Christian Farías- dialéctica - La victoria de la paz

“La victoria de la paz y la derrota de la guerra”… El título de este texto, resume y expresa de manera clara y directa, la dos visiones en pugna, en torno al destino inmediato de nuestro país: la guerra o la paz. No hay otra alternativa. La incitación a la guerra es una necesidad para el imperio norteamericano, con la cual intenta superar todas sus derrotas, en todos los intentos que han puesto en marcha para destruir la sólida continuidad del proceso revolucionario bolivariano; que ha logrado llegar a la solidez de los 25 años de dura, compleja y difícil fragua de avance con pies propios y ligeros.

Es indudable que el liderazgo, sólido y firme, constructivo y transformador, estimulante, amplio y categórico, iniciado por el comandante Chávez, como un nuevo modelo de la lucha revolucionaria de todo el pueblo contra el enemigo táctico y estratégico, inmediato y feroz; como lo es el imperio gringo. Igualmente, es indiscutible que el actual presidente Nicolás Maduro, ha seguido fielmente y con estilo y métodos propios, el legado y las orientaciones del comandante eterno.

En tal sentido; es fácil deducir que, efectivamente, el pueblo de Venezuela ha logrado forjar su propio modelo de liderazgo del siglo XXI, sustentado en la doctrina inmortal de nuestro libertador Simón Bolívar, junto al ideario de Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora. Podemos decir, entonces, que Chávez y Nicolás, encarnan y representan con absoluta lealtad, el nuevo modelo de liderazgo liberador y socialista del siglo XXI.

Por esa razón, objetiva, real y concreta, el imperio sabe que aquí, en la patria de Bolívar y toda la legión de libertadores, su hegemonía imperial está derrotada por un nuevo modelo de profundo aliento popular, de sabor y celebración de pueblo armado de amor patrio, de mucha dignidad y elevado espíritu de grandeza, lealtad y sueños reales, concretos y colmados de amor a la patria.

La historia de las guerras es la negación de la historia de la paz; y viceversa, los tiempos en que reina la paz, la guerra queda negada. La humanidad vive para construir su propia historia sobre las robustas fuerzas de la paz, concentradas y organizadas para el trabajo, los estudios, las ciencias, las artes, la recreación, la creatividad, la imaginación, la cooperación, la solidaridad, el bienestar y la unión nacional de los pueblos.

La mejor y más segura forma de vida, se sustenta y está garantizada en la paz; como condición vital y rectora del equilibrio sano y socio productivo de los pueblos y naciones. Sólo la paz es la mejor y más segura garantía, plena y absoluta, para la sana convivencia, auto sustentada en la justicia, como garantía de la igualdad, fortalecida en el diálogo, las leyes y la paz duradera, total y absoluta, firme y sólida, arraigada y controlada por las propias comunidades organizadas para el cultivo y la defensa de la independencia y la soberanía.

Si Marx concluyó en que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, de los oprimidos contra los opresores; entonces, podemos decir que los opresores han sido, son y seguirán siendo los agentes generadores de las guerras; y no los oprimidos que, legítimamente, luchamos por la igualdad de derechos y deberes, la soberanía, la libertad y la independencia.

Cada continente, cada país, nación, pueblo o comunidad, tiene el derecho natural, legítimo, jurídico y constitucional de vivir en paz. No podemos seguir permitiendo que los poderosos sigan imponiendo su poder a través de las guerras o la superioridad productiva, científica, tecnológica, industrial y militar.

El mundo global no se puede reducir a un centro de poder mundial, erigido como el poder imperialista, único y absoluto, que determina e impone el destino de los pueblos, dividiéndolos entre desarrollados y subdesarrollados, imperios y colonias, fuertes y débiles, ricos y pobres, gobernantes o empresarios con todos sus derechos y pueblos explotados y oprimidos sin bienestar ni derechos sociales o humanos, tal como trágicamente lo ha padecido nuestro hermano pueblo de Palestina y muchísimos otros pueblos de África, Asia, Europa, Oceanía y América.

Esas diferencias agudas, injustas y criminales, han sido y siguen siendo aún, las formas históricas de las relaciones de Nuestra América Latina y Caribeña con el imperio del Norte y sus aliados subordinados y serviles, de la vieja Europa, cuya tradición imperialista está preñada de conflictos bélicos, destructivos y retrógrados.

Siempre debemos recordar que las fuerzas del BIEN y las fuerzas del MAL, han sido, son y seguirán siendo antagónicas; en el marco del sistema capitalista mundial, sostenido y alimentado por los grandes poderes del capitalismo imperialista y sus instrumentos militares, tecnológicos, mediáticos, políticos, culturales.

En consecuencia, las fuerzas del Bien y las fuerzas del Mal, seguirán confrontándose en torno a la paz, el bienestar y la felicidad o la guerra, el malestar y la tragedia. De hecho, el imperio norteamericano, desde el nacimiento de la Doctrina Monroe (América para los americanos, 2 de diciembre de 1823) hasta hoy, se ha orientado en dos direcciones fundamentales: una, para imponer su poderío capitalista tecnológico, financiero y militar; y dos, generar guerras permanentes y duraderas para retroalimentar sus fábricas de bombas para imponer su hegemonía, ejecutando crímenes de lesa humanidad.

El historial de las guerras de todo el siglo XX y lo que estamos viendo en nuestro siglo XXI, no es otra cosa sino la inmensa obra diabólica y criminal de los célebres y trágicos gobernantes de los Estados Unidos de Norteamérica. Es un imperio relativamente nuevo; pero, militar y humanamente, es el mismo y antiguo imperio inglés de piratas y corsarios, criminales y asaltantes de caminos por mar y por tierra.

En paralelo y rechazo a la Doctrina Monroe, nuestro Libertador Simón Bolívar trazó la línea estratégica y profética de la Gran Colombia, que confederara a todas las naciones del Sur, el Caribe y Centroamérica en una sola y grande nación, libre del imperio español y unida en la grande e inmensa gesta de construir su propio destino: La gran Colombia que hoy reclama la unión de toda la América Latina y el Caribe.

Efectivamente, hoy más que nunca, la alternativa bolivariana de la Gran Colombia, sigue vigente; y más temprano que tarde, ese imperio se caerá por su propio peso de perversidad moral y ética, su arruinada población, sus legiones de seres atrapados en las drogas y la criminalidad; y su pérdida de poderío tecnológico, económico y financiero, frente a las dos grandes potencias indestructibles del mundo de hoy: la Gran China y la Gran Rusia.

Efectivamente, las recientes confrontaciones de misiles en los más sensibles escenarios de la vieja Europa, pusieron en evidencia global el inmenso y eficaz poderío de misiles que posee la gran Rusia, contra el cual Estados Unidos no pudo accionar nada. A partir de estos acontecimientos, se produjo un alto a la guerra genocida de Israel contra Palestina y, al parecer, habrá paz y recuperación para el heroico y grandioso pueblo de Palestina, Dios mediante.

Frente a un panorama tan complejo, difícil y determinante para el futuro inmediato de la humanidad, es necesario que los países y pueblos de América Latina, asumamos la unión, la solidaridad, la cooperación y todas las formas o modelos de diálogos para el entendimiento, la integración regional y la paz firme, sólida y duradera.

La soberanía integral de cada país, debe tributar y coexistir con la unión y la soberanía de toda la América Latina y el Caribe. No es tiempo para aislarse y competir. La historia reclama la unidad firme, orgánica, táctica y estratégica de las naciones americanas para contener y derrotar al imperio genocida sediento de sangre.

No se puede permitir que el imperio del Norte, imponga su hegemonía con su fuerza imperial, para utilizarnos y destruirnos, en función de salvar y fortalecer su propia hegemonía imperial, hoy en plena decadencia y minusvalía, frente a China y Rusia, que son las potencias más poderosas del planeta; pero, sin pretensiones imperiales y hegemonistas para someter nuestros pueblos a sus designios particulares.

Es indudable que nuestro presidente Nicolás Maduro, se ha convertido en todo un sabio de la política, las estrategias y las tácticas; las alianzas, los pactos y acuerdos con las fuerzas amigas, para obtener las victorias necesarias. Desde el año 2013 hasta hoy, nuestro presidente se ha convertido en un héroe indestructible, un gran estratega, gran maestro de la táctica, las alianzas y la jerarquización de las acciones, el diálogo y el desarrollo del estado de bienestar del pueblo, como derecho consagrado en nuestra Carta Magna.

En definitiva, nuestro presidente Nicolás Maduro ha marcado con su praxis histórica, los cambios fundamentales de nuestro tiempo. Se ha sustentado de manera práctica y eficaz, en la dialéctica marxista, para no extraviarse de la lucha de clases; en la teoría crítica, para sanear las estructuras burocráticas, ineficaces y corruptas del Estado; en el pensamiento complejo, para saber interpretar la dinámica de nuestras propias contradicciones históricas; y la teoría de sistemas, para precisar las correlaciones de toda la estructura del Estado y la sociedad venezolana.

 

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Frente a esa riqueza y fortaleza en el dominio práctico de la táctica y la estrategia, nuestro presidente, ha mostrado su alta capacidad para saber ganar las batallas contra el imperio y sus lacayos “criollos”, que han quedado hoy total y absolutamente derrotados, atónitos, frustrados y desmoralizados.

De acuerdo con estos indicadores de la guerra no convencional, nuestro país ha resultado victorioso; pero, igualmente, con nuevos y viejos problemas relacionados con el estado de bienestar social de todo el pueblo venezolano. En definitiva, el conductor del proceso bolivariano, ha trazado una ruta de victorias seguras hacia la recuperación total del estado de bienestar del pueblo que somos y la consolidación de la ruta ya iniciada de la independencia y soberanía económica, socio-cultural, científica y tecnológica.

 

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