«La vigencia del Bolero» por Ramón Toro

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La vigencia del Bolero… Son muy pocas las cosas que escapan a ese fenómeno social y alienante conocido como la moda. Las épocas que conforman nuestras vidas y las que estudiamos están marcadas por ella. La música constituye un marco referencial a la hora de evocar o recrear situaciones vividas, y también está sujeta a la moda, sin embargo, algunos géneros logran burlar ese cerco y trascender en el tiempo.

Tal es el caso de la música clásica, del Jazz y del Bolero, este último, ritmo romántico por naturaleza, el Bolero antillano y centenario tuvo varias décadas de efervescencia durante el siglo XX, sobre todo a mediados, en Cuba, México, Puerto Rico, Venezuela y otros países más allá del Caribe.

Este ritmo, considerado como el más adecuado para llegar al corazón de una mujer, para enamorar, para despedirse, expresar sentimientos, cantarle al amor, a los celos; a pesar de tener más de cien años de creado y tantos intérpretes legendarios no es asimilable de buenas a primeras, requiere de cierta atención para su descubrimiento, para su aceptación, para su deleite, será tal vez por esa razón que muchos jóvenes afirman que es música para viejos.

Al igual que los otros estilos musicales mencionados requiere de cierta dedicación para poder apreciarlo y valorarlo. Recuerdo en mi infancia y adolescencia que en las fiestas y reuniones se escuchaba y bailaba Salsa, pero siempre que en el disco (Long Play) venía un Bolero, éste era adelantado al siguiente tema. Ese fue un hábito que yo también adopté al igual que mis amigos de la época y creo que contribuyó a ese distanciamiento de muchos jóvenes con este estilo de música.

Cuando irrumpió en el escenario venezolano La Dimensión Latina, a inicios de los 70’s, con esas versiones de temas cubanos de Ernesto Lecuona (Si tú supieras); de Miguelito Valdés (Dolor cobarde), de Jacinto Scull (Nadie más que tú); de los puertorriqueños Pedro Flores (Blancas azucenas); Bobby Capó (Mi adorada), Rafael Hernández (Quisqueya), entre otras adaptaciones, esa costumbre de adelantar los Boleros en los discos fue cambiando.

La fusión de Bolero y el Son, más el derroche de carisma de Oscar D’ León y Wladimir Lozano (la mejor dupla salsera de Venezuela), contribuyó a la asimilación de este género por parte de los jóvenes, e incluso entre niños, y sobre todo con ese clásico del panameño Ricardo Fábregas “Taboga” (1975).

A eso debo sumarle, por lo menos, tres canciones que rompieron la barrera (en cuanto al gusto) entre jóvenes y adultos por esta música. Los temas “Mi calvario”, de Carlos “Tabaco” Quintana, en su propia voz; “Temes”, de Tite Curet Alonso en la voz de Vitín Avilés, y “Por qué ahora”, de Bobby Capó en la voz del mismo Avilés, fueron de mucha aceptación por gente de todas las edades. Al nombrar a estos cantantes y autores no pretendo sacar del escenario a todo ese caudal de figuras que integraban orquestas como La Sonora Matancera, La Billos y tantos solistas.

Se habla de ritmos que van y vienen (Merengue House, Lambada, Reguetón, entre muchos otros), que han estado o estuvieron sujetos a una época, a una moda, intérpretes que dependían de un éxito radial para estar a flote, no obstante, no ha sido ese el caso del Bolero. Su vigencia está sujeta a una triangulación de buenos intérpretes, buenos arreglos musicales y composiciones poéticas, fórmula perfecta para verdaderos clásicos y joyas musicales teniendo como protagonista esencial en su temática el amor.

Claro está, de lo que sí no pudo escapar el Bolero es de esa sequía de talentos, tanto de compositores como de intérpretes, que ya no abundan, lo cual le ha dado paso a tanta música mediocre y cuestionable, que lejos de ser moda ya parece algo permanente y generacional con un sorprendente respaldo de las emisoras de radio y la televisión. En todo caso, en el arte lo extraordinario no pierde vigencia, aunque no forme parte del día a día comunicacional, es una vigencia silenciosa y latente.

 

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Desde hace tiempo he dicho que somos herederos (en todas las artes) de obras maestras milenarias y, sin embargo, observamos un divorcio sorprendente entre esa herencia y los niños y jóvenes en el presente. Hay muchas cosas que uno descubre por voluntad propia, pero otras las conocemos por recomendaciones de amistades, por lo tanto deben ser promocionadas con un empeño algo desmedido para que algo quede y sea apreciado por las generación del momento.

Aún recuerdo, estando de moda el mexicano Luis Miguel con esas producciones de Romances 1 y 2, a una alumna del 4to año de bachillerato, que me hablaba maravillada de esas canciones del astro mexicano, y su gesto de sorpresa al decirle que esos temas, en su mayoría, eran de los años 60’s y 70’s.

Esos álbumes con temas de Armando Manzanero, José Alfredo Jiménez, César Portillo de la Luz, Julio Gutiérrez, Consuelo Velázquez, José Antonio Méndez, entre otros, fueron una buena muestra de que los clásicos siempre tendrán aceptación si son bien promovidos.

 

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Ramón Emilio Toro Martínez (Caracas-Venezuela, 1966) es licenciado en Educación, mención Lengua y Literatura, de la Universidad de Carabobo (UC) en 1993. Es también Productor Nacional Independiente y locutor con experiencia en el desarrollo de programas radiales sobre música afrocaribeña en la ciudad de Valencia, estado Carabobo: Ciento por ciento Natural, por Lago 91.5 FM; Letras y Notas, por Salsera 96.3 FM, y Óyelo que te conviene, por RNV Región Central 90.5 FM. Es autor del libro «Letras y Notas sobre la Música del Caribe» (2020), presentado en la FILVEN Caracas 2020 (Casona Cultural Aquiles Nazoa) como el único proyecto editorial independiente de ese año. 

 

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