Cuentan que durante la Campaña Admirable, mientras Bolívar, quien apenas unas semanas antes había sido llamado Libertador por primera vez, pasaba por nuestros hermosos páramos merideños quedó prendado de un blanco cachorro que era de una raza canina típica de la zona.

La leyenda nos relata que un bravo mastín hizo retroceder a la escolta del Libertador y que estos estuvieron a punto de lancear al perro por lo bravo.

Pero Bolívar, amante de los animales y en especial de los perros, les dijo que retrocedieran cuando un silbido límpido calmó al can y la tropa del Libertador pudo seguir camino.

El General caraqueño quedó tan prendado con el perro que pidió para sí un cachorro de estos y Don Vicente Pino, quien se había sumado con entusiasmo a la causa libertadora, como muchos merideños, le regaló al Libertador un cachorro de su camada, con el añadido de que uno de los peones de Pino se incorporó también al ejercito libertador y se encargó del cuidado del perro.

 

Nevado-Bolívar

 

Al can lo llamaron “Nevado” por su blanco pelaje. El valiente cuidador se llamaba Tinjacá, el indio, a quien bautizaron en la tropa como “EL Edecán de Nevado”.

Nevado se convierte así en la mascota del Libertador y lo acompañó en múltiples acciones y hechos de la gesta de Independencia.

Entra con él a Caracas al culminar la Campaña Admirable, pero se cree que el can y su cuidador regresan a Mucuchíes cuando en el terrible año de 1814 Bolívar debe huir al Caribe a refugiarse en Haití.

 

Nevado

El cariño que se profesaban Nevado y El Libertador

Hay muchas historias del cariño que se profesaban el perro y el Libertador, quien lo alimentaba de su mano, y de que éste se abalanzaba sobre Bolívar y que su inmenso tamaño y peso, más de una vez, lo pusieron en aprietos cuando Nevado le montaba las patas en el pecho

Pero sabemos que ese 24 de junio de 1821, Nevado y Tinjacá estaban en la Sabana de Carabobo, donde el mastín de raza Mucuchíes, de inmenso tamaño y blanco pelaje, que era reconocido también por el enemigo como la mascota del Libertador (y que durante un tiempo lo tuvieron como prisionero de guerra junto a su indio) se le escapa a su cuidador y arremete contra el enemigo en plena batalla.

A pesar de que Tinjacá sale detrás del perro en el fragor de la lucha, el hermoso animal muere, al igual que el fiel indio, quien en su agonía apenas puede decirle al Libertador: “¡Ay, mi General, nos han matado al perro!”.

Pequeñas historias para el gran público o para los académicos, pero grandes historias para sus protagonistas.

 

  • La gesta de Tinjacá y Nevado no deben desaparecer, porque representan dos de esos protagonistas ocultos de la historia.

 

El indio, por participar con denuedo en el devenir de los hechos, pero que es ninguneado, y el animal, que forma parte también de nuestra cotidianidad.

Protagonistas que la historiografía cubre con manto de olvido, al que en ocasiones algún acucioso investigador decide descubrir y demostrarnos que nuestra historia no pueden construirla los grandes hombres sin el concurso de muchos héroes pequeños e invisibles.

 

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Fernando Guevara