El importante papel de la mujer en la sociedad puede verificarse en los tiempos de cambio. Cuando la sociedad entera brega por una ruptura con lo viejo, la rebeldía femenina señala y hace temblar hasta las más firmes y escondidas raíces del orden constituido, colocando ante sí el hito extremo de los radicalismos.

Así había sido durante los episodios revolucionarios en Francia desde 1789 en adelante. Solo basta recordar el papel de las mujeres de la clase más desposeída de París en la caída de la monarquía y en el sostenimiento de la capital revolucionaria y el martirio de Olimpia de Gouges, quien pagó con su vida por tomar partido por los girondinos luego de la Revolución Francesa (1793).

Para 1870, con el inicio de la guerra franco-prusiana, habían proliferado las primeras organizaciones de mujeres, sociedades y asociaciones, pero en las cuales dominaba el pensamiento burgués, la idea de que la lucha de género era un hecho aparte de la lucha de clases; muchas solo deseaban la integración de la mujer al mundo burgués.

Por su parte, el crecimiento de la industria destruye las formas familiares tradicionales y arrastra a la mujer y al niño a vender su fuerza de trabajo, a integrarse al proletariado. Esto y las desesperantes condiciones empujaron a muchas mujeres de nuevo a la lucha, incorporándose a los comités de vigilancia y a la Guardia Nacional.

Protagonizarían las mujeres del barrio de Montmartre el episodio heroico del 18 de Marzo de 1871, que marca el inicio de la Comuna.

Los batallones de mujeres fueron los más decididos y valientes como el de 120 comuneras que defendió la barricada de la céntrica plaza Blanch hasta ser masacradas.

 

¿Qué defendían estas mujeres?

La Comuna, además de darles el derecho de defender su ciudad del invasor y el burgués y reconocer su valentía, constituía el único poder que asumió, en gran escala, la economía de cuidados al establecer guarderías y albergues para los hijos de las obreras, en requisar las propiedades abandonadas y los bienes de primera necesidad acaparados para alimentar y cuidar a niños, enfermos y ancianos, quitando un peso de siglos de sobre los hombros de la mujer, la cual se vio con el derecho a educarse y participar políticamente.

La #Comuna demostró ser el instrumento político de las mujeres para tomar la dirección de su destino en su propia mano, barrer el cúmulo de todas sus humillaciones, tanto las tradicionales como las modernas.

 

¡Abajo el Patrón!

Autogestión obrera Carlos Marx en el “Manifiesto Inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores” hacía un balance de la experiencia de las cooperativas de trabajo, la cual calificó en su momento como “la mayor victoria de la economía política del trabajo”.

La experiencia de estas demostraba que no es necesario que los medios de producción estén monopolizados por la clase capitalista como instrumentos de dominación y de explotación del trabajo mismo, y también que el sistema de trabajo asalariado, fuente de la servidumbre moderna, es históricamente superable por el trabajo de los productores libremente asociados.

Señalaba, sin embargo, que para emancipar a las masas trabajadoras, la cooperación debe alcanzar un desarrollo nacional y, en consecuencia, ser impulsada por medios nacionales, promoviendo la autogestión generalizada y la solidaridad de clase.

El caso de La Comuna de París fue ante todo el de un Gobierno de la Clase Trabajadora en confrontación abierta contra quienes se apropian del producto de su trabajo.

Estos heroicos comuneros y comuneras no se dejaron embaucar por los prejuicios de la sociedad burguesa y su legislación. Comprendieron que sus intereses eran opuestos a los de la burguesía, emprendiendo así una definitiva ruptura política.

El poder comunal levantó todos los obstáculos que impiden el desenvolvimiento de nuevas formas económicas.

La Comuna, las obreras y obreros armados, tomaron medidas revolucionarias, como la contraloría de los alquileres de propiedad, la utilización de edificios ociosos para solventar el problema de la vivienda, la instauración de bolsas de desempleo por ayuntamiento, la abolición del trabajo nocturno, entre otras.

Y en el ámbito productivo, los comuneros marcaron un precedente importante en la historia de las luchas obreras al conformar Asociaciones de Trabajadores y cooperativas obreras, con las cuales tomaron las empresas abandonadas por la burguesía para que fueran puestas a producir en función de la satisfacción de las necesidades sociales, y bajo Nuevas Relaciones entre los productores. Dichas fábricas y talleres constituyeron un claro ejemplo de control obrero.

Es importante destacar que las y los comuneros dieron la educación de todos los miembros de la clase obrera, combinando la educación entre trabajo manual e intelectual para hacer frente a la División Social del Trabajo.

Es por este uso del poder político que se desata el poder creador del pueblo, que Marx denominaría a la Comuna como “la forma Política por fin encontrada que permite realizar la emancipación económica del trabajo”.

Hoy que los pueblos del mundo continúan siendo víctimas de las embestidas del capital monopolista, de sus crisis periódicas, la quiebra de países enteros, la expoliación de los países dependientes y la oprobiosa acumulación de riquezas por parte de la burguesía, la clase obrera está llamada a retomar la senda comunera, superando la crisis con autogestión general y promoviendo la unidad y la solidaridad de los trabajadores del mundo.

“Cuando el trabajador coopera de forma planificada con los demás, se despoja de las cadenas de la individualidad y desarrolla las aptitudes de la especie”. Carlos Marx.

#A150DeLaComunaDeParis

 

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Yosmary Delgado

Comunicadora y Analista Política.