticos y socio-económicos.

El protagonista, Jaime Ceballos, no sólo se debate entre el catolicismo ultramontano y la implosión liberadora del libre pensamiento, sino también se confronta con el contexto histórico mexicano, su Revolución traicionada, el arribismo político y la soldadesca cristera haciendo de las suyas.

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Tampoco, dada su tipología literaria, el tenor minimalista aparente y la locación de provincias [Guanajuato], podemos considerarla un título menor o de transición en la obra narrativa de Carlos Fuentes. Por el contrario, este caso puntual de la sociedad mexicana post-revolucionaria, es abordado con el rigor en comandita del antropólogo, el sociólogo y el psiquiatra transpuesto al morbo entomológico naif del niño que jurunga con fuego al alacrán: “Guanajuato es a México lo que Flandes a Europa: el cogollo, la esencia de un estilo, la casticidad exacta” (Fuentes, 1970, p. 14).

El bisturí crítico del discurso narrativo, evidencia las tumoraciones y los remiendos de paño de la familia Ceballos-Balcárcel, entorno autoritario y disfuncional en el que se desarrolla la infancia y la adolescencia de Jaime. Sin romper en apariencia con la narración lineal ni el esquema convencional de la trama [introducción, nudo y desenlace], la perspectiva omnisciente forja una presentación despiadada de los personajes en el contexto histórico accidentado de México, desde la Colonia hasta la consolidación equívoca de la Revolución. Ello en un ejercicio analítico de síntesis y antítesis ejemplar.

Edición especial de la novela bajo el sello de Alfaguara

El cogollo o estamento privilegiado activa sus mecanismos de poder vertical puertas adentro y puertas afuera: La intimidad no escapa al influjo de las relaciones sociales de producción y explotación que trajo consigo la traición al Plan Ayala, pues construye día a día sus propias coordenadas de Poder envilecido como discurso y dinámica consanguínea.

La ausencia de la madre sumada a la bipolaridad de la figura paterna [la fragilidad del papá Rodolfo Ceballos y la inflexibilidad del tío Jorge Balcárcel, “¿A quién debía obedecer más: al señor elegante, autoritario, o al señor gordo, complaciente?” (Fuentes, 1970, p. 37)], proveyeron de tensión existencial el periplo iniciático y doloroso de nuestro protagonista.

Los dilemas ligados a la autoridad pueden conducir, algunas veces, al púber por el camino de la insurrección y la apostasía. En el caso de Jaime Ceballos, los libros prohibidos por el clan familiar y el episcopado retardatarios, los desplantes, la aventura y la rebeldía revistieron en un inicio la realización de su proceso de iluminación interior.

Un muy joven Carlos Fuentes

Sólo que la asunción posible de un cristianismo primitivo y auténtico, lo contrapuso a la sociedad hipócrita de las tejedoras beatas, los mercaderes de nuevo cuño y los curas alcahuetes del catolicismo institucional. De modo que la austeridad esenia va perdiendo terreno respecto al fariseísmo ritual y esterilizante.

La transfiguración ficcional de la tentación en el desierto, no refuerza la fe contingente y vitalista del héroe adolescente: La laceración ni disciplina espiritualmente ni provoca éxtasis místico que lo reconcilien consigo mismo y con el prójimo [“¿Por qué es alegre el dolor? No buscaba –siente, hincado sobre la tierra más dura- este calor suave en las entrañas, este latido alegre. Vuelve a levantar, hincado, el instrumento lacerante” (Fuentes, 1970, p. 135)].

“Echarse encima lo que los demás no quieren”, esto es la crucifixión expiatoria, lo echa de bruces en las aguas turbias del masoquismo, la histeria y la neurosis: La represión del deseo sexual por su tía Asunción, trajo consigo el coito irrealizado con ella que frustró al punto la gula sexual suya y el cruel desquite con un tío Jorge cornudo para siempre.

Los pivotes vivos de su fe preñada de contradicciones [el amigo proletario Juan Manuel Lorenzo, el perseguido político Ezequiel Zuno y la madre abandonada Adelina López, despreciados y victimizados por su clan acomodado], se van atenuando para integrar un nostálgico retablo tanto de su amor por el Otro como de la adolescencia misma: “No, no eran las palabras de la Biblia las que explicaban la fe: eran esos dos nombres, esas dos personas que habían sufrido un mal concreto a manos de esas personas concretas que formaban su familia” (Fuentes, 1970, p. 126).

La fe religiosa e ideológica fluctúa entonces entre el convencionalismo, la rebeldía y la lucidez. El cristianismo de las catacumbas del adolescente [en tanto modo de vida] pierde todo sentido ante la institucionalidad católica del sacerdote Obregón, tal como ocurre con el Nazarín de la dupla Pérez Galdós / Buñuel: “- Padre- decía la voz escondida entre sus brazos- ¿no podremos ser como Él quiso?, ¿no podremos perdonar el mal de los otros, renunciar a todo en nombre de Jesús, tomar igual que Él las culpas y el dolor de todos y metérnoslos en el corazón?” (Fuentes, 1970, p. 151).

La hipocresía del mantuano y el pequeñoburgués no sólo desdice la falta de autenticidad de la religiosidad católica conservadora, sino en especial el fracaso del doble discurso político y la traición de facto a la Revolución Mexicana.

Salvo excepciones notables como el General Lázaro Cárdenas, quien nacionalizó la industria petrolera y concedió el asilo político a Trotsky, tenemos el doloroso estigma de la revolución traicionada [en este caso, ayer y hoy por el PRI de Salinas de Gortari y Peña Nieto].

Carlos Fuentes en su madurez etaria y creativa

Declara el tío Balcárcel en la plenitud del descaro: “Siempre dije –explicaría entonces- que las Revoluciones, como los vinos, se suavizan con el tiempo. Decididamente hemos superado la etapa de los excesos” (Fuentes, 1970, p. 38).

No es casual ni azaroso que la lectura de esta gran obra nos remita a los Caprichos de Goya, los dibujos de José Guadalupe Posada y el singular y asombroso período mexicano del cineasta Luis Buñuel.

La adaptación a tan mezquino y horrendo entorno político-social cierra la adolescencia del protagonista: “Voy a hacer todo lo contrario de lo que quería –añadió Jaime-. Voy a entrar al orden” (Fuentes, 1970, p. 189). Él héroe asume, no sin regañadientes, la derrota existencial, cuando baja la cerviz e ingresa a la mansión familiar en un ritual iniciático de abyección solapada.

BIBLIOGRAFÍA:

Fuentes, Carlos (1970). Las buenas conciencias. México: Fondo de Cultura Económica.

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José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

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