Tenemos una reacción supersticiosa ante la velocidad. La reverenciamos como si fuera una diosa frívola, que nos exige tanto adoración como constantes sacrificios de vidas. Si a la velocidad le agregamos la prisa, esto es, la necesidad de movilizarnos o hacer las cosas lo más rápido posible, el coctel resultante puede ser letal.
Nuestro culto a la velocidad se manifiesta en la admiración que sentimos por los deportistas más rápidos, aquellas y aquellos que se tornan inalcanzables en sus disciplinas, sean estas corporales –atletismo, fútbol, ciclismo o regatas–, o mecánicas –como el automovilismo o el motociclismo.
Nuestra admiración por la velocidad también la expresamos respecto a los integrantes del grupo animal. Para abordar este tema es necesario tener en consideración el espacio donde los animales se mueven. No se puede comparar la velocidad de vuelo de un halcón, por ejemplo, con la de la carrera de un avestruz, como no podría compararse la de un corredor con la de un nadador.
Por lo tanto, a la hora de hablar acerca de las velocidades de los animales, hay que señalar cuáles son los más rápidos en el aire, en la tierra e incluso por encima y por debajo del mar.
En el agua, los que nadan a mayor velocidad son el pez aguja y la barracuda. Ambos alcanzan desplazamientos de 48 kilómetros por hora, superiores a los del delfín que puede nadar a cuarenta. Varios tipos de ballenas son también muy rápidos y ocupan el cuarto lugar en esta curiosa estadística, ya que algunos ejemplares han sido cronometrados nadando 32 kilómetros por hora.
En la tierra, el animal más veloz es el guepardo, que es capaz de correr durante quince o veinte segundos, a 104 kilómetros por hora. Hay, incluso, registros excepcionales de guepardos corriendo a 110 kmh.
Este esbelto felino supera en rapidez al avestruz, que se desplaza a aproximadamente 88, y a la gacela, que lo hace a solo 80. Los tres se ubican por encima del caballo, que ocupa la cuarta casilla de la velocidad animal terrestre, con desplazamientos máximos de 72 kilómetros por hora.
LEE TAMBIÉN: “El aluminio y su ascenso al estrellato”
Las mayores velocidades logradas por animal alguno las consiguen en el aire dos aves: el halcón peregrino, que puede volar a 320 kmh, cuando se lanza en picado para cazar otras aves en pleno vuelo, como palomas o patos.
Entretanto, el águila real puede volar a 192 kmh. El tercer lugar en velocidad aérea lo ocupa el vencejo de cola de plumas de espina, un pájaro parecido a las golondrinas, capaz de volar a 160 kmh.
***
Armando José Sequera es un escritor y periodista venezolano. Autor de 93 libros, todos publicados, gran parte de ellos para niños y jóvenes. Ha obtenido 23 premios literarios, ocho de ellos internacionales (entre otros, Premio Casa de las Américas, 1979; Diploma de Honor IBBY, 1995); Bienal Latinoamericana Canta Pirulero, 1996, y Premio Internacional de Microficción Narrativa “Garzón Céspedes”, 2012).
Es autor de las novelas La comedia urbana y Por culpa de la poesía. De los libros de cuentos Cuatro extremos de una soga, La vida al gratén y Acto de amor de cara al público. De los libros para niños Teresa, Mi mamá es más bonita que la tuya, Evitarle malos pasos a la gente y Pequeña sirenita nocturna.
«Carrusel de Curiosidades se propone estimular la capacidad de asombro de sus lectores».
Ciudad Valencia