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La fiesta navideña es un tiempo de profundo aliento humano, sustentado en la religiosidad de la tradición universal del cristianismo, que tiene como eje o idea fundamental, la existencia redentora del niño-Dios Jesús de Nazareth, concebido como El Gran Salvador de los pobres y desamparados del mundo, arrepentidos y redimidos en la fe de su gloria eterna.

Pero, igualmente, la navidad es una temporada en el infernal mercado consumista del capitalismo moderno, global y voraz. Hoy el planeta Tierra se convierte, cada vez más, en una sola aldea del capitalismo imperialista global; y en ese contexto, la fiesta universal de la navidad se expresa y materializa en sus tres dimensiones socio-culturales más sobresalientes:

La primera dimensión corresponde a la fiesta de las grandes ostentaciones de los ricos y poderosos capitalistas, consumistas de todas las exquisiteces del mercado dolarizado. El derroche de las clases sociales explotadoras y poderosas del mercado global, en contraste con la pobreza y el atraso de la mayor parte de la población mundial.

La segunda dimensión está evidenciada en las descomunales y trágicas expresiones de la pobreza social, marginal, crítica y atroz. Los pobres y desamparados de la Tierra, que apenas comen lo elemental con el poco dinero disponible o pidiendo limosnas en las calles, plazas y mercados públicos, encarnan la contradicción fundamental, no resuelta, de la existencia humana. Son el rostro material y concreto de la negación dialéctica del sistema capitalista mundial.

La tercera dimensión está objetivada en la inmensa mayoría de la población trabajadora y productiva de obreros, profesionales y técnicos, que vivimos de nuestro salario. Es decir, la gente decente, laboriosa y emprendedora; pero con una capacidad adquisitiva totalmente reducida casi a la nada por la perversidad del mercado capitalista mundial, hegemonizado por el dólar norteamericano que liquida el valor original de nuestro signo o unidad monetaria: el bolívar; y nos impone el valor del dólar imperial norteamericano.

En ese amplio, complejo y difícil contexto socio-económico, los pueblos seguimos en la fe y la devoción de la navidad y toda su simbología, sus misterios, sus encantos, fantasías, revelaciones, costumbres, imaginarios y devociones que nos estimulan y animan para seguir siendo fieles y leales a la mayor y más arraigada de todas las tradiciones del universo, como lo es la tradición festiva de la navidad con su carga de tristeza y alegría socio-cultural y religiosa.

Ubicados en ese contexto, quiero celebrar y compartir con los lectores de este modesto espacio literario, tres poemas navideños de tres poetas de Nuestra América: Gabriela Mistral, Atahualpa Yupanqui y César Vallejo. Veamos el contenido y la forma, sus cercanías y distancias textuales, pero convergentes en el tema de la navidad.

 

 A NOEL
¡Noel, el de la noche de prodigio,
Noel de barbas caudalosas,
Noel de las sorpresas delicadas
 y las sandalias sigilosas!

 

Esta noche te dejo mi calzado
colgando en los balcones:
antes que hayas pasado frente a ellos
no viertas tus bolsones.

 

Noel, Noel, te vas a encontrar húmedas
mis medias de rocío  
mirando con ojitos que te atisban
las barbasas del río…

 

Sacude el llanto y deja cada una
perfumada y llenita,   
con el anillo de la Cenicienta
y el lobo de Caperucita …

 

Y no olvides a Marta. También deja
sus zapatitos abiertos.
Es mi vecina, y yo la quiero, desde
que su mamita ha muerto.

 

¡Noel, dulce Noel, de las manazas
florecidas de dones,
de los ojitos pícaros y azules
y la barba en vellones!…
(Gabriela Mistral)

 

NOCHEBUENA
¡Apurate chango! Ya están repicando.
Pa´la Nochebuena nos andan llamando…

 

Atrás de la pirca y al lao de la acacia
H´i dejao tapáitas la quena  y la caja

 

 ¡Apurate chango! Pa que podáis ver
la misa pal niño que nació en Belén

 

¡Verás en la iglesia qué lujo más lindo!
Pesebre bordáito como cuna´i gringo.

 

No es como lo hacen allá por Cuyaya
con florcitas pobres tráidas de la Banda

 

Pa después de misa tengo dos pesitos 
pa que nos puntiemos con el “Monte Rico”

 

Hay que aprovecharla la noche con luna;
golpiando diez puertas se ha´i abrir alguna

 

Y así la esperamos bailando de más
a la mañanita de la Navidá…

 

Navidá del Niño, Tataicha Jesús.
¡El que aura lo vemos claváo en la Cruz!
(Atahualpa Yupanqui).

 

NOCHEBUENA
Al callar la orquesta, pasean veladas
sombras femeninas bajo los ramajes
por cuya hojarasca se filtran heladas   
quimeras de luna, pálidos celajes.

 

Hay labios que lloran arias olvidadas
Grandes lirios fingen los ebúrneos trajes
Charlas y sonrisas en locas bandadas
perfuman de seda los rudos boscajes.

 

Espero que ría la luz de tu vuelta;
y en la epifanía de tu forma esbelta,
cantará la fiesta en oro mayor. 

 

Balarán mis versos en tu predio entonces
Canturreando en todos sus místicos bronces
Que ha nacido el niño -Jesús de tu amor.
(César Vallejo)

 

Es evidente que los tres poemas tratan el mismo tema de la navidad; pero desde estilos diferentes tanto en las formas de la versificación, como en sus correspondientes contenidos y perspectivas estéticas. Cada uno de los tres textos, están centrados en la navidad, como el foco común de atención; pero con sentidos y estilos diferenciados en el lenguaje y los referentes claves de cada poema.

En el primer poema, la figura central es San Nicolás; en el segundo, el niño Jesús; y en el tercero, igualmente, el niño Jesús. Queda claro que ambas figuras ocupan el lugar de la significación divina y mágico-religiosa de la temática de los tres poemas que alimentan y reafirman la celebración de la Navidad.

En tal sentido, la navidad es valorada como el acontecimiento más trascendental del ser humano, en virtud del advenimiento del Niño Jesús, concebido y reconocido como la representación divina del Padre Dios Creador del cielo y de la Tierra.

En cuanto a las formas de los tres textos, Gabriela Mistral nos ofrece un poema de seis estrofas con cuatro versos cada una, para totalizar 24 versos en función dialógica con Noel. Esta estructura dialógica es clave y reveladora de la sensibilidad y sencillez del discurso poético de Mistral, sustentado en la ficción mágica religiosa de su versificación.

En la primera estrofa describe a Noel como el prodigioso de barbas caudalosas, de sorpresas delicadas y sandalias sigilosas. En la segunda, inicia su diálogo con Noel: “te dejo mi calzado… no viertas tus bolsones”. Y cierra el poema   utilizando la adjetivación como figura literaria evocadora de dulzura, dones y la picardía de los ojos azules que bajan del cielo: “¡Noel, dulce Noel, de las manazas / florecidas de dones, / de los ojitos pícaros y azules / y la barba en vellones!..”.

Ubicado en una perspectiva diferente a la de Gabriela Mistral, el poema de Atahualpa Yupanki tiene una estructura de 18 versos endecasílabos, agrupados en 9 estrofas pares con predominio de la rima consonante. Su modalidad   lingüística está alejada del castellano culto y centrada en el esfuerzo de reflejar el habla popular de arraigo indígena o negroide; en diálogo con sus propios compañeros con base en su espíritu de tribu frente a las exigencias de la vida: “¡Apurate chango! Ya están repicando. / Pa´la Nochebuena nos andan llamando…”.

El poema muestra así la imagen del hombre primitivo, acorralado, sometido y esclavizado que se siente, al mismo tiempo, convocado para reconocer la existencia del recién nacido Niño Dios, extraño a su propia identidad; pero igualmente válido para reafirmar la fe en el Gran Padre Creador de la vida planetaria: “¡Apurate chango! Pa que podáis ver / la misa pal niño que nació en Belén”.

Pero, en contraste con esa imagen del niño de Belén, Atahualpa introduce la imagen antagónica en estos dos versos: “No es como lo hacen allá por Cuyaya / con florcitas pobres tráidas de la Banda”. He allí la diferencia socio-cultural en la praxis de la religiosidad navideña.

Finalmente, el poema se cierra con un reconocimiento cargado de ironía, desde la perspectiva de la lógica popular: “Y así la esperamos bailando de más / a la mañanita de la Navidá…/  Navidá del Niño, Tataicha Jesús. / ¡El que aura lo vemos claváo en la Cruz!”.

En síntesis, el poema nos muestra el testimonio del realismo del imaginario popular en la cultura literaria de Suramérica. En tal sentido, podemos decir que, con este poema, Atahualpa Yupanqui reivindica el valor estético de la poesía navideña en la lengua castellana popular y los sustratos de las variantes indígenas-negroides; incorporando de esa manera las voces de mayor arraigo popular; pero, excluidas de la cultura poética consagrada.

El poema de César Vallejo tiene la estructura del soneto clásico de cuatro estrofas: dos cuartetos y dos tercetos con rimas consonantes y métrica igual en todos los versos. En este caso, los versos son de once o doce sílabas; y el título coincide totalmente con el poema de Atahualpa.

A diferencia de los dos primeros textos, el poema de Vallejo se aleja de la sencillez y la llanura del poema de Gabriela Mistral, así como del mimetismo primitivo de Atahualpa Yupanqui.

De esa manera, Vallejo se ubica en la negación de la tradición y alienta su propia búsqueda personal, caracterizada por una mirada indagadora de los entornos ocultos, sobre los cuales transita la condición humana; y desde allí teje sus imágenes que le dan a su poesía un sello muy personal.

Esta cualidad se puede observar en la primera estrofa de su poema Nochebuena que nos presenta una relación secuencial entre el silencio de la orquesta, que presupone música y baile, y las veladas sombras femeninas bajo los ramajes en relación con la hojarasca por donde de filtran heladas quimeras de luna y pálidos celajes.

Todos estos elementos, el poeta los unifica y reconstruye o recrea un ambiente plural, una atmósfera ambivalente, abigarrada, heterogénea, tal como se puede apreciar en la primera estrofa de su poema Nochebuena:

 

Al callar la orquesta, pasean veladas
sombras femeninas bajo los ramajes
por cuya hojarasca se filtran heladas
quimeras de luna, pálidos celajes.

 

Y luego en la segunda y la tercera estrofa, nos presenta una secuencia de imágenes sensoriales como un abanico cromático y abierto al viento, en el cual leemos: “labios que lloran… grandes lirios fingen los ebúrneos trajes… charlas y sonrisas en locas bandadas… perfuman de seda los rudos boscajes”. Toda una simbología en la cual se encadenan efectos sensoriales con metáforas que activan la percepción de los sentidos del lector.

Igualmente, en la tercera estrofa, nos brinda una secuencia de metáforas: “que ría la luz de tu vuelta”, “la epifanía de tu forma esbelta” y “cantara la fiesta en oro mayor” que transmiten el advenimiento de una especie de nuevo aliento luminoso, revelador, brillante y consistente como el oro. He allí la valoración existencial y profunda de la navidad.

 

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Finalmente, el soneto de César Vallejo se cierra con un verbo en desuso que inmediatamente llama la atención del lector: Balarán, con el claro propósito de reivindicar la forma ancestral o tradicional de “querer intensamente…dar balidos, balilar, gamitar”.  El poeta reivindica y se apropia así del desprendimiento poético: “Balarán mis versos en tu predio entonces”; acompañado del canto místico y eterno como el bronce: “Canturreando en todos sus místicos bronces”, para celebrar el motivo de su alegría: “Que ha nacido el niño -Jesús de tu amor”.

Para finalizar, diremos que la polisemia y la policromía son dos rasgos muy presentes en la poesía de todos los tiempos, lugares y tendencias. Particularmente, en las corrientes o tradiciones de las vanguardias del siglo XX, a partir de las herencias del romanticismo y el simbolismo que allanaron los caminos hacia la aparición de las vertientes surrealistas. En ese amplio y complejo contexto histórico socio-cultural, ubicamos la variedad estilística de nuestra poesía latino-americana, representada en esta oportunidad por las imágenes y estilos variados de tres grandes poetas del siglo XX latinoamericano: Gabriela Mistral, Atahualpa Yupanqui y César Vallejo.

 

Christian Farías / Ciudad Valencia