Donald Trump es la expresión de varias crisis dentro de los EEUU. El reciente atentado de sus fanáticos seguidores viene a dar cuenta que esa crisis está más convulsionada que nunca y deja para siempre la duda (¿Quién gana las elecciones en EEUU?).

Y se sabe lo que una duda puede hacer con la credibilidad de una sistema, ese daño es irreversible e impacta en el sistema electoral, el político y el “democrático” en general, y para guinda del pastel, Twitter le cierra la cuenta, ¿debe una RRSS cerrarle su cuenta a un jefe de Estado en ejercicio? ¿Hasta dónde llega la tan vapuleada y discrecional libertad de expresión? Los Silicón Boys se arriman hacia el Estado Profundo estadunidense y se alejan de los conservadores, es lógico, ya lo explicaremos.

Sumado a esto, también establece un punto de inflexión en la visión que el mundo tiene de la sociedad estadounidense, no es más la democracia perfecta, ni el país de las instituciones ideales, mucho menos la de la libertad de expresión, en pocos días se han caído más caretas de su seudo-democracia que en muchos años, gracias a Trump, no sabremos nunca cómo agradecerle por tanto.

Todo lo anterior es cierto, pero la crisis más importante que padece los Estados Unidos es orgánica, se debe fundamentalmente, en palabras de Mesaros, a una crisis de la sede principal del sistema capitalista que se debate entre un Estado que pretende seguir siendo el centro del capitalismo mundial, que quiere volver a ser el centro de producción del mundo.

Es decir, el centro de producción de riquezas, que ya no es, algunos le llaman la visión *conservadora* del imperio, la cual es retrasada, supremacista, ultranacionalistas.

Y por otro lado están los *globalizadores*, por ponerle un nombre, que se mueven con el dinero, y el dinero está en Asia, ahora el centro de producción (de riquezas) del mundo, encabezados por la gran China.

Por eso entienden que se deben mover hacia allá para atacarla, pero tratando de entrar en su juego (la ruta de la seda), de lo contrario quedarían fuera de la cadena de producción – comercialización más grande que el mundo ha conocido.

Deben seguir el dinero, y en estas dos visiones del imperialismo yace el seno de la gran contradicción que en algún momento iba a estallar; tienen sus coincidencias, ambos son guerreristas, entendiendo la guerra como un negocio en sí, del cual ellos tienen el monopolio y como una herramienta para control de los recursos y sus rutas de transporte, los globalizadores entienden que su control puede ayudarlos a entrar en el “juego” de los chinos, no como un participante más, sino como un protagonista imprescindible.

En ese camino se entiende los esfuerzos geopolíticos por desintegrar el Medio Oriente (reservorio de las más grandes reservas energéticas del mundo), por debilitar al socio más importante de su enemigo que es Rusia y que ha vuelto a ser una potencia de presencia mundial y que, por su poderío militar y sus grandes capacidades en lo energético, la convierten en el segundo objetivo estratégico del imperio decadente.

Además políticas de injerencia desacertadas aplicadas por los “globalizadores» los empujaron a aliarse a los chinos.

Tmbién podemos entender porque los cambios en la política con Irán, de pactar para contravenir sus acuerdos con sus enemigos, a la política más conservadora de hacerlo a un enemigo declarado, que es la de Trump, movida por uno de los lobbies que lo apoya que son los Judíos, decisión que desechó una estrategia costo mucho tiempo y esfuerzo.

Así es que se entiende que los EEUU necesita el «patio trasero» a su disposición para hacerle frente, con sus grandes recursos naturales, a sus enemigos geopolíticos, y porque su empeño con el país que posee en su suelo las reserva de hidrocarburos más grande del mundo, sin la cual toda esa producción no puede ser, y que se encuentra además muy cerca.

Ahora, esta gran contradicción lleva dentro de sí un fuego que quema a quien lo carga, en la medida que esos capitales salen de EEUU a Asia, el Estado empieza a perder poder como Estado y se empeña en recuperarlo, pero al hacerlo, atenta contra los capitales gringos o de aliados invertidos fuera de su seno y es capaz de quemar la casa antes de aceptar su pérdida de poder en otras latitudes, esa perdida en la producción de riquezas en suelo propio genera también una crisis social interna; de desempleo, de pobreza, de la cual se alimenta Trump para nutrir la base social que lo apoy.

Él le atribuye el problema a la inmigración, a algunos ricos que no quieren instalar sus fábricas en su país (por qué hacerlo si, primero, en otros sitios es más barato y, segundo, el mercado más grande para sus productos está en China, India, Asia en general) en una jugada política peligrosa.

Ese sector de la población quiere escuchar y se convierte es su Mesías lo cual alimenta a  su ego enfermizo y lo vuelve el hombre más peligroso para el Estado.

No es Putin, ni Xi Jinpingn, ni muchos menos Maduro; es uno de los suyos, además dentro de su discurso subyace otra gran contradicción que describe la mentira en su discurso.

Los que si se siguen haciendo cada vez más ricos son los banqueros, mientras siga siendo a través de ellos y con su moneda, el dólar, con la cual se hacen la mayoría de las transacciones del comercio mundial, pero de eso, muy poco les llega a la masa, y más porque no se les cobran los impuestos que se le deberían, y el mismo Trump se empeñó que fuera así, pero finalmente esas realidades no son más que el resultado del metabolismo propio del sistema capitalista, el capital busca crecer, poco le importa donde, y a costa de qué o de quién. Aquí empieza a verse más claro ese viejo dicho:

«El dinero no tiene patria» el centro del poder se desplaza a donde está el dinero, los globalizadores (liderados políticamente por los Clinton) «acepta» y quiere dominar al juego, así no pueda; toda una crisis sistémica de la cual nuestro amigo Trump es el resultado de esa contradicción, sin embargo, él y sus políticas no hacen más que acelerar ese proceso de pérdida de poder, ya que se niega a ver la realidad tal cual es, por eso él es el catalizador, él es la tormenta perfecta fruto de las contradicciones internas de un imperio que se debilita día a día, es un proceso lento, y no estoy seguro de si lo veremos en vida, pero las fuerzas estas desencadenadas.

Como ejemplo pongamos la mirada en Europa, un peón que da más pena que otra cosa, ya no produce lo que necesita, es cada vez más dependiente, de EEUU y de China por un lado, y energéticamente de Rusia y Medio Oriente, por eso tiene sus manos metidas en todos los conflictos ahí presentes.

Ahora al parecer algunos países han estado revisado intensamente su política exterior, también movidos por lo desnudo que quedaron ante la crisis ocasionada por la pandemia del Covid 19, no producen nada de lo que necesitan, ni las mascarillas, ni los respiradores, ni tantas cosas que les hacían falta, han entrado hasta en una guerra de puertos por obtener esos productos, robándose entre sí, mostrando su desesperación ante lo dependiente que son, ahora pasará lo mismo con las vacunas producidas en otros países, claro.

Por estas y otras razones algunos países europeos han virado su vista hacia China, a espaldas de su “líder”, casos que se han acelerado con las políticas gringocéntricas de Trump, el más arrastrado, el antiguo imperio británico, está cada vez más lejos de serlo, su salida de la Unión y su dependencia cada vez más evidente de la política exterior estadounidense lo va a aislar del «JUEGO» cada vez más.

En esta parte de la tierra hay que estar en sintonía con este cambio de polos de poder, que es sistémico, es geopolítico, es productivo, es financiero, todo está conectado, importante ubicarnos en este escenario de transformación mundial y elegir bien los aliados, las batallas y los escenarios donde debemos entrar o abstenernos.

Latinoamérica tiene un papel y un posible nuevo porvenir, nuestros recursos naturales nos pueden hacer formar parte del nuevo mapamundi pero ya no como “tercer mundo”, sino como un polo de poder, para lograr ese sueño plasmado en el Plan de la Patria son esenciales conceptos como integración, soberanía e industrialización, la visión unionista de Bolívar y Chávez debe ser la bandera de lucha de todos, y Venezuela, como ha sido hasta ahora, debe ser su catalizador, aupado por las conquistas y reconquistas de aliados claves como México, Argentina, Bolivia, Ecuador, y próximamente el gigante Brasil.

El mundo pluripolar y multicéntrico, en palabras del Comandante Chávez, está naciendo, el ser parte de él como protagonista o como peones, depende de nosotros.

 

 

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Guyén Soto