Retoños Literarios

Retoños Literarios comparte nuevamente un relato de Carmen Maura Peralta, quien con sus letras frescas  nos convida a entregarnos al placer de la lectura.

Dios vive aquí

 

Carmen Maura Peralta

El calor nos baña el cuerpo, sobre todo al estar tan apretados. La poca brisa que entra por las ventanas es bien recibida porque nos evita la asfixia. Un paso hacia atrás, luego otro. Nos tocan, nos empujan para ello. Nos tropezamos sin caernos. Nos gruñimos como animales.

Pasaje completo, pasaje completo”. Mientras el predicador del día profesa la palabra del señor, aun cuando muchos nos resistimos a escucharlo. “Como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas…” Por fin toma asiento aquel que pega un brinco para alcanzarlo.

— “Aquí la caballerosidad se ha perdido”.

— “Sí, señora, eso ya no existe” Comenta el desgraciado— promoviendo las réplicas y los murmullos.

—“Para atrás, para atrás, que hay espacio” Y el niño que canta pide la colaboración de siempre.

Retoños Literarios

De pronto el estallido. “¿Lo sentiste, lo sentiste?”. En medio de un semáforo nos volteamos. Las cabezas y el cuerpo, digo, no el medio en el que nos transportamos. Allí está el causante del sonido, el motorizado que venía corriendo y chocó contra el camión estacionado. No se sabe si asombrarse más por el hecho mismo o por la excitación morbosa en el rostro de la gente. “Se dio de platanazo” “La moto salió volando” Y el semáforo todavía en rojo.

Cracriphotos

Se repite una y otra vez el momento del impacto en nuestra cabezas, en cámara lenta, añadiéndole efectos especiales. Los ojos saltones ansiosos de sangre, que divertido cuando no se es el afectado. Mientras otras personas, en la calle, vomitan cuando comienzan a mover al cuerpo, algunos pasajeros se bajan para ofrecer apoyo. Cambia de luz el semáforo, los murmullos cesan paulatinamente a lo largo del trayecto y pronto el suceso deja de ser tan relevante.

Retoños Literarios

—“La parada, la parada”— Y uno siente como si se bajara del infierno. Así mismito, porque el infierno tiene escalones que van hacia arriba, pero no se crean, nunca está vacío ni tiene un segundo piso. Esos son los chistes de siempre, si no sale a relucir el de quien quieren llevarlo para su casa. 

 

Tanto alboroto y apenas es mediodía, uno solo quiere llegar su hogar a bañarse. Lavarse los sudores del cuerpo y olvidarse del trayecto, tanto el de atrás como el de adelante. No es tan difícil si te pones a verlo, ya la prensa ni existe para recordarlo y uno se ha vuelto cada vez más frío, le ha tocado. “Dios vive aquí” pinta la lata grande de la esquina, la que da la bienvenida al barrio. “Dios vive aquí”, quizás debamos tomarnos un momento para reflexionarlo. Sin embargo, a Andrés no le importan esas cosas, sólo me hace señas para que me quede callado mientras él se oculta de sus amiguitos con los que juega al escondite.

“Dios vive aquí”, puede que el predicador del autobús no haya estado tan equivocado, y al igual que aquellas ciudades vecinas, posiblemente estemos sufriendo castigo de fuego eterno. Y si no lo creen escuchen atentamente, se escucha un poco lejos pero nos iremos acercando; ¿ya lo tienen? ¿ya lo escucharon? Pues sí, eso mismo, el vecino del frente ya puso a sonar el vallenato. No, señor, si Dios vive aquí, al igual que Andrecito, no quiere que lo encuentren.

Retoños Literarios


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Orimar Meneses/ Ciudad VLC/ Foto: Cacriphotos

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