“Febrero: amor, heroísmo y violencia” por Christian Farías

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El AMOR:

En la memoria colectiva de nuestra civilización, quedó sembrada la imagen y la idea del amor y la amistad asociadas con febrero, el segundo mes de nuestro calendario anual. Por esa razón, es el mes que genera mayores entusiasmos, expectativas y renovación, entre los y las militantes y activistas del amor y la amistad; las dos mejores y más intensas virtudes de nuestra vida íntima (de parejas) y colectiva (en la sociedad).

De manera que somos una especie en permanente creación y recreación de sí misma, con base en la cópula sexual del hombre y la mujer para generar nuevos seres humanos que engrosan y fortalecen el desarrollo de todas las sociedades que constituyen la existencia plena y permanente de la condición humana.

De acuerdo con el calendario zodiacal, febrero abarca dos signos: el primero es Acuario, que comienza el 21 de enero y finaliza el 18 de febrero. Se dice que es el más tolerante de los doce signos, pero, muy poco propenso a involucrarse o pertenecer a la multitud: “Muchas veces sienten la necesidad de retirarse para meditar. No hacen amigos con facilidad, a pesar de la personalidad abierta que tienen”.

El segundo es Piscis que va desde el 19 de febrero hasta el 20 de marzo. Se dice que las personas nacidas en este tiempo son tranquilas, amables y pacientes. Igualmente, sensibles a los sentimientos de los demás y solidarios ante las necesidades y el sufrimiento de sus prójimos. Por esa razón, se ganan el amor, el cariño y el aprecio de las demás personas. Desarrollan la creatividad y el arte; pero, no les interesa el poder establecido.

En términos generales, febrero es el mes de las virtudes más sensibles del homo sapiens o ser humano. Desde la originalidad y autenticidad hasta la pasión por la bondad y la misericordia. Por esa razón, es un mes marcado por la más suprema de las virtudes, como lo es el amor en todas sus dimensiones, formas y medidas.

Los seres humanos (llamados también científicamente Homo Sapiens, por la Biología y demás ramas dedicadas a los orígenes y evolución de nuestra especie), venimos a este mundo como si fuéramos ciegos y mudos.

Les corresponde a nuestras madres y padres transmitirnos los estímulos, las orientaciones iniciales y necesarias para reconocer las cosas y los seres humanos que nos rodean; pero, además, nombrarlas con sus respectivos nombres propios o comunes y diferenciarlas de acuerdo con sus características identitarias.

En ese contexto existencial, material y espiritual, determinado por la objetividad del espacio que nos rodea y la subjetividad que controla y determina nuestro comportamiento individual, se procesan todos los datos, todas las experiencias e influencias, los impactos y los asombros, lo rechazable y lo aceptable del mundo real en el que nos toca vivir.

En las primeras vivencias del ser humano, se conjugan las tres dimensiones de la dialéctica: una, la realidad concreta y objetiva del espacio exterior, rural o urbano, donde nacemos y nos desarrollamos (la tesis); dos, las reacciones que se generan en nuestra mente y las sentimos o experimentamos a partir de la relación con ese espacio exterior (la antítesis) y tres, el resultado final de esa relación sujeto-objeto, que se manifiesta en nuestra forma de pensar y actuar, bien sea para aceptar y adaptarnos  o para rechazar y cambiar esa realidad  (la síntesis).

A partir de este proceso de la dialéctica humana, en sus dos perspectivas: la clásica, tradicional, idealista de Hegel; y luego, la revolucionaria y materialista de Marx, agregamos también, la renovada concepción dialéctica de la complejidad, formulada por Edgar Morin con base en la relación Individuo-Especie-Sociedad.

El Individuo es la personalización del Sujeto social, colectivo, pensante y laborioso; creador y destructor de los procesos dialécticos en los cuales le toca vivir o que él mismo genera de manera personal, desde su praxis histórica social y cultural.

La Especie corresponde a todo el conjunto o sistema del ser humano que somos, radicalmente diferente a los animales y al reino de los vegetales. La especie es la suma de los individuos, el conjunto de los seres racionales, humanos en interacción sistémica y permanente, sustentada en la autopoiesis (facultad de todos los seres vivos para crear y ser creativos) que determina la continuidad de la especie con base en sus propios procesos metabólicos.

La Sociedad es el concepto que corresponde a la totalidad de la vida con base en la interacción permanente entre el individuo, la especie y el medio ambiente o el espacio geográfico, histórico, cultural; en correlación con la moral, la ética, la estética, la religión, la ciencia, los sentimientos, las costumbres y creencias heredadas de la tradición propia y los vínculos con otras culturas (la interculturalidad y la transculturización)

La sociedad es, en definitiva, el gran escenario en el cual el individuo, la especie y todo su entorno histórico, social, funciona como una sola entidad en permanente proceso de construcción, desconstrucción y reconstrucción cíclica del bucle espacial individuo-especie-cultura-historia.

En toda esta complejidad social, se encuentran de manera recursiva el amor y el odio. El primero, retroalimenta y fortalece el sistema de la sociedad humana; en cambio, el segundo la debilita, la fragmenta, divide y destruye. He allí el eterno dilema existencial de “Ser o no ser”, desarrollado por Shakespeare en su obra literaria (Hamlet), que nos ubica siempre frente al dilema entre el Bien y el Mal.

El Bien es el lado ético, moral y estético del amor, porque nace del encuentro primario con nuestra madre que nos cuida y protege de lo malo. De esa fusión y desarrollo del Bien con el Amor, nace y se despliega el heroísmo en los contextos que así lo determinen.

Por su lado, el odio nace y se sustenta en el desconocimiento y/o rechazo de los mejores valores de la moral, la estética y la ética. El odio se identifica con la ignominia, la perversión, el terror y la criminalidad.

 

El HEROÍSMO:

De acuerdo con el diccionario de la Real Academia, el héroe es una persona que se distingue por haber realizado una hazaña extraordinaria, especialmente si requiere mucho valor. Es también el personaje principal en una obra literaria o cinematográfica, especialmente el que produce admiración por sus buenas cualidades.

A partir de las acciones del héroe, tenemos que “el heroísmo es el esfuerzo eminente de la voluntad hecho con abnegación, que lleva al hombre a realizar actos extraordinarios en servicio de Dios, del prójimo o de la patria”. En consecuencia, la acción heroica, espontánea o pensada, es la que genera el heroísmo. Veamos algunas referencias, ubicadas en el febrero rebelde de nuestra propia tradición heroica:

El 28 de febrero de 1854, muere nuestro gran maestro, filósofo, sabio y héroe del pensamiento crítico, dialéctico, sistémico, complejo y liberador, Don Simón Rodríguez. Su alumno más inquieto, tremendo, inteligente y sensible, fue el niño Simón Bolívar. Igualmente, para el niño Simón, el maestro Rodríguez fue el más inteligente, original, sabio y sensible. “Inventamos o erramos” fue y sigue siendo la premisa filosófica más heroica y trascendente de su apostolado.

El 3 de febrero de 1795 nace en Cumaná, el Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre y murió el 4 de junio de 1830. Se destacó como el militar y diplomático más aguerrido en el periodo de lucha por la independencia de Colombia y gracias a su experimentado arte de la guerra, se le permitió llevar el pendón de la Independencia de varias naciones latinoamericanas.

Se puede decir que después de Bolívar, Sucre es nuestro gran héroe que supo enarbolar con dignidad y gallardía, con estricto apego a la disciplina y la lealtad, su deber, su pasión de guerrero y sus dotes de gran patriota libertario y republicano. Es considerado como uno de los militares más completos entre los próceres de la independencia sudamericana.

El 2 de febrero de 1806, con el beneplácito político y el apoyo económico de estadounidenses y británicos, Miranda partió en la Leander hacia Haití, donde se le sumarían dos goletas y el buque Emperador. Su intención era desembarcar posteriormente en Venezuela, obtener el apoyo de la población y comenzar la lucha definitiva por la independencia.

El 12 de febrero de 1814, se realizó la famosa y heroica batalla de la Victoria, contra las tropas realistas y criminales del imperio español. En esa gesta extraordinaria y grande con unas tropas poco experimentadas que estaban formadas por jóvenes estudiantes y seminaristas, José Félix Ribas lanza su famosa, comprimida y heroica arenga a los jóvenes combatientes: «No podemos optar entre vencer o morir, necesario es vencer«.

El 1 de febrero de 1817, nació Ezequiel Zamora en la población de Cúa, estado Miranda (norte) y muere asesinado a tiros el 10 de enero de 1860. Fue el gran líder de la revolución popular del campesinado venezolano contra la oligarquía criolla liderada por el General José Antonio Páez. A sus 43 años de vida, se convirtió en el líder inmortal de la lucha por el derecho a la tierra y la libertad, Su consigna histórica sigue vigente: “Tierras y hombres libres”.

El 15 de febrero de 1819, en el célebre Congreso de Angostura, nuestro Libertador Simón Bolívar, presenta su famoso y estratégico discurso histórico donde expone el proyecto de la nueva República libre y soberana de Venezuela. He aquí un indicador de su pensamiento:

 

Un pueblo pervertido, si alcanza su libertad, muy pronto vuelve a perderla; porque en vano se esforzarán en mostrarle que la felicidad consiste en la práctica de la virtud; que el imperio de las leyes es más poderoso que el de los tiranos, porque son más inflexibles, y todo debe someterse a su benéfico rigor, que las buenas costumbres, y no la fuerza, son las columnas de las leyes; que el ejercicio de la justicia es el ejercicio de la libertad (Pág.124 en Bolívar, Simón. Doctrina del Libertador. Biblioteca Ayacucho. Caracas 2010).

 

El 16 de febrero de 1942, nace el dirigente revolucionario, socialista y anti-imperialista, Jorge Rodríguez (padre); héroe de la generación heroica de la juventud rebelde, de los guerrilleros y combatientes revolucionarios de los años 60-70 del pasado siglo XX.

Su obra más trascendente es haber mantenido su fortaleza ética y moral, filosófica y política, frente a las torturas previas a su asesinato, consumado por sus agresores, pertenecientes a los viejos cuerpos de seguridad del Estado burgués adeco-copeyano del nefasto Pacto de Punto fijo. Su conciencia política y su firmeza heroica, se funden en su propia dignidad de hombre irreductible y valiente.

El 16 de febrero de 1985, cambia de paisaje nuestro cantor Alí Primera; gran poeta y héroe del nuevo canto popular revolucionario, socialista y anti imperialista, comprometido con la patria, la justicia, la solidaridad, el amor y la esperanza, desde el corazón del pueblo de Venezuela. Sus canciones son un compendio de heroicidad estética en el terreno de la música popular venezolana, latinoamericana, caribeña y universal.

 

LA VIOLENCIA

En los procesos históricos de la lucha por el poder y las hegemonías, en las sociedades organizadas, hay una opinión muy clásica, según la cual, la guerra es la continuidad de la lucha política; pero a través de la violencia armada.

Efectivamente eso ha sido, es y seguirá siendo así. Pero, es necesario tener conciencia de lo que es la violencia de la confrontación militar-criminal, en virtud de las contradicciones e intereses de naturaleza antagónicas, estratégicas y altamente conflictivas, en los campos de la economía, la política, la geopolítica, el militarismo, las fronteras geográficas, raciales o etnográficas.

Todas las formas de violencia social son destructivas e indeseables. Por tal razón, desde la cultura económica, socio-política, religiosa y militar, los seres humanos estamos obligados, moral y éticamente, a garantizar los esfuerzos y el empeño indoblegable para preservar y fortalecer la paz, el diálogo, el compromiso y la responsabilidad en la búsqueda de alternativas para el entendimiento y los acuerdos a favor de la paz, la cooperación y la igualdad.

La alternativa para frenar y derrotar la violencia y la guerra, es el amor y la paz, el diálogo y la convivencia, la solidaridad y la fraternidad, el entendimiento y la cooperación, el intercambio y la complementariedad. Es moralmente obligatorio, rechazar e impedir las guerras, porque ellas presuponen un cálculo de muertes programadas como negocio altamente rentable para los poderes imperiales, como lo es el complejo financiero-industrial-militar El Pentágono de Los Estados Unidos de Norteamérica.

En Venezuela, la experiencia de la guerra de guerrillas durante el periodo 1962-1973, dejó un saldo considerable de personas (mujeres y hombres, jóvenes y mayores) encarceladas y torturadas, heridas, muertas y/o desaparecidas. Después de la época de la guerrilla, hubo un tiempo de paz relativa y luego reapareció la violencia social y política. Veamos:

El 27 de febrero de 1989 estalló la insurrección popular, conocida como “El Caracazo”. El pueblo de Caracas salió a las calles, indignado y desesperado de rabia, por el engaño y la burla de que fue víctima por parte del recién electo presidente de la República, el señor Carlos Andrés Pérez (CAP).

El prometió bienestar; pero, hizo lo contrario con su paquete de medidas neoliberales, comenzando con el alza del pasaje y las demás medidas económicas antipopulares, anunciadas y puestas en marcha el 2 de febrero del 1989, cuando inició su nuevo mandato presidencial.

El Caracazo fueron días de insurrección popular, saqueos de comercios, tiendas, almacenes y quema de autobuses y busetas en las calles de Caracas. La desobediencia y la muerte, se confrontaron en torno al paquetazo neoliberal. Lejos de atender la protesta, el gobierno del señor CAP ordenó disparar primero y averiguar después. Finalmente, se evitó la guerra armada; pero siguió la guerra social y económica contra el pueblo.

El 4 de febrero de 1992, se produjo la rebelión de los militares patriotas, encabezados por el Teniente Coronel Hugo Chávez. Igualmente, esta acción fue derrotada militarmente; pero, se convirtió en una victoria política estratégica, en virtud del mensaje de rendición, la imagen y la proyección de un nuevo tipo de liderazgo, encarnado en ese momento por el teniente Hugo Chávez.

Con estos dos eventos, se pone en evidencia que vivíamos una situación histórica llena de tensiones y tentaciones de la violencia favorable a una posible guerra civil. Pero también, del renacer y surgimiento de un nuevo tipo de liderazgo que logró despertar la esperanza y el entusiasmo de la lucha por un país mejor.

 

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Así nació, en medio de las tormentas, lo que ha sido, sigue y seguirá siendo el proceso de la revolución bolivariana, cuyo protagonista principal es el pueblo y su liderazgo chavista bolivariano.

En definitiva, febrero es el mes del año que conjuga dialécticamente y con mayor fuerza, las tres dimensiones de nuestra existencia civilizatoria:  el amor y la paz, que representan el estado ideal de la plenitud humana; el heroísmo en todas sus expresiones civiles y militares de nuestros hombres y mujeres que han protagonizado nuestra historia; y el tercero, la violencia social y política, como tentación para la guerra y amenaza permanente contra la paz y el amor.

He allí la estructura dialéctica de la praxis amorosa, la recurrencia heroica de los procesos revolucionarios y las tentaciones de la violencia social y política que podemos ubicar históricamente en este excepcional mes de febrero.

 

Christian Farías / Ciudad Valencia