Poemas de Lêdo Ivo presenta la selección y traducción de algunos poemas emblemáticos de este escritor brasileño. JCDN.

Selección de Luis Alberto Angulo y José Carlos De Nóbrega

Traducción y ficha de José Carlos De Nóbrega

El polígrafo brasileño Lêdo Ivo

SONETO DE ABRIL

Ahora que es abril, y el mar se ausenta,

secándose en sí mismo como un llanto,

veo que el amor que te dedico aumenta

siguiendo la trilla de mi propio espanto.

 

En mí, tu espíritu presenta

toda la sugestión de un dulce encanto

que en mi fuente no se asienta

por no ser fuente de agua, mas sí de canto.

 

Ahora que es abril, y van a morir

las hermosas canciones de los otros meses,

así te quiero, aunque te escondas:

 

amarte una sola vez todas las veces

en que soy carne y gesto, y fenecer

como una voz llamada por las olas.

 

PRIMERA LECCIÓN

En la escuela primaria

Ivo vio la uva

y aprendió a leer.

 

Al ser muchacho

Ivo vio a Eva

y aprendió a amar.

 

Y siendo hombre hecho

Ivo vio el mundo

sus manjares y bebidas.

 

Un día en un muro

Ivo deletreó

la lección de la plebe.

 

Y aprendió a ver.

¿Ivo vio el ave?

¿Ivo vio el huevo?

 

En la nueva cartilla

Ivo vio la huelga

Ivo vio el pueblo.

 

LOS MURCIÉLAGOS

Los murciélagos se esconden entre las cornisas
del almacén. ¿Pero dónde se esconden los hombres,
que todavía vuelan la vida entera en la oscuridad,
chocando contra las paredes blancas del amor?

La casa de nuestro padre estaba llena de murciélagos
pendiendo, como lámparas, de las viejas vigas
que soportaban el tejado amenazado por las lluvias.
“Estos hijos nos chupan la sangre”, suspiraba mi padre.

¿Qué hombre arrojará la primera piedra a ese mamífero
que, como él, se nutre de la sangre de otros animales
(¡mi hermano! ¡mi hermano!) y, comunitario, exige
el sudor de su semejante aun en la oscuridad?

En el halo de un seno joven como la noche
se esconde el hombre; en el algodón de su almohada, en la luz del farol
el hombre guarda las monedas doradas de su amor.
Pero el murciélago, durmiendo como un péndulo, sólo guarda el día ofendido.

Al morir, nuestro padre nos dejó (a mis ocho hermanos y a mí)
su casa donde de noche llovía por las tejas partidas.
Pagamos la hipoteca y conservamos los murciélagos.
Y entre nuestras paredes ellos se debaten: ciegos como nosotros.

 

LA VERDAD CRÍTICA

Me acusan de extenso

y torrencial

cuando soy tan breve

y me ciño siempre

a lo fundamental.

Mas un día un crítico

(acertado o errado)

viniendo a mi huerto

dirá la verdad:

que soy más exacto

y más riguroso

que Joâo Cabral.

 

LOS POBRES EN LA TERMINAL DE AUTOBUSES

Los pobres viajan. En la estación de autobuses

ellos alzan los pescuezos como gansos para mirar

los letreros del autobús. Y sus miradas

son de quien teme perder alguna cosa:

La maleta que guarda un radio de pilas y una chaqueta

que tiene el color del frío en un día sin sueños,

el sándwich de mortadela en el fondo de la mochila,

y el sol del suburbio y el polvo más allá de los viaductos.

Entre el rumor de los altoparlantes y el jadeo de los autobuses

ellos temen perder el mismísimo viaje

escondido en la niebla de los horarios.

Los que dormitan en los bancos despiertan asustados,

aunque las pesadillas sean un privilegio

de los que abastecen los oídos y el tedio de los psicoanalistas

en consultorios asépticos como el algodón que tapa

[la nariz de los muertos.

En las filas los pobres asumen el aire grave

que enlaza temor, impaciencia y sumisión.

¡Cómo los pobres son tan grotescos! ¡Y como sus olores

nos incomodan pese a la distancia!

Y no tienen noción de las convenciones, no saben

[comportarse en público.

El dedo sucio de nicotina refriega el ojo irritado

que del sueño apenas retuvo la lagaña.

Del seno caído e hinchado un hilillo de leche

escurre hacia la pequeña boca habituada al llanto.

En el andén ellos van y vienen, saltan y aseguran

[maletas y embrollos,

hacen preguntas absurdas en las taquillas, susurran

[palabras misteriosas

y contemplan las portadas de las revistas con aire aterrado

de quien no sabe el camino del salón de la vida.

¿Por qué ese ir y venir? ¿Y esas ropas estrambóticas,

esos amarillos de aceite de palma que duelen en la vista delicada

del viajante obligado a soportar tantos olores incómodos,

y esos rojos contundentes de feria y parque de atracciones?

Los pobres no saben viajar ni saben vestirse.

Tampoco saben vivir: no tienen noción del bienestar

aunque algunos de ellos posean hasta televisor.

Es verdad que los pobres no saben ni siquiera morir.

(Tienen casi siempre una muerte fea e inelegante).

Y en cualquier parte del mundo ellos incomodan,

viajantes inoportunos que ocupan nuestros puestos

no obstante estemos sentados y ellos viajen de pie.

VE ESTE VIDEO DEL POETA IVO

 

ASILO DE SANTA LEOPOLDINA

Todos los días regreso a Maceió.

Llego en los navíos desaparecidos, en los trenes sedientos,

[en los aviones ciegos que sólo aterrizan al anochecer.

En los templetes de las plazas blancas pasean los cangrejos.

Entre las piedras de las calles se escurren ríos de azúcar

fluyendo dulcemente de los sacos almacenados en los trapiches

y clarean la sangre vieja de los asesinados.

Así que desembarco y tomo el camino al hospicio.

En la ciudad en que mis ancestros reposan en cementerios marinos

sólo los locos de mi infancia continúan vivos y a mi espera.

Todos me reconocen y me saludan con gruñidos

y gestos obscenos o estrambóticos.

Cerca, en el cuartel, la corneta que chilla

separa el crepúsculo de la noche estrellada.

Los locos lánguidos bailan y cantan entre las rejas.

¡Aleluya! ¡Aleluya! Más allá de la piedad

el orden del mundo brilla como una espada.

Y el viento del mar océano hincha mis ojos de lágrimas.

 

LA MUERTE DE ELPENOR

 

Los burdeles de Maceió iluminan mi adolescencia.

 

Considero uno de los mayores privilegios de mi vida haber sido admitido en ellos en una edad juvenil. Era en la tarde que yo los frecuentaba, y llegaba casi siempre en el instante en que las putas, recién salidas del baño, se inclinaban castamente en las barandas delante del mar y contemplaban los navíos. Al olor de jazmín desvanecido de sus cuerpos morenos se unía la marejada embriagadora.

 

En uno de esos prostíbulos, situados en la planta alta de viejas buhardillas que también abrigaban almacenes de azúcar y bodegas de interiores oscurecidos, ocurrió la muerte de un marinero, un tal Elpenor.

 

Al contrario de lo que dice Homero, Elpenor no cayó del techo del palacio de Circe. Completamente borracho, rodó por la escalera del burdel de Maceió y se quebró el pescuezo. Su alma bajó al Hades.

 

Ese lamentable accidente me privó, aquella tarde, del placer habitual de respirar, junto a las putas de mi ciudad, el olor de jazmín que se casaba, como un dulce y largo coito regido por el bochorno, con todos los perfumes del Océano.

MI PATRIA

Mi patria no es la lengua portuguesa.

Ninguna lengua es la patria.

Mi patria es la tierra floja y pegadiza donde nací

y el viento que sopla en Maceió.

Son los cangrejos que corren en el barrial de los mangles

y el océano cuyas olas continúan mojando mis pies cuando sueño.

Mi patria son los murciélagos suspendidos los cielorrasos de

[las iglesias carcomidas,

los locos que danzan al atardecer en el manicomio junto al mar,

y el cielo curvado por las constelaciones.

Mi patria son los pitos de los navíos

y el faro en lo alto de la colina.

Mi patria es la mano del mendigo en la mañana radiosa.

Son los astilleros podridos

Y los cementerios marinos donde mis antepasados tuberculosos

[y palúdicos no paran de toser

[y delirar en las noches frías

y el olor de azúcar en los almacenes portuarios

y las tencas que se debaten en las redes de los pescadores

y las ristras de cebollas torcidas en las tinieblas

y la lluvia que cae sobre los corrales de peces.

La lengua que utilizo no es y nunca fue mi patria.

Ninguna lengua engañosa es la patria.

Ella sirve apenas para que yo celebre mi patria grande, pobre y nuda,

Mi patria disentérica y desdentada, sin gramática y sin diccionario,

Mi patria sin lengua y sin palabras.

 

FICHA DEL POETA

LÊDO IVO

Lêdo Ivo (Maceió, 18 de febrero de 1924-Sevilla, 23 de diciembre de 2012). Su oficio escritural nos indica una actitud responsable y atenta en el ejercicio de la palabra, más allá de los desencuentros generacionales, estéticos y políticos. Así lo demuestra el conjunto de su obra poética publicada a la fecha: Las Imaginaciones (1940-1943), Oda y Elegía (1944-1945), Acontecimiento del Soneto (1946), Oda al Crepúsculo (1946), La jaula (1945-1946), Oda a la Noche (1946), Cántico (1947-1949), Oda ecuatorial (1950), Lenguaje (1950-1951), Un brasileño en París (1953-1954), El Rey de Europa (1955), Magias (1955-1960), Los Amantes Sonoros (Ballet) (1960), Estación Central (1961-1964), Finisterra (1965-1972), El Soldado Raso (1973-1986), La Noche misteriosa (1973-1982), Calabar-Un poema dramático (1985), Mar Océano (1983-1987), Crepúsculo civil (1988-1990), Corral de Peces (1991-1995), El Rumor de la Noche (1996-2000), Plenilunio (2001-2004) y Réquiem (2008).

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José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

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