“¿Qué pasará en una civilización donde “las hormonas del amor” son “inútiles”?, se cuestionó un día Michel Odent, un reconocido obstetra francés que está convencido de una de las premisas más interesantes que he escuchado: la forma en que nacemos determina nuestra capacidad de amar.

Odent asegura que todos los expertos que se han abocado a estudiar el deterioro en la capacidad de amar, ya sea a otros o a uno mismo, detectan factores de riesgo en la etapa perinatal.

A su juicio, no es bueno ni para la mujer ni para el bebé perderse “el cóctel de hormonas” (oxitocina, prolactina, endorfina, vasopresina) que se liberan en ese momento.

 

Hoy cuando escuché a la doctora Liliana Marín explicarme las razones por las que se declara una “obstetra proparto” volví a recordar aquella premisa.

Para ella, el nacimiento incide en el vínculo de madres e hijos: “Hay señales hormonales, neurotransmisores, que solo se dan cuando lo primero que conoce el bebé es el regazo de mamá, los olores que sentía dentro de la barriga, su corazón, su calor, es lo que se llama la impronta y es importante”.

Lo más bonito de oírla es que no cree que un parto natural deba estar obligatoriamente rodeado de velas e incienso mientras se entonan cantos a la pachamama (como nos quieren hacer creer algunos), tampoco sataniza ni juzga a quienes, por una u otra razón, tuvieron una cesárea (como si hacen otros), simplemente nos pide conocer los pro de un parto natural, labrar el camino que nos permita dar vida de una manera distinta.

 

“Me angustia no saber de qué manera transmitir el mensaje adecuado porque ahora se ha vinculado los partos con ser jipis o come flores y no es así. En el primer mundo, con el que nos gusta tanto compararnos para otras cosas, las mujeres paren, países como Holanda, Suecia, tienen unos % de cesárea menores al 15%, que además es la recomendación de la Organización Mundial de la Salud”, me cuenta.

 

Tal parece que nos hemos distanciado tanto de las practicas adecuadas que estamos convencidos, como sociedad, de que los partos son terribles, traumáticos, riesgosos, mientras que las cesáreas son seguras.

De hecho, Lilian recuerda que durante sus años de estudio en la Universidad Central de Venezuela le enseñaron una forma de ejercicio que privilegia los partos pero al graduarse le toco ver como la teoría se había deformando en la práctica: “Vi como muchos colegas daban justificaciones falsas para programar cesáreas, un juego en el que también caen las mujeres, sus familiares, el entorno”.

Por eso, se trasladó a una clínica donde trabaja apegada a sus premisas, pero aún así no ha sido sencillo bajar los índices de cesárea. “Hay acceso a la información pero eso no se traduce necesariamente en que las mujeres busquen el parto natural. Yo se lo atribuyo a la falta de referentes. De repente, una embarazada en Venezuela se mete en Instagram y ve partos lindos en Australia, Reino Unido o Francia, pero le cuesta visualizarse así acá”.

 

Con ese fin, ha lanzado la etiqueta #mihistoriabonitadepartoenvzla, donde pueden encontrar relatos 100% nacionales: “Necesitamos ver diferentes modelos de nacer, historias reales, contadas por las mujeres, que no seamos los obstetras hablando sino ellas, no pretendo que sea algo edulcorado, romantizado ni irreal, porque los partos son intensos, salvajes, transformadores y los que nos dedicamos a esto sabemos que es posible que una mujer salga transformada de su parto, empoderada, con su autoestima afianzada”.

Hacer este tipo de afirmaciones en un país con fuertes problemas económicos, donde parir en hospitales es un caos y existe un fuerte negocio privado alrededor de las cesáreas, no es tarea fácil.

“Justo eso nos ha llevado a que la gente crea que solo hay dos posibilidades: partos traumáticos o cesáreas planificadas y eso no es así. Hay muchos grupos en diferentes partes de Venezuela luchando por la humanización del parto, pero no terminamos de unirnos para que esto llegue de forma masiva y que no sea visto como algo elitista. Las mujeres que van a parir en los hospitales deben entender que esto también puede ser una realidad para ellas si se preparan y luchan”.

 

Para ella, hay varios puntos claros. “Primero, estoy convencida de que el cambio no vendrá de los obstetras, no tengo prurito en decirlo, tiene que venir de las embarazadas que busquen algo diferente, se informen, cuestionen, pregunten, dejen de ser pasivas en sus relaciones medicas, las cuales son asimétricas, especialmente si se trata de una primeriza. Segundo, hay que hacer talleres pre natales, conocer las leyes”.

“No es una decisión trivial. La cesárea es una cirugía mayor, aunque sea haga todos los días y casi siempre salga bien, pero tiene repercusiones, sobre todo cuando es innecesaria. Pero, además, hay otro montón de cosas que seguimos haciendo mal como la separación sistemática de los bebés y las madres para llevárselos al mal llamado reten de niños sanos que no tiene ninguna justificación, es tercermundista y la hemos normalizado. Un bebé que nace sano debe estar en el regazo de su mama, sea parto o cesárea”, asegura.

Definitivamente, los nacimientos marcan a las mujeres y a los bebes, implican un antes y un después. Tal vez por eso, todos hemos estado en una reunión familiar donde las madres echan el cuento de su parto, y de una u otra forma, nos tocan, nos afectan.

Si tu historia es humanizada, respetada, aleccionadora, cuéntala: #mihistoriabonitadepartoenvzla y difundamos el amor desde el momento en que le abrimos los ojos al mundo.

 

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