#Opinión: “El gas directo huele muy mal” por Ismael Noé

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En aquel episodio trágico de la obra Hamlet de Shakespeare se originó la frase «algo huele mal en Dinamarca», con la que en la vida política se designan las cosas que no marchan bien en un país por causa de la corrupción.

Todo comenzó cuando la fiebre del dólar aun no nos había arropado. El comandante Chávez, siempre visionario, emprendió la gasificación por tuberías o gas directo para las comunidades populares.

En Valencia, sectores como 13 de Septiembre, Barrio Venezuela colindante con La Bocaína y la Fundación Mendoza, así como urbanismos de la Gran Misión Vivienda Venezuela, entre otros, fueron beneficiados con la acometida del gas directo. En ese entonces, grupos de cooperativas como la del recordado Jorge y Alexander Núñez (padre e hijo) jugaron un papel fundamental para la culminación de las obras que tanto beneficio trajeron a dichas zonas populares.

La urbanización La Isabelica fue también incluida en el proyecto, urbanismo desarrollado por Raúl Leoni a través del Banco Obrero, que luego pasaría a ser INAVI, e inaugurada por Rafael Caldera.

Los trabajos en La Isabelica fueron repentinamente paralizados sin explicación alguna por parte de PDVSA Gas ni de ningún otro ente público o privado. Cientos de metros de tuberías ya instaladas y cajetines de conexión a las puertas de casas y edificios (bloques) fueron abandonados, muchos sufrieron destrozos en las llamadas “guarimbas”.

No fue sino hasta fecha reciente del calendario pandémico cuando, no se sabe quién, ni cómo ni por qué, decide retomar la vital obra. Pero lo que si es seguro, es que esta vez se esgrime un argumento tajante al estilo Sebastián Piñera: “Nada es gratis en esta vida”, acompañado del consabido ritornello “Papá Estado se acabó”. Así que vayan preparando sus dolarillos, lechugas, trumps, verdes o como los prefieran llamar.

Pareciera un mal chiste si la cosa no fuera tan seria.

La coartada luce perfecta, si quieren disfrutar del gas directo, abandonar la leña y la cocinita eléctrica y reinsertarse en el Siglo XXI, deben bajarse de la mula, por cada casa y por apartamento. A fin de cuentas “cada vecino tiene a un familiar en el exterior que le manda los verdes”, aseguran en coro los nuevos actores, como poseídos por una nueva religión.

En este pandemónium en tiempos de pandemia, valga la redundancia, brillan por su ausencia los responsables del conflicto, los vecinos se dividen entre «dolarizados» y «no dolarizados». PDVSA Gas asegura no trabajar con voceros políticos sino con la comunidad, al tiempo que quienes se abrogan la representación de la comunidad son las llamadas “estructuras”, léase Clap, Ubché, jefes de calle, entre otras.

El ciudadano gobernador y el alcalde encienden mechurios al tiempo que instruyen a viva voz que “nadie debe pagar”. Otro funcionario de alto rango a quien yo llamo de cariño «Wuaraira Repano» asegura que “la tercera edad está exonerada”, asi que “abuelito” quédate en casa y no andes formando líos, al tiempo que un cuarto burócrata grita “yo no fui”. Mientras tanto la “estructuras” continúan haciendo el trabajo sucio empleando el psicoterror en pleno año electoral. A fin de cuentas, para reunir los verdes puedes hacer rifas, verbenas, tortas o vender tu nevera o algún otro coroto (menos la cocina a gas claro está).

Lo cierto del caso es que no existen vallas de obra que reflejen el monto de la misma, la contratista y el ingeniero responsable. No sabemos si se licitó como manda la ley, no existen estudios socio económicos previos que determinen quienes están en capacidad de pagar y a cuanto ascienden los montos, que dicho sea de paso hoy superan los 150 dólares por vivienda.

Ningún funcionario o “líder” de comunidad puede obligar a nadie a firmar una renuncia al disfrute de ningún servicio público en caso que no pueda pagar el costo de la instalación, sin que este despropósito signifique una clara exclusión y violación de los DD.HH. Estos mecanismos coercitivos contradicen la Constitución Nacional y las leyes de la República y son tema de interés para la Defensoría del Pueblo y el Ministerio Público.

El gas doméstico además de oler muy mal es altamente explosivo, sobre todo a las puertas de unas megaelecciones. Dios nos agarre confesados.

 

Ismael Noé / Ciudad VLC