Amigas y amigos constructores de sueños, forjadores de esperanzas: La celebración del 204 aniversario de la Batalla de Carabobo representa una ocasión propicia para preguntarnos acerca de su significado y vigencia en la Venezuela del siglo XXI.

Tradicionalmente el sistema educativo y una parte de la historiografía nacional la han visto exclusivamente como un episodio de carácter militar que permitió alcanzar la independencia del imperio español. Tal apreciación, específica y reduccionista, ha impedido considerar una perspectiva más amplia respecto de su origen, significación y relevancia en el contexto de la Venezuela tercer milenio.

 

La unidad nacional

Uno de los aspectos que destaca en la batalla de Carabobo es la participación de soldados de diversas regiones, al punto que podría afirmarse que fue la primera batalla de carácter verdaderamente nacional en atención al origen de muchos de sus participantes: andinos, marabinos, corianos, orientales, llaneros, costeños, guayaneses, quienes que hicieron parte, peleando del lado patriota, en la gran contienda.

De esta forma, las provincias que habían rechazado y adversado la independencia desde 1811: Guayana, Coro y Maracaibo, se sumaban a luchar contra el dominio colonial. La última de ellas fue ocupada militarmente e incorporada al bando patriota, en enero de 1821, por decisión de una asamblea de ciudadanos.

La conformación de un ejército nacional y unificado bajo una sola estructura de mando, alcanzada tras la designación del general Santiago Mariño como Jefe del Estado Mayor, adquiere hoy una especial significación frente a las agresiones contra la patria, representadas en los intentos de magnicidio, la contratación de mercenarios, la Operación Gedeón, los intentos de invasión  por el estado Apure, entre otras táctica que buscan crear una “cabeza de playa” que propicie la confrontación interna, desencadene una guerra civil y sea la excusa para una intervención militar extranjera. La unidad nacional es, entonces, una de las enseñanzas que nos deja Carabobo para enfrentar las acechanzas imperiales de hoy.

 

La reivindicación social

Carabobo fue un episodio militar que sentó las bases para poner fin al dominio colonial español en Venezuela, pero dejó sin resolver demandas y aspiraciones de carácter social que fueron el germen de la inestabilidad política durante el siglo XIX: la igualdad de los pardos y la libertad de los esclavizados.

La primera fue eufemísticamente reconocida en la Constitución de 1830 bajo la figura de propietario, demostrando la posesión de bienes materiales, el ejercicio de un oficio decente y conocido, y un ingreso anual determinado por ley que era inaccesible para más del 90 por ciento de la población. Si se demostraban esos prerrequisitos, a los hombres mayores de 21 años se les admitían derechos políticos como el sufragio censitario, la libertad de expresión o la posibilidad de postularse y ser elegido a un cargo de representación.

La libertad de los esclavizados debió esperar hasta 1854, cuando un decreto del presidente José Gregorio Monagas les otorgó una libertad jurídica que no los liberó de la explotación laboral a la que continuaron sometidos a través de figuras como el peonaje, la medianería o la aparcería. La explotación laboral, la discriminación social y la crisis política, agudizada tras la defenestración de la hegemonía monaguista, abrieron las puertas a la Guerra Federal con todas sus repercusiones: sociales, políticas y económicas.

Hoy la lucha por la igualdad y la justicia social está presente en la defensa y el rescate de conquistas, sociales y laborales, alcanzadas en las dos últimas décadas, las cuales, impactadas y disminuidas por los efectos devastadores de la aplicación de medidas coercitivas unilaterales impuestas por EEUU, la implementación de todo tipo de agresiones contra la economía nacional, y también por ineficiencia, mala administración y corrupción, hacen parte de los retos que debemos enfrentar.

La lucha por la igualdad y la justicia social, que fue una tarea no cumplida después de Carabobo, intentó saldarse con grandes avances en los dos primeros lustros de la Revolución Bolivariana, pagando la deuda social acumulada, gestada fundamentalmente en la segunda mitad del régimen puntofijista. Saldar esas aspiraciones es parte de los desafíos a los que nos orienta Carabobo para alcanzar la justicia e igualdad social que entonces quedaron pendientes.

 

Preservar la paz

Todas las guerras se hacen en nombre de la paz. Quienes la invocan con frecuencia esgrimen el eufemismo de que “la muerte y la destrucción son acciones terapéuticas necesarias para prevenir males mayores” (obsérvese –y perdonen la digresión– el sínico alegato del Estado sionista de Israel, invocando el supuesto derecho de un “ataque preventivo” para neutralizar la presunta amenaza que representaría la nación persa, Irán, pero ese, definitivamente, es tema de un escrito muy diferente).

 

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Si vemos a Carabobo como un proceso cuyas génesis puede ser ubicada con el triunfo de la Batalla de San Félix y el control geopolítico de la provincia de Guayana, proceso que culminó, no el 24 de junio, sino veintiocho meses pues, en 1823; quizás podamos comprender mejor su significación histórica.

En Carabobo se sentaron las bases de la definitiva independencia, que sería alcanzada luego de la Batalla Naval del Lago y la toma del Castillo de Puerto Cabello; triunfos que no pudieron liberarnos, totalmente, de la guerra en el siglo XIX.

Hoy la paz es uno de los bienes más preciados que tenemos. Somos uno de los pocos países en el mundo que puede decir, orgullosamente, que tiene más de un siglo de paz, abriendo sus fronteras para acoger personas que huyeron de la guerra, de la represión, de la persecución política y de la miseria. Ese es otro de los legados de Carabobo. ¡Preservar la paz es tarea fundamental del pueblo venezolano en el siglo XXI!

 

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"La Campaña de Oriente de 1813", por Ángel Omar García

Ángel Omar García González (1969): Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales, y Magister en Historia de Venezuela, ambos por la Universidad de Carabobo, institución donde se desempeña como profesor en el Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Educación. En 2021 fue galardonado con el Premio Nacional de Periodismo Alternativo por la Columna Historia Insurgente del Semanario Kikirikí. Ganador del Concurso de Ensayo Histórico Bicentenario Batalla de Carabobo, convocado por el Centro de Estudios Simón Bolívar en 2021, con la obra “Cuatro etapas de una batalla”. Es coautor de los libros “Carabobo en Tiempos de la Junta Revolucionaria 1945-1948” y “La Venezuela Perenne. Ensayos sobre aportes de venezolanos en dos siglos”.

 

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