La palabra de hoy, aunque es propia del lenguaje de los ingenieros, constructores y albañiles, curiosamente tiene una larga tradición en la historia política de Venezuela. Aclaremos de una vez que hablamos de nuestra vieja y noble cabilla, tan útil para dar solidez a las construcciones como para romperle la cabeza al prójimo.
Lo decimos en recuerdo de aquella época en que no había mitin o manifestación donde no estuviera presente la cabilla, arma de reglamento de las “brigadas de orden” a menudo envuelta en un pedazo de periódico, formando un artefacto contundente que los expertos en la materia solían denominar “bollito de pan”.
La palabra cabilla procede del latín clavicula, “llavecita, es decir, diminutivo de clavis, llave, y probablemente entró en nuestro idioma a través del portugués cavilha, clavija. Lo que más llama la atención en esta voz, al menos para los venezolanos, es que por donde quiera que se la mire al consultar el Diccionario es un término náutico que si algo tiene que ver con la construcción es con la de buques, no con la de edificios u otras obras terrestres.
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El Diccionario recoge la expresión “hierro cabilla”, el forjado en barras redondas más gruesas que las del “hierro varilla”, de la cual proviene posiblemente el sentido venezolano de la palabra; aunque respecto al “hierro varilla” nos deja en las mismas al definirlo como “el forjado en barras redondas de poco diámetro”.
En fin, no deja de ser irónico el que de clavicula provenga precisamente el nombre de un objeto que sirve para romper clavículas, omóplatos, occipitales y cuanto hueso se le atraviese.
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Tomado del libro “La palabra de hoy / Programa radial” (Cenal, 2014)
Autor: Aníbal Nazoa González (Caracas, 12 de septiembre de 1928 – Ibíd., 18 de agosto de 2001) poeta, periodista y humorista, considerado «uno de los escritores venezolanos que mejor retrató el siglo XX».
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