La flor de Pascua (Euphorbia pulcherrima) es, sin duda, uno de los símbolos de la Navidad en Venezuela, con sus contrastes de rojos y verdes, encaja en el esquema de colores típico de estas fechas.

Se ha convertido en un gran adorno para muchos hogares y un regalo frecuente, aunque lograr que sobreviva más allá de las fiestas es todo un reto para el aficionado.

Hoy conoceremos algunas curiosidades sobre la llamada también flor de Navidad.

 

¿Dónde tiene la flor?

La pregunta puede parecer trivial, e incluso ingenua: la flor de Pascua tiene unas llamativas y grandes flores rojas, más que evidentes, ¿no?

Pero lo cierto es que las flores de la ‘flor de Pascua’ no son tan evidentes. Esas grandes estructuras de color rojo oscuro —en algunas variedades, blanco— que adornan la planta no son pétalos de las flores, sino una estructura botánica distinta denominada bráctea.

Las brácteas son estructuras foliares, distintas de las hojas comunes, que inicialmente protegen las yemas florales y se mantienen en la base de las estructuras florales de muchas plantas.

 

Estas brácteas rodean la verdadera inflorescencia de la planta: un conjunto de pequeñas flores agrupadas conocido como ciato. El ciato es una agrupación característica de las euforbiáceas, donde se concentran varias flores masculinas y una flor femenina.

Las flores masculinas son reducidas y constan principalmente de un solo estambre, mientras que la flor femenina se distingue por un pistilo prominente; ninguna de ellas tiene sépalos ni pétalos.

Durante el verano, las brácteas son de color verde, pero cambian a rojo durante el otoño. Este fenómeno sucede porque la planta detiene la acumulación de clorofila y comienza la síntesis de antocianinas, para adaptarse a los días más cortos y las condiciones de luz de la temporada invernal.

 

Tóxica y medicinal, una dualidad bioquímica

Mucho se ha hablado del potencial tóxico de la flor de Pascua. Es conveniente no dejar esta planta al alcance de mascotas ni, por supuesto, debe ser consumida por el ser humano.

Como buen miembro del género Euphorbia, la flor de Pascua dispone de un látex con una composición química que le confiere esa toxicidad, por la presencia de pulcherrol, un fitoesterol que, hasta donde se sabe, es exclusivo de esta planta y probablemente el causante de su elevada toxicidad.

Paradójicamente, Euphorbia pulcherrima también esconde un tesoro de propiedades medicinales. El α-sitosterol, un fitosterol parecido en su estructura química al colesterol, o flavonoides como la espinacetina y la patuletina, presentes en la planta, han demostrado tener efectos analgésicos, antiinflamatorios y relajantes musculares. Estos hallazgos apuntan hacia un potencial terapéutico significativo.

Sin embargo, es crucial destacar que la toxicidad inherente de la planta hace que su uso directo sea inviable; el uso medicinal de estos compuestos requiere procesos específicos de extracción química y aislamiento en un entorno controlado de laboratorio.

 

¿Cómo consigo que mi flor de Pascua sobreviva más allá de las fiestas?

Cultivar y mantener una flor de Pascua saludable, para que llegue viva hasta las próximas navidades es una tarea que requiere poner atención a ciertos detalles de su cuidado.

En España por ejemplo, donde las condiciones climáticas varían, es crucial adaptar el cuidado de esta planta a sus necesidades para asegurar su supervivencia y su floración anual.

La flor de Pascua es muy sensible a los cambios bruscos de temperatura. Se desarrolla mejor en un ambiente cálido, evitando corrientes de aire y lugares fríos. Por ese motivo, es mejor mantenerla en el interior de la casa, a una temperatura entre 15 y 22 grados.

Mejor en lugares luminosos pero sin exposición directa al sol, especialmente durante las horas más calurosas del día. Una ventana orientada al norte o al este es lo ideal, donde pueda recibir luz indirecta.

 

El riego debe ser moderado. Es importante evitar el encharcamiento, ya que el exceso de agua puede provocar la caída de las hojas y la pudrición de las raíces. Lo ideal es regar la planta cuando la superficie del sustrato esté seca al tacto, reduciendo la frecuencia en invierno, y siempre a primera hora de la mañana. El sustrato ha de ser ligero, y contar con un buen drenaje —hay quienes ponen piedras o canicas entre la maceta y el plato—.

Durante la temporada de crecimiento, desde primavera hasta finales de verano, se puede abonar una o dos veces al mes con un fertilizante líquido bien equilibrado, para garantizar su estado óptimo en otoño e invierno.

Además, tras la floración, a finales de invierno o principios de primavera, es aconsejable podar la planta, dejando unos cuantos centímetros de tallo para fomentar un nuevo crecimiento. Cada dos años, si la planta sobrevive, conviene realizar un trasplante a una maceta ligeramente mayor con sustrato fresco.

Para inducir la floración en la siguiente temporada navideña y que la planta adquiera esos hermosos tonos rojos, la planta necesita, desde principios de octubre, aproximadamente 14 horas de oscuridad total cada noche durante los dos meses siguientes. Una forma de lograrlo es colocándola en un cuarto oscuro o cubriéndola durante la noche con una caja o una tela negra.

 

Esta medida resulta efectiva solo si la planta está saludable; esta preparación genera un elevado estrés en la planta, y si no se encuentra en buen estado, puede que esas sean sus últimas navidades.

Pero si se siguen estos consejos y se tiene buena mano con las plantas, una flor de Pascua no solo sobrevivirá, sino que prosperará año tras año, convirtiéndose en un hermoso símbolo de la Navidad en el hogar.

 

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