“El aguacero por sorpresa” por Laura Antillano

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El aguacero por sorpresa… La inesperada tormenta que nos aqueja por estos días nos ha enfrentado a la búsqueda de estrategias prácticas para evitar mayores males. El hecho es que las aguas se las arreglaron para aparecer por todas partes, sin aviso ni posibilidad de tomar mayor resguardo, sometiéndonos a una especie de caos inesperado, que puso hasta a flotar papeles, objetos, ropa y otros, o toda clase de objetos, en medio de los espacios cubiertos por las aguas, producto de la lluvia golpeando sin cesar y descubriendo en su camino papeles, enseres, ropa y objetos de cualquier especie.

Si por un lado ha sido bastante angustiosa la situación, y nos hacía pensar en gente cuyas viviendas están en mayor estado de fragilidad que la nuestra, lo que les llevaría a peores circunstancias; por otro lado ocurrió que el apremio nos hizo descubrir objetos cuya aparición nos puso al tanto de lo mucho que les habíamos ignorado, nos hizo tomar conciencia de lo que ignoramos en lo relativo a las posibilidades de los materiales de construcción y de las cualidades o defectos de nuestra noción de resguardo.

El hecho es que apareció agua hasta dentro de los vestidores hechos de ladrillo, concreto, y puertas de madera corrediza, y las ventanas de vidrio, corredizas, nos demostraron que aún cerradas pueden ser penetradas por toda el agua posible.

Así la catástrofe aún sigue dando sorpresas, y eso sin numerar la cantidad de videos que recibimos a través del celular mostrando calles y avenidas de la ciudad totalmente inundadas y con las olas llevándose hasta a los carros y camiones hacia dimensiones desconocidas.

En medio de este holocausto hay que considerar un hecho absolutamente valorable, y es que a los libros, que constituyen una buena cantidad de los objetos que nos circundan por todos lados en casa, no sufrieron el menor daño, ni siquiera aquellos que no nos atraen. Todos se mantuvieron en sus lugares, no puedo quejarme ni de una página mojada, o un volumen caído de su estante.

Absolutamente todos los que aquí se alojan se mantuvieron secos y en sus lugares acostumbrados.

Algún mensaje estará contenido en esta circunstancia, se me ocurre pensar.

 

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Lo otro es que aprendimos a entender todo aquello que nos cuentan quienes han emigrado a otras latitudes y hablan de cómo deben apertrecharse hasta en espacios acondicionados para eso, con todo y grupo familiar, a esperar  que las lluvias pasen y las tormentas sigan camino a otras localidades (consideraciones que siempre nos parecieron exageradas).

La realidad nos está enseñando a entender que los cambios climáticos del planeta por estos tiempos son de tomarse en cuenta, no podemos ignorarlos así como así, y desde ahora debemos planificar cómo apertrecharnos para los que probablemente vendrán más adelante, y de los cuales teníamos noticia por las películas (como si fueran ficción pura), o por relatos aparentemente insólitos de quienes son nuevos habitantes de otras latitudes.

Así que a tomar medidas y prepararse con afán para aquello que puede estarse anotando en la agenda de cambios del planeta que habitamos.

 

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Laura Mercedes Antillano Armas (Caracas, Venezuela, 8 de agosto de 1950) es una escritora venezolana, que ha incursionado en los géneros de ensayo, poesía, cuento, novela y crítica literaria. También ha trabajado como titiritera, guionista de radio y televisión y promotora cultural.

Es licenciada en Letras Hispanoamericanas y Magister en Literatura Venezolana por la Universidad del Zulia (LUZ). Durante 25 años ejerció como profesora de Literatura en el pre-grado de la Facultad de Educación de la Universidad de Carabobo (UC). También coordinó el Postgrado en Literatura Venezolana de la UC (1995-1998), además de ejercer también como Directora de Cultura de la misma universidad (1999).

Es ganadora del Premio Nacional Cultura, mención Literatura, 2012-2014,​ Premio Bienal José Rafael Pocaterra mención Poesía con la obra “Migajas” (2004), Ascesis al Premio Miguel Otero Silva de la editorial Planeta de Venezuela con su novela “Solitaria solidaria” (1990), Premio de Cuento del diario El Nacional con su cuento “La luna no es de pan de horno” (1977), Premio Julio Garmendia de la Universidad Central de Venezuela (UCV) con el cuento “Caballero de Bizancio” (1975).

Entre su vasta obra publicada se incluyen, entre otros: La bella época (cuentos, 1969), La muerte del Monstruo Come Piedra (novela, 1971 y 1997), Un carro largo se llama tren (cuentos, 1975), Haticos Casa Nº 20 (cuentos, 1975), Los niños y la literatura (estudio, 1978), Maracaibo: Las paredes del sueño (textos, con fotografías de Julio Vengoechea, 1981), Perfume de gardenia (novela, 1982, 1984 y 1996), Dime si adentro de ti no oyes tu corazón partir (cuentos, 1983 y 1992), Cuentos de película (cuentos, 1985 y 1997), Literatura infantil e ideología (estudio, 1987), La luna no es pan de horno (cuentos, 1988), Solitaria Solidaria (novela, 1990 y 2001), ¿Cenan los tigres la noche de Navidad? (cuento infantil, 1990 y 2005), ¡Ay! Que aburrido es leer: El hábito lector y el cuento de la infancia (estudio, 1991), Jacobo ahora no se aburre (cuento infantil, ilustrado por Tony Boza, 1991), Tuna de mar (cuentos, 1991), Diana en la tierra wayúu (novela infantil, 1992), Una vaca querida (literatura infantil, 1996), Apuntes sobre literatura para niños y jóvenes (estudio, 1997), Las aguas tenían reflejos de plata (novela, 2002), Elogio a la comunidad (texto divulgativo, 2004), Poesía completa 1968-2005 (poesía, 2005), Emilio en busca del enmascarado de plata (novela para niños, 2005), La luna no es pan de horno y otros cuentos (antología de cuentos, 2005), La aventura de leer (estrategias de lectura, 2005), Libro de amigo (poesía, 2007), Crónicas de una mirada conmovida (crónicas periodísticas, 2011), Ellas (Semblanzas, artículos, entrevistas, 2013), Las alas de la lectura (estrategias de lectura, 2019), Me haré de aire (cuentos, 2021).

 

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