Clásicos Venezolanos (12): Luis Alberto Angulo es una glosa a su «Antología del Decir», esto es una panorámica poética personal. JCDN.

Portada de este clásico contemporáneo

Antología del Decir (Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2013), selección poética personal de Luis Alberto Angulo (Barinitas, 1950), nos revela dos cosas: la insistencia compulsiva en una poética del Decir, la cual implica a su vez la revisita de voces precedentes pero contemporáneas en el contentamiento y la contristación (los místicos españoles, la copla popular llanera, Miguel Hernández, Enriqueta Arvelo Larriva, Ernesto Cardenal y Juan Calzadilla, por ejemplo); y, en especial, una propuesta escritural propia que se detiene a reflexionar consigo y sobre sí misma, sin el ceremonial fastuoso de ejercicios metapoéticos mal habidos y peor escupidos en el papel.

La transparencia de la línea poética es mucho más intensa y militante, pues no sólo involucra su obra en verso como tal –desde la copla popular de “Viento Barinés” (1978), pasillaneando por el intervalo que comprende “Antología de la casa sola” (1982) y “Antípodas” (1994), hasta el Tercer Milenio encabezado con “Poética del Decir”-, sino también la curiosa simbiosis del compilador y el ensayista patente en sus colecciones (¿aproximaciones?) poéticas de Miguel Hernández (2005 y 2010), Ernesto Cardenal (2005), San Juan de la Cruz (1992), Enriqueta Arvelo Larriva (2017, Revista Nacional de Cultura n° 342) y recién Ana Enriqueta Terán, poetisa de la lengua (2018,el perro y la rana).

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¿Qué se entiende entonces por Poesía del Decir? El texto poético que abre esta muestra, “Del decir”, constituye un Ars Poética contundente e inmediata que apuesta al diálogo en tanto antípoda del oscurecimiento expresivo y formal: el poema nos reconcilia con la humanidad, ello por vía de imágenes elementales edificadas en la ausencia de envilecedores artificios retóricos.

Advierte también que no es escuela ni tendencia a estar condenada -a su exhibición y venta- en las tiendas de abarrotes regentadas por el academicismo literario y/o el despropósito político; por el contrario, es poesía viva que establece puentes y pasadizos comunicantes entre lo clásico y lo moderno, lo culto y lo popular, la tradición y la apostasía, como alternativa contracultural al status quo. Por supuesto, la claridad conceptual respecto al oficio poético es consecuencia de su peculiar imaginería: encrucijada y fusión de hablas (la del llano y la del piedemonte andino, para luego incorporar la urbana) que lo retrotrae al lenguaje salvaje de la infancia.

Bien lo dice Lêdo Ivo en carne propia: En el racionalismo de los poetas, está siempre presente la nostalgia de la locura. En resumidas cuentas, la Poesía del Decir no puede ser abordada como un mausoleo a ser despedazado por académicos y arqueólogos hundidos en la más arrebatadora arrogancia.

Llama la atención la estructuración de la presente “Antología del Decir”, tercera incursión personal en el género que es la colección poética retrospectiva: Los tres casos (el que nos ocupa, “La sombra de una mano” de 2005 y “Fusión poética” de 2000) apuntan o allanan el camino a la inversa, de lo más reciente a los orígenes.

Luis Alberto Angulo, partiendo del ejercicio compilador respecto a otras voces, toma conciencia de su propia poesía de guisa responsable, laboriosa y autocrítica. La unidad implícita Del Decir, no desdice la polifonía ni la contradicción que descansan en la diversidad temática y la diafanidad expresiva in crescendo de su misma voz.

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Ver al Otro –en la relectura de los poetas que le conmueven y la mirada atenta de la cotidianidad circundante- le conduce a observarse a sí mismo, trascendiendo el onanismo que tan sólo se contempla el ombligo (y sus jorungadas pelusillas egóticas). Además del alma del autor incrustada en el Decir, el lector apasionado se encontrará con una interesantísima propuesta compilatoria de sesgo reticular: por una parte, su vinculación con la comunidad poética que le cautiva y complace (se trata de una relación amorosa, no traumática, con Alberto Arvelo Torrealba, Andrés Eloy Blanco, Manrique, Li Po, San Juan de la Cruz, Vallejo, Neruda, la poesía norteamericana, Enrique Mujica, Doña Ana Enriqueta Terán, entre otros); por la otra, la tertulia contingente, animada y entusiasta en la que se sostienen sus libros a la fecha (del contrapunteo octasílabo, mediando el verso libre y experimental / lúdico, hasta la austeridad del poema comprometido a contracorriente de las consignas desparramadas en versos).

Nuestro poeta no pretende ahogar a cisnes papanatas, ni mucho menos infligir una puñalada parricida y gratuita a los poetas mayores: El propósito de tal ordenamiento, es el de ofrecer al lector un acercamiento inmediato a la propuesta más radical del decir, como él mismo lo conversa a lo largo de esta significativa muestra poética, así nomás.

Este libro incluye dos poemarios inéditos, “Poética del Decir” (2004-2011) e “Imágenes del Parque” (2003-2005), amén de rescatar “Viento Barinés” de 1966 (editado con prisa y erratas en 1978 por la Universidad de Carabobo). Es notable que la cabeza y la cola se muerdan, no sólo en la configuración en movimiento del ciclo creativo (1966-2011), sino en la escritura espiral o centrífuga del poema que problematiza (y humaniza) al mundo; no en balde la variedad y riqueza de los instrumentos que dotan de autenticidad su multifocal percepción del entorno y su personalísima aproximación a las cosas. Valga, como paréntesis, la cita íntegra del texto titulado “¿La poesía es la última religión?”:

¿la poesía es la última religión?

no, la poesía es la última revolución,

el primer fuego, la plena verdad,

su metáfora es la humanidad viviente;

sin ella todo es inútil y por ella

comienzo y fin, forma y contenido,

objeto y sujeto, son un solo poema. 

Entre estos recursos que interiorizan el mundo como en una fotografía y simultáneamente asombran en su asunción ligada a la espontaneidad que se casa con un ojo vivaz e ingenioso, tenemos en primer lugar la revisita afortunada del ars  poética, afincada en una tolerante mixtura religiosa y en la tradición poética latinoamericana. La radicalidad de la propuesta que evidencia el corpus de “Poética del Decir”, tiene como referentes la poesía de los brasileños Lêdo Ivo, Manuel Bandeira y Carlos Drummond de Andrade; del español Gabriel Celaya o de los venezolanos Enrique Mujica y Juan Calzadilla. En este caso, la manifestación denodada y abierta de la concepción del oficio poético asume diversas formas: el poema breve, el aforismo y la cita literaria o periodística comentada. “Imágenes del Parque” es un conjunto poético que considera el mundo cotidiano desde la óptica religiosa del budismo, específicamente el difícil mas gozoso camino del diamante.

Luego observamos que la depuración formal consistente en el despojamiento estético y estilístico, es una virtud esencial y evolutiva de la poesía de Angulo. El habla cotidiana va a la par con la claridad formal e inmediatez conceptual del discurso poético del Decir, acompañada de la multiplicidad de lecturas. Agrega Rufino Blanco Fombona: Querer ampliar la poesía concreta con la sugerencia, es engrandecer la poesía; pero quererla reducir a mera música sugerente es empequeñecerla.

Podemos confirmarlo aquí, releyendo algunos textos en los que la oralidad responde a la asombrosa vindicación poética de la cotidianidad: De “Antípodas” tenemos  la irónica requisitoria de Un poeta en relación al mundillo de la crítica mezquina. Mi padre de ochenta es un estupendo texto que nos conmueve en el indescriptible marco de la intimidad y la comunidad que sólo nos puede proveer el lenguaje poético. El Púgil, por otra parte, devela que la poesía es el objetivo exquisito de sí misma, en la pugna que implica atrapar la vida y la muerte entre líneas.

Un tercer instrumento simula el dibujo del texto que recrea atmósferas con un punch de alto impacto emotivo e intelectual –Juan Calzadilla lo define de manera muy gráfica: un realismo de la visualidad-. Nos remite al discurso plástico de la fotografía y la serigrafía: El caballo blanco de la infancia es un estremecedor ejemplo en blanco y negro del bestiario en la poesía latinoamericana, que acompaña al perro de José Natalio Estrada, a los murciélagos de Ivo o las cabras de Reynaldo Pérez Só.

Otro aspecto a destacar, está referido a un tono conversacional que, sin embargo, no está reñido con un discurso transgenérico. Tal instrumental, diverso y paradójico al punto, nos lleva a la conclusión relativa a la complementación de los contrarios, anatema y sinsentido para la cultura de Occidente: el fácil acceso del lector a la Poesía del Decir, muy a pesar de su compleja elaboración escritural.

El poeta Luis Alberto Angulo

No hace mucho tiempo, habíamos escrito que su inteligibilidad, precisamente, proviene de su complejidad semántica y sintáctica que se esconde detrás del texto transparente y brillante. Si revisamos el poema “Otro decir”, el juego de palabras no transita a una pobre declaración de principios, mal amparada en el mero contraste de los opuestos; la antítesis nos permite sintetizar el Decir en el teatro dialéctico de la existencia, por supuesto, en las implicaciones discursivas, culturales y político-sociales del conflicto que todavía nos embarga. Se desprende un tenor crítico devastador: No se apiada del abstruso No Decir (sean sus bases simbolistas, surrealistas o herméticas), ni tampoco de los panfletos dispuestos en verso o prosa poética que se quedan atascados en la Historia de la Propaganda. No deambula por la calle ancha que implica esterilizar el texto poético en la equívoca asertividad de lo políticamente correcto; sino que desafía lo establecido sin apelar al resentido grito desaforado.

¿La Poesía del Decir es políticamente correcta o incorrecta? La profecía, esto es la promoción de la justicia, es uno de sus más importantes núcleos temáticos. Asimismo, no se divorcia de su tiempo histórico, pues he allí su carácter profundamente humanístico y responsable. Por ejemplo, una significativa parte de la poesía de Miguel Hernández se erige en crónica poética, ósea y sangrante de la Guerra Civil Española, sin que pierda vigencia universal. Contristarse con el prójimo (el Otro) es un acto amoroso fundamental que dignifica el Decir de los Hombres: desde los profetas bíblicos hasta los versos solidarios de Vallejo, Salomón de la Selva, Cardenal, Víctor Valera Mora o los poetas saharauis.

La poesía de Luis Alberto Angulo no huye de la profecía ni de la solidaridad con el que sufre. Al igual que Rufino Blanco Fombona –sólo que sin la pistola al cinto, ni la ira erizando el pellejo-, es un crítico implacable de su tiempo. En este pasaje del duelista, poeta y diarista modernista, coincidimos nuestro poeta y este polemista compulsivo: Y ahora comprendo que ser hombre significa no ser extraño a ningún hombre. La de hombre es una profesión común a toda la humanidad. Esta profesión común y penosa debe fraternizarnos a todos. ¿Cómo es que esto no se ha comprendido y practicado siempre?

La Poesía del No Decir –al igual que la del Decir, nos pone a repensar el rol de la Poesía los días hábiles y feriados- posee una carga ideologizante que jamás se deslinda de lo políticamente correcto ni de la producción en serie (recuerden que entre sus dos últimas cuñas tenemos la globalización de la personalidad y el fin de la historia). La poesía auténtica ha sido excluida no sólo de la república platónica, sino también de la ilusión del progreso (fascista o “democrática”) y de la utopía comunista trocada en dictadura burocrática (a tal respecto, tenemos dos frutos apetitosos de la censura: Viridiana y Las Hurdes respectivamente, ambas películas de Luis Buñuel). La Poesía del Decir es, si lo sabrá Luis Alberto Angulo, un diálogo libertario y comunitario a contracorriente del Poder que promueve el envilecimiento.

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José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

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