#Opinión: «El Porteñazo: La Rebelión como Identidad» por Luis A. Ramírez

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¡En memoria de los Caídos!

Luis Alberto Ramírez.

I.
El sábado 2 de junio de 1962, un estruendoso silbido de un B-57 «Canberra» levantó la ciudad. Hasta las faldas velludas de las montañas recogieron sus ruedos, una combinación de árboles frondosos, gramas y pastos sobre la superficie arenosa de la ciudad portuaria. A comienzos de 1960 era una ciudad semiurbana, tierra firme y su bahía extensión azulada del Mar Caribe. En su ubicación costa montaña, La vegetación caminaba desde el suelo arenoso de las playas, cruzaba los cocales, hasta escalar las frondosas montañas al sur. El caudal de los ríos San Esteban y Goaigoaza eran dos culebras gigantescas que extendían el misterio de la naturaleza a la avenida principal de un pequeño casco urbano rodeado de haciendas, un cierto olor a vacas, tierra mojada y salitre.

II.
Aquella mañana los aviones volaban rasante sobre el pequeño cielo, y el suelo arenoso era la niebla picosa almacenada en los ojos de quienes despertaban la ciudad. La juventud rebelde de las boinas negras, con camisa de kaki, tocaban las puertas, a paso acelerado los milicianos de las Unidades Tácticas de Combate, cantaban el himno de los partisanos. «Soy comunista toda la vida y comunista he de morir, abella ciao, abella ciao», mientras las explosiones de las mortíferas bombas retumbaban entre las paredes de las humildes viviendas, las pinturas blanco y negro, sombrías y desgastadas pegadas a los ladrillos hacían un leve movimiento pendular, y un disperso manto de arena agitada reposaba sobre el suelo, era la prueba temblorosa del bombardeo. En la mano de los creyentes, los rosarios serían los escudos ante la sombra de polvo desatada por él Armagedón, ¡ Ave María Purísima!, Santa Barbara Bendita protege mi rancho!, las madres resignadas del casco histórico, del extenso Rancho Grande, el poblado barrio Rancho Chico, y la morada de los margariteños, orientales, portugueses y coreanos el barrio La Isla, Las casas del proletariado, los «botawinches», los recogedores de excrementos humanos, por cuanto los apellidos Romer, Capriles, Taurel, Kolster estaban en la cumbres de San Esteban pueblo.

III.
El grupo de 100 guerrilleros encarcelados en el Cuartel San Felipe, una fortaleza militar colonial sembrada en un islote de la Bahía. El Castillo Histórico de Puerto Cabello, fortaleza para las bayonetas del orden se convertiría el 2 de junio en la morada de fuerza militar autónoma. con su capacidad operativa y la de los Infantes de Marina se tomó la ciudad. En esa noche del 01 de junio, la mazmorra dejaba de ser castigo para él cuerpo, el presidió se convirtió en la estafeta del clarín rebelde. El abella ciao, abella ciao», comenzó a entonarse más bajo qué el silencio, «Soy comunista toda la vida y comunista he de morir», entre la juventud del MIR y el Partido Comunista se dividían el fatigoso encierro.
«Domingo Yalsa», de las unidades tácticas de combate levantó su libro de lecturas preferido: «Historia de mi vida», de León Trotsky». Pasó erguido ordenando a todos los presos correr la voz, dormir vestidos como en los campamentos. Regresó y con su espalda sobre una fría pared de ladrillos, siguió su lectura. El golpeteo de la ola causaba ecos cargados de frio, se mantuvo despierto hasta el amanecer. Entre dormido recordó el mensaje de Simón Sáez Mérida comisario político y responsable militar del MIR : «Hay qué impedir qué éste alzamiento, sea controlado por oficiales de la derecha». El Perejimenismo había convertido la base militar en su fortaleza, es la historia, la fractura militar tenía una dosis a lo anticomunista y dictatorial y otra la izquierda antiimperialista, patriota y bolivariana, la revolución cubana 1958 adelantó el parto y abrió la puerta a la rueda antiimperialista de la historia.

IV.
El movimiento de insurgencia armada, ya se había probado el 04 de mayo en el Carúpanazo, en palabras de Simón Sáez Mérida: «Cuando llegó el momento insurreccional tomamos nuestras posiciones, nunca había manejado una punto 50, estaban sobre nosotros disparábamos ráfagas y ráfagas :-tatatarrrrr-, no jodan!, teníamos 08 vainas de esas y sobre nosotros aviones B-22, Canberra y Venus, nosotros éramos unos pobres civiles sin ninguna experiencia militar». La clave teórica política izquierda para identificar el calentamiento histórico, es el esplendoroso movimiento insurreccional inconcluso, tras la caída del gobierno el 23 de enero de 1958. En efecto desde ese momento la calle se convirtió en un calvario social por las medidas económicas de Rómulo Betancourt, y de igual modo el calentamiento de la calle provocó las condiciones para una «Crisis Revolucionaria». Si los Termidorianos de la Revolución Francesa se tomaron en serio esta consigna: «Enriqueceos». dicho por Napoleón Bonaparte, Aquí Rómulo Betancourt la enarbola como bandera, le dijo a la «Burguesía emergente» ¡Enriqueceos!. La industrialización asociada a empresas transnacionales, la penetración capitalista de la agricultura, el desarrollo de la industria inmobiliaria, la construcción de supermercados, complejos bancarios industriales y demás servicios financieros, garantizados por el monopolio sobre el poder del Estado y la tregua obrera patronal, rebaja y retención a los aumentos salariales.

V.
En el comienzo de 1962 se concretan los reconocimientos entre las fuerzas militares patriotas y la militancia del MIR y el PCV. Los oficiales Vargas Medina, Carlos Prado, Víctor Hugo Morales, Medina Villegas, llegaron al sitio de la reunión en la ciudad de Caracas y allí estaban los comisarios políticos y responsables militares del PCV y el MIR. alzamiento simultáneo de los cuarteles y unidades militares seria en enero de 1962, revienta la huelga nacional de transporte que paralizo el país. La poderosa bestia de la historia, había sido tomada por los cachos, las protestas estaban en Maturín, los llanos, Barquisimeto, Caracas, Maracaibo. Las luchas se presentaban en el Congreso, en las legislaturas regionales, en los sindicatos, en los Centros de estudiantes de secundaria y de la universidad, el conflicto histórico, advirtió al Departamento de Estado Norteamericano, se preparó una hipotética invasión made in USA. La lucha de clases revelaría, él antagonismo social en el campo de la lucha política. La burguesía alcanzó a tener el monopolio sobre el poder del Estado mientras el poderoso movimiento popular reclamaba el control de las calles, en ese orden la democracia de los plebeyos reivindicaba, el movimiento insurreccional en proceso.

VI.
A la base naval llegó la orden de alerta máxima, el Contralmirante Jesús Carbonell, el campo de entrenamiento movía la pelota de fútbol entre sus pies, el Alférez de Navío forrado de blanco se acercó, ¡Contralmirante! ¡Contralmirante!, mensaje del Ministerio de la Defensa. De inmediato en el comando central se reúnen los capitanes Jesús Carbonell Izquierdo, Guillermo Ginnari Troconis, comandantes de la Escuadra, y Porfirio Delgado Colmenares Batallón de Infantería de Marina para decretar la alerta máxima para todas las unidades. Su respiración tensa, se aliviará por la detención el día jueves del primero y segundo jefe del batallón de infantería, Hugo Morales y Pérez Almenar, ambos estaban en consejo de investigación, no durmieron.

VII.
Los mentores de la rebelión habían convertido a la base naval Agustín Armario en la Troya de la Ilíada, a la hora de la diana, comienza la disputa por el control de las instalaciones militares incluidos lanchas y destructores. Es detenido el capitán de Navío Oswaldo Moreno Piña, comandante de la Primera División de Destructores y se logra el control del destructor Nueva Esparta y otros más. En ese sentido, hasta el fondo del mar se convirtió en escenario del levantamiento.

VIII.
Los Capitanes de Navío Manuel Ponte Rodríguez, Pedro Medina Silva, y de Corbeta Víctor Hugo Morales y El guerrillero Francisco Prada Barazarte, hacen control parcial de la Base Militar «Agustín Armario», la orden de liberar a los guerrilleros detenidos llega a los oídos como soplo de alba. El sonido de las rejas agitó el alma y la libertad se doblaba a lucha, un grito ¡Puerto Cabello otro territorio libre de América! provocó la ovación mientras se entregaban en cada brazo el brillo de las armas. Entre los expresos políticos ahora guerrilleros urbanos
y los infantes de Marina, ha paso redoblado se embarcan sobre las lanchas, cruzan el canal de entrada al puerto y allí estaban, las guerrillas del MIR y el PCV en la planchita del Malecón frente al histórico hotel los baños, en todo este espacio urbano había llegado el siglo XX, allí se recibían las migraciones europeas, tras el fin de la segunda Guerra mundial.

IX.
El presidente Rómulo Betancourt, convoca a Palacio, al Ministro de Relaciones Interiores. Al llegar Carlos Andrés Pérez, comenta frente a Diego Cisneros, Eugenio Mendoza, Carmelo Lauria, un representante de los Delfinos, se alzaron los militares en Puerto Cabello.

El andino, metralla en mano respondió, no va pasar lo mismo del 48 cuando tumbaron a Rómulo Gallegos, y agregó, «ahora habrá más bombas que casas en esa ciudad». A la sublevación militar la siguió una orden presidencial de «Tierra arrasada».

X.
Mientras las lágrimas constitucionales de la legalidad, fueron secadas por las pupilas melancólicas de la ciudad, los rezos improvisados se hicieron debajo de las mesas de caoba rústicas y talladas. El movimiento triturador de las tanquetas sobre las estrechas calles, a la entrada de la ciudad, vendría acompañado con caída de los paracaidistas sobre los cocales. La ofensiva militar emprendió una gran movilización de aviones, tanques, gandolas y autobuses. Las tropas del gobierno, al llegar a la zona marina del Palito, suspiraban como el marinero al ver la mar, a mitad del recorrido se pasearon frente al cementerio municipal y su frase: » Pasaron todos como sombras, como viajeros que van en posta», en ese instante una lápida de tristeza cubrió el pecho de un Sargento Técnico de Tercera, apretó su nueve milímetros y se persignó.

XI.
Si la carretera principal dividía los cocales, a ésta la dividía los únicos dos ríos caudalosos, dos arterias de aguas bañaban las tierras de las otrora haciendas del siglo XIX. Sobre los ríos San Esteban y Goaigoaza, la exuberante naturaleza protegiendo las caudalosas aguas para refrescar la mar.
Esa mañana, las bocas de los ríos no dejaban de besarse con las olas del mar. Mientras el movimiento de las tanquetas, murmuraba un terremoto triturador sobre el asfalto, las heridas quedaron a su paso en la avenida La Paz, los pelotones de soldados en armas, tras aquellas trincheras en movimiento, marcando sus pasos como partisanos entre el asfalto ya molido por la tracción de las orugas blindadas. El movimiento de las tanquetas los acercaba al estruendoso sonido de las metralletas, dejar las tropas detrás de los blindados provocó un calvario, cubierto de pólvora. «La Alcantarilla», fue el centro de la confrontación armada. La defensa de las posiciones en la ciudad, fue el edicto militar del movimiento insurreccional de las izquierdas, alzadas en armas. De la refriega en la zona de la «alcantarilla», emergió la foto que diera la vuelta al mundo, en los titulares se leerá «Rebelión de Puerto Cabello» y en seguida la imagen del sacerdote abrigando al soldado sobre el sudario goteado de sangre.

XII.
Los cocales, desde El Palito hasta la entrada de la ciudad eran divididos por la carretera principal, toda la costa contigua al mar la pisaban las palmas de cocos y sobre la arena los cocos. De los Aero transportadores saltaban los paracaidistas, y el estornudo del viento los guindaba a 10 metros de la arena. El intercambio de disparos entre los paracaidistas e infantes de la Marina hicieron un manto de cocales secos sobre la arena. La ofensiva militar a la sublevación marco con balas las palmas, y los paracaidistas quedaron dormidos sobre éstas tiñendo de rojo la arena.

XIII.
Los aviones seguían rasantes ametrallando el Fortín Solano. Los aviadores llevaban el susto del reciente Carupanazo, allí no los tumbaron, pero quedaron averiados. Los disparos desde el fortín se combinaron con el poder de fuego del liceo Miguel Peña. Tras cada bombardeo sobre las montañas, las aves levantaban vuelos hacia la retaguardia de la fortaleza militar, un manto de vegetación frondosa sobre las montañas hacía la zona de San Esteban Pueblo, era lugar ideal hacia una posible fuga de la resistencia guerrillera.
Puerto Cabello era en ese momento un pedacito de tierra liberada, la insurrección cívico militar era él kraker temido por los aviadores. La carga de balazos desde los aviones sobrevolando, eran una lluvia de proyectiles traspasando los jardines floreados, techos cruzados de caña amarga y maderas, las carretas, carretillas cargadas de cacao, cambures y plátanos.

XIV.
Las sombras de los aviones B-22, Camberra y Venus pasaban
rasantes a la altura del Fortín Solano hasta llegar a las históricas poblaciones de Rancho Grande. Las balas en pocas horas dejaron troneras en el hospital del seguro social y el liceo Miguel Peña, reducto de los rebeldes. Allí se probarán las fuerzas de la juventud revolucionaria en armas, y de la ciudad es memoria, La audacia de las guerrilleras femeninas trepadas sobre la azotea metralleta en manos, mientras el viento del marino templaba como banderas sus cabellos andantes.

XV.
El estudiante Alfredo Capriles, es uno de nuestros mártires de la fecha y como él muchos otros como José Rafael Bottini Marín 78, Félix Farias 63,Julil Mejías 73, Ali Rodríguez 73, Fidel López 80, quienes hoy son «Santuario en el gran corazón del pueblo venezolano, y de sus exterminadores la historia los ha clavado ya en una picota eterna de la que no lograrán redimirlos todas las preces de su clerigalla».

Puerto Cabello 02 de Junio del 2021

Luís Alberto Ramírez