#Opinión: «Reivindicar la igualdad en las diferencias» por María Daniela Rendón

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No, no queremos ser vistas y tratadas como hombres, ni encarnar los roles masculinos, ni intercambiar los arquetipos prefabricados hombre-mujer, ni reproducir la cultura sexista heredada. No queremos gozar, justificar y legitimar de ningún modo, los injustos privilegios masculinos.

Desde el mismo momento que aparece el movimiento femenino en occidente – en el contexto de la Revolución Francesa- se ha caracterizado por ser un conjunto heterogéneo de movimientos sociales, políticos y culturales que se ha trazado entre sus  objetivos la reivindicación de los derechos de las mujeres en el marco de los principios democráticos y del cuestionamiento a todas las formas de dominación, discriminación y violencia, ejercidas contra las mujeres en el marco de una cultura misógina,  machista,  capitalista y patriarcal.

El accionar de las mujeres,  que cuenta hoy con más de doscientos años de lucha,  ha permitido ampliar un conjunto de derechos para todas éstas y generar fisuras en el complejo andamiaje de estructuras patriarcales.

Asimismo, la lucha de las mujeres se ha definido en el marco de las dramáticas transformaciones que ha experimentado la sociedad occidental en los últimos tres siglos.

De manera que, la historia de lucha del movimiento femenino en el mundo y en cada país, ha estado estrechamente ligada a la del resto de los sujetos subyugados, considerando que las injusticias e inequidades se corresponden únicamente a las relaciones sexo-género, sino que existe un nexo insoslayable entre la lucha femenina y otras resistencias, con las cuales ha logrado adherirse y consustanciarse a partir de la premisa de que el mundo es socialmente construido y que es tanto posible como necesario transformarlo.

Es la razón por la que hoy nos convocamos desde la necesaria intersección de las luchas, concepto cuyo uso es relativamente reciente, pero que en la práctica responde a un acumulado histórico, sobre todo a partir de la eclosión de los movimientos sociales de los años 60 y 70, período en el cual se puede rastrear la irrupción y paulatina construcción de un movimiento femenino con carácter propiamente feminista, con visible expresión y protagonismo en todas las latitudes, cada día más enfático en sus propuestas y programa político emancipatorio.

Ello supone, como he dicho, un respaldo recíproco entre movimientos de liberación nacional,  pacifistas, ecologistas, LBGTI, entre otros;  que han venido irrumpiendo en el marco de la conflictividad política y social a escala global las últimas décadas, ante el cuestionamiento a los paradigmas existentes,  definiendo una política en el marco de un mundo multipolar y las particularidades históricas, sociales y culturales de cada región o país.

Ahora,  estamos conscientes de que la reacción ha estado y seguirá estando a la orden del día, que  seremos embestidas por todos los frentes;  pero las mujeres seguiremos comprometidas en darle continuidad a lo que ha sido una de las revoluciones de mayor amplitud y trascendencia de los últimos trecientos años: la revolución feminista. Esa que pocos se preocupan por comprender pero muchos se apresuran a cuestionar.

 

Aunque aquellos y aquellas que gozan de privilegios no contemplen la posibilidad de un mundo sin éstos, nosotras las mujeres seguiremos haciendo lo propio, incluso, muy conscientes de resolver los extravíos e incoherencias manifiestos dentro de la heterogeneidad que caracteriza al movimiento de mujeres, pues no se trata de reproducir las asimetrías de este mundo injusto y decadente, sino de lograr cristalizar cambios sustanciales que se traduzcan en un orden social completamente nuevo, que destierre de manera definitiva  jerarquías, desigualdades,  privilegios y opresiones con base en el género, orientación sexual, raza, o clase social.

 

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María Daniela Rendón