Christian Farías: Revolución Bolivariana, dialéctica de lo cuantitativo a lo cualitativo

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La dialéctica es un concepto que define la presencia de una contradicción, una lucha de contrarios, una confrontación de intereses que, en términos de cantidad y de calidad, van generando cambios y transformaciones progresivas, continuas y dinámicas desde los puntos o zonas neurálgicas de la sociedad, como la economía, la política, la cultura, la ciencia o la tecnología, hasta la totalidad del sistema de vida dominante.

El proceso de la revolución bolivariana, iniciado bajo el liderazgo del comandante Hugo Chávez a partir de febrero de 1989, estuvo marcado por el elemento cuantitativo de la contradicción dialéctica.

La agenda central era cómo reducir el 80% de pobreza existente en todo el territorio nacional; cómo darle cupo en las universidades a más de 500 mil bachilleres sin cupo; cómo dotar de vivienda digna a miles y millones de familias alojadas en ranchos o sin vivienda por los embates de las lluvias e inundaciones; cómo darle empleo digno y estable a los miles y miles de desempleados.

Cómo alfabetizar a los millones de adultos pobres y marginados de la vida sociocultural del país; cómo lograr incrementar la producción y el precio de nuestro petróleo para obtener los recursos necesarios para superar la pobreza y la miseria; cómo obtener más recaudación fiscal para atender los servicios públicos para el mejoramiento de la calidad de vida de las comunidades; cómo reducir la desnutrición infantil y la de los adultos marginados.

Cuando Chávez emprendió la solución de todos estos problemas, se topó con la contradicción cuantitativa del reparto de la renta petrolera, su redistribución para el bienestar colectivo y no selectivo.

Pero, al intentar cambiarla con la nueva Carta Magna y el primer plan de gobierno o Agenda Bolivariana, las clases y poderes dominantes reaccionaron y le dieron el golpe de Estado el 11 de abril 2002 que lo sacó de la presidencia por 24 horas.

El pueblo reaccionó y logró rescatarlo y reponerlo en el Palacio Presidencial. Frente a esa victoria de Chávez, las clases sociales y políticas derrotadas optaron por infiltrar el proceso bolivariano, minarlo y destruirlo con el saboteo y la perversión desde adentro, en combinación con el asedio y los ataques desde afuera.

El Comandante se enfermó o lo enfermaron y finalmente murió o lo asesinaron en marzo de 2012. Pero, afortunadamente, hizo público su último mandato: dejar a cargo del timón a su mejor colaborador y ministro del gabinete presidencial.

Nicolas Maduro se convirtió así, desde la partida de Chávez, en el nuevo líder continuador del proyecto liberador y socialista en su nueva atapa donde lo cualitativo es lo que ahora predomina. El cómo mantener y fortalecer lo logrado, es la pregunta clave.

Han pasado 18 años desde aquel golpe mortal del 11 de abril. Ahora, estamos en una coyuntura totalmente distinta, nueva y llena de complejidades y retos en el marco de la contradicción fundamental entre ser un país libre, soberano e independiente, de bienestar social colectivo, progreso y paz o dejarnos derrotar por los ataques criminales del imperialismo decadente y ser un país dominado y esclavizado por su poderío hegemonista y supremacista. He allí el núcleo, el centro neurálgico cualitativo que ahora predomina en la dialéctica de nuestra revolución.

De nuevo, el imperio centra sus ataques en la figura del líder. Así como demonizaron a Chávez, etiquetándolo de dictador autoritario, represivo y criminal; igual lo hacen ahora con Nicolás y con mayor rencor y encono criminal.

Allí están la declaración de que somos una amenaza inusual a la seguridad de EEUU; luego, el atentado terrorista frustrado y la recompensa en dólares por el asesinato de nuestro Presidente, los intentos frustrados de golpe de Estado, invasión marítima o terrestre con apoyo del gobierno asesino de Colombia, las medidas coercitivas, el bloqueo y cerco económico financiero, los ataques monetarios del dólar contra nuestra moneda, la guerra del incremento incesante de los precios hasta liquidar el valor de nuestra moneda, el salario de los trabajadores y el ingreso familiar, entre tantos otros y múltiples ataques que se han hecho cotidianos.

Por su lado, Maduro ha centrado su agenda política en el mantenimiento de la paz de la República para el disfrute de todos, con base en el diálogo entre los opuestos: su gobierno popular, patriótico y revolucionario y la oposición fascista y apátrida, en el marco de la realización de todos los procesos electorales que reafirman la vigencia y funcionamiento de la legitimidad y constitucionalidad de los poderes públicos de nuestro país; y por otro lado, en el fortalecimiento de la unidad cívico-militar-policial-religiosa que es la estrategia para la seguridad propia de la patria.

La agenda social está centrada en la atención de las necesidades en el sector salud contra la pandemia del coronavirus; en la educación, garantizando la continuidad del año escolar; en el desarrollo de las viviendas, la atención de los adultos mayores, las mujeres embarazadas, las madres del barrio, las necesidades deportivas, recreativas, socio-culturales de la juventud; los servicios públicos, que han sido y siguen siendo fuertemente saboteados.

La agenda económica, centrada en la construcción del nuevo modelo económico productivo en el marco concurrente del capitalismo privado con su burguesía y el gobierno socialista con su proyecto popular y liberador; el grave problema de los precios y la perdida de la capacidad adquisitiva del salario y el ingreso familiar.

La agenda internacional para garantizar la ayuda extranjera y el blindaje de la seguridad de la nación con base en el reconocimiento y apoyo de la comunidad de Naciones Unidas, el mundo multipolar y los pueblos y movimientos sociales de América Latina y el Caribe.

 

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He allí los elementos fundamentales del proceso cualitativo que hoy está en pleno desarrollo dialéctico para consolidar la fortaleza de la revolución bolivariana anti imperialista y socialista. En este contexto, reconocemos las debilidades que hay dentro del gobierno, dentro del Poder Popular y del pueblo en general, así como dentro el PSUV y el GPP, el daño interno que generan el burocratismo ineficiente e ineficaz, la desmoralización que genera la corrupción y el saboteo permanente de los infiltrados disfrazados de rojo rojitos.

Pero, a pesar y por encima de todas esas debilidades que, ciertamente, han mermado la inmensa fuerza electoral chavista, no puede haber dudas de que las fortalezas cualitativas del proceso son mayores que las debilidades cuantitativas.

El objetivo principal de destruirnos no han podido ni podrán lograrlo, sencillamente porque esta revolución marcha cualitativamente hacia la victoria estratégica definitiva, aunque hoy, mucha gente no logre ver ni creer que somos indestructibles.

 

Christian Farías / Ciudad VLC