El pasado 8 de abril se cumplieron 51 años del fallecimiento del genio de la pintura Pablo Picasso. El creador del cubismo murió en su casa francesa a la edad de 91 años, a causa de un edema pulmonar, este hecho me hizo recordar uno de los relatos más simbólicos sobre el día de su nacimiento y cómo, desde entonces, la muerte se presentaría una y otra vez, cual maldición picassiana, a todo aquel que lo rodeara.
El mismo Pablo decía que en muchas ocasiones le contaron lo difícil que fue su llegada al mundo, y es que para el momento del parto lo dieron por muerto debido a una asfixia; por lo que su comadrona lo apartaría para darte prioridad a la vida de su madre, pero para fortuna del arte, y tal vez para sufrimiento de muchos, al tío médico de Pablito se le ocurrió prender un cigarrillo y soplarle el humo en la cara, y es así como Pablo Ruiz Picasso con un maullido regresaría de su primera muerte.
Tal vez la muerte no venía por Pablo, sino que el éxito le cobraría con las almas que más lo adoraron. El primer evento que marco al artista fue a la edad de 13 años, cuando su hermana María de la Concepción, conocida como Conchita, muere debido a una difteria, epidemia que arropó la ciudad de la Coruña, en Galicia, España, a finales de 1894.
Pablo devastado para el momento promete en el altar de una iglesia de La Coruña que si su hermana se curaba el abandonaría su más grande sueño: ser un artista, pero Conchita muere y Picasso es liberado de tal promesa.
Años más tarde, El Pequeño Goya, ahora conocido como Pablo Ruiz Picasso, se embarca con su gran amigo, el poeta y pintor Carlos Casagemas, a París, aquí los dos en busca de excesos y burdeles visitan el mítico Moulian Rouge, lugar en el que Casagemas se enamora locamente de la bailarina Germaine Pichot.
Lamentablemente para Carlos aquel amor no era correspondido por lo que luego de múltiples rechazos, en un ataque de desesperación y falta de cordura, saca su arma e intenta dispárale a su amada, por suerte Germanie sale ilesa, sin embargo, el decide apuntarse a sí mismo y quitarse la vida.
Sin duda alguna, el impacto que tuvo la muerte de Casagemas en Picasso dio inicio a uno de los periodos más interesantes del creador: la época azul, donde predominaría la muerte, la miseria y la tristeza. Estas dos muertes marcaron un antes y un después en la obra de Pablo Picasso. Sin embargo, faltarían cinco muertes más que el artista tendrá en su repertorio más allá de su propia muerte.
Esposas, hijo, nieto y amante
Olga Stepánovna Koklova fue la primera esposa y madre del primer hijo de Picasso, una bailarina del Imperio Ruso de la compañía Ballets Rusos, que gracias a su origen aristocrático logró introducir a Pablo en la alta sociedad parisina, lo cual le permitió posicionarse y vender muy bien sus obras, pero todos conocemos la faceta de Don Juan de Pablo, y es que aun estando casado, y sin remordimiento, comienza una relación con su amante, la modelo francesa Marie-Thérèse.
Pero para El Minotauro no era suficiente tener dos amantes y es así como entra en escena la fotógrafa Dora Maar, este trío de amantes picassianas enfrentarán trágicas enfermedades, incluyendo la muerte, después de conocer y amar a Picasso.
La primera en fallecer fue Olga, quien con apenas 63 años, luego de un infarto y prácticamente inmovilizada, muere de cáncer; Picasso nunca se presentó en el funeral. Por otro lado, el primogénito y único descendiente reconocido por Picasso, Paul Joseph Picasso Koklova, también hijo de Olga, creció prácticamente abandonado, maltratado y desvalorado por el artista, y a pesar de que años más tarde su padre lo nombrara su mandadero y chofer, este se refugia en el alcohol y como consecuencia muere de cirrosis dos años después del fallecimiento del genio, dejando a sus tres hijos: Marina, Pablito y Bernard.
Cuando Picasso muere, su segunda esposa, Jacqueline, prohibió velar el cuerpo a todos los hijos y nietos. Aquí su nieto Pablito, quien adoraba al artista más importante del siglo XX, inmerso en la tristeza y la humillación, decidió beberse una botella de lejía que acabó con su vida. El nieto de Picasso, agonizando por una hemorragia intestinal muere con tan solo 24 años de edad.
Por su parte, la modelo francesa y madre de Maya, Marie-Thérèse Walter, cuatro años después de la muerte de Picasso, decide ahorcarse en el garaje de su casa, convencida de que tenía que cuidar de él incluso una vez muerto.
Y Jacqueline Picasso, conocida como segunda esposa del artista, se suicida de un disparo en la cabeza a sus 59 años, luego de perder al amor de su vida. Jacquelin fue enterrada en el castillo de Vauvenargues, junto a su esposo. La última musa de Picasso fue inmortalizada en más de 400 retratos realizados por el artista, convirtiéndose entonces en la amante más retratada a lo largo de toda su vida.
«Soy Jacqueline Roque. Viví junto a Picasso 18 años. El murió en mis brazos. Me llamaron enfermera, esclava y carcelera. Fui su mujer».
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Las Sobrevivientes de Picasso
Es imposible resumir la vida de Pablo en un artículo, así que los invito la semana que viene a descubrir quienes fueron las sobrevivientes de Picasso y cómo el amor, la muerte, el dolor, la locura y el arte se unieron para darle nombre al genio de la pintura del siglo XX.
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Penélope Tovar, artista plástica, egresada de la Escuela de Artes Plásticas “Arturo Michelena”; es también licenciada en Pedagogía Alternativa, mención Desarrollo Artístico, por la Universidad Nacional Experimental “Simón Rodríguez” (UNESR). Ha participado en exposiciones colectivas a nivel nacional (Galería de Arte) e internacional (Canadá, EEUU, Reino Unido, Portugal y España). Exposiciones individuales: Museo de Bellas Artes de Caracas y Museo de Arte Valencia (MUVA). Reconocimientos: Artista Joven del mes de Noviembre 2021 por el Museo de Bellas Artes, Caracas, Venezuela.
Actualmente es facilitadora en Arte-terapia en el Centro de Neuro-desarrollo “KOKIGYM”, apoyando en la rehabilitación de niños y niñas con discapacidad.
Ciudad Valencia / Foto de la autora por Penélope Tovar
