Pedro Emilio Coll es quizá el primero de los narradores criollos que se viene a la memoria de los venezolanos, por su célebre cuento “El diente roto”, que aparece prácticamente en casi todas las antologías literarias venezolanas. Y que recordamos hoy, cuando se cumplen 149 años del nacimiento de su escritor.

 

VIDA FAMILIAR

Pedro vio la luz en Caracas, el 12 de julio de 1872. Hijo de Emilia Núñez Márquez y del tipógrafo y editor Pedro Coll Otero, quien era propietario de la Imprenta “Bolívar”.

Si bien es cierto que su padre influyó en su vida literaria, también hay que mencionar a la señora Marcolina, quien le cuidaba y narraba cuentos cuando estaba en la tierna edad infantil.

Fue tal el entusiasmo por la literatura y el periodismo, que abandonó sus estudios universitarios, después de egresar como bachiller en filosofía y letras del colegio La Paz, que estaba bajo la dirección de Guillermo Tell Villegas.

 

Pedro Emilio Coll

SUS INICIOS LITERARIOS

Estudiosos señalan que su pluma fue influenciada notoriamente por los escritores franceses Anatole France y Maurice Barres.

A través de ellos, adquirió la visión europea de las letras de los años del siglo XIX, lo que completó con la profundización en la lectura del inglés Oscar Wilde, su otro maestro, quien le atrapó con su manejo lacerante de la paradoja y el epigrama.

Eran los tiempos del inicio del modernismo literario en Venezuela. En ese sentido, comparte inquietudes con otros grandes de la literatura, como fueron Pedro César Domínici y el maestro del cuento venezolano Luis Manuel Urbaneja Achelpohl, quienes fueron considerados sus pares.

La historia lo ubica al lado de estos dos colosos fundando la revista “Cosmópolis”, que tuvo una auténtica influencia en el campo literario, a pesar de tener una vida muy efímera. Pedro Emilio tenía sólo 22 años cuando vivió esta experiencia.

Esta revista lo lleva a integrar otra publicación de gran prestigio, como lo es “El Cojo Ilustrado”, donde publicó sus primeras narraciones (entre las cuales se encuentra “El diente roto”) aunque con seudónimos como Juan de Caracas y A.R. Lequín. Transcurrían los años 1895 y 1907.

Su pluma abrigó también otros géneros literarios, como el ensayo y el articulismo.

Muchos de estos textos se encuentran recopilados en obras suyas como “Palabras” (1896), que estaban dedicados al arte y la educación y habían aparecido tempranamente en “Cosmópolis”.

 

 

Pedro Emilio Coll

UN GRAN IDEARIO ESTÉTICO

Si se entra en el campo de la calificación de este exponente de la creación literaria venezolana, habría que decir que resultó ser el primer modernista que deslastró su prosa del exceso de metáforas y epítetos que hasta ese momento preponderaba en todos los demás escritores, para destacar con una excelente cualidad que lo caracterizaría para siempre, como lo es la sencillez.

Algunos más agudos llegan a señalar que su escritura fue una combinación de conservadurismo e ironía en el manejo del lenguaje, dando como resultado un estilo muy particular, que le ayudó a remarcar ese momento del modernismo literario en el país.

Para otros, la importancia literaria de Pedro Emilio Coll se consigue en lo que denominan su ideario estético, que se observa mucho en algunas de sus obras, como por ejemplo “El castillo de Elsinor”.

 

DIPLOMÁTICO Y HOMBRE DE MINISTERIOS

Encontró en la diplomacia un excelente campo de trabajo para ganar ingresos extras y tener contacto con la cultura de otros países.

Se recuerda su incursión diplomática en el Reino Unido como cónsul en Southampton, cuando residió en Londres y París, para 1897. Poco antes, habían ocurrido sus nupcias, con la bella señorita Paulita Borges Delgado.

Luego, ocupó varios cargos en la administración pública, en los cuales descolló por su conocimiento y responsabilidad: directivo en el Ministerio de Fomento y en la Secretaría de Instrucción Pública; representó a Venezuela como cónsul general en París (1915) y fue secretario de la legación en Madrid (1916-1924), fue fiscal de bancos y senador por el estado Anzoátegui (1924-1926), antes de asumir la presidencia del Congreso Nacional.

En 1911, fue propuesto y elegido individuo de número de la Academia Venezolana de la Lengua

Al final (1941) se dedicó a los estudios históricos y a su trabajo como bibliotecario de la Academia Nacional de la Historia.

 

EL PASO ERRANTE

Pedro Emilio Coll, el hombre que sorprendió a propios y extraños con sus narraciones sencillas llenas de ironía y brillantez, fue vencido por la muerte en un momento muy especial de su vida literaria, pues estaba preparando una colección de su obra para la Biblioteca Popular Venezolana del Ministerio de Educación, la cual vio la luz 12 meses después de su adiós, bajo el título “El paso errante”. Falleció en Caracas el 20 de marzo de 1947.

 

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Ciudad VLC/Vicente Gramcko