Este cuento es para Ramón y Johanna
por su “Godofredo” y
para Eduardo por su “César”

 

Esta es la historia de un gallo llamado por algunos “Godofredo” y por otros “César”. Y es que este gallo tuvo vida larga y aventuras inesperadas.

Suele ocurrir cuando se tienen varías vidas, o cuando conocemos a alguien de una forma, o en un lugar, y después eso cambia y con ello cambia, pues, la vida que llevamos.

El hecho es que este gallo, con sus plumas, sus paticas en forma de estrella, su penacho rojo y su pico, como cualquier otro gallo, ha vivido dos veces.

Sonata del gallito ciego-pollito Godogredo 2

La primera vida comenzó al nacer. Se rompió, con su fuerza y su deseo de salir, la cáscara que le cubría, y el pollito salió, ¡fuerte!, con mucha energía, estirando paticas y alas como para que lo vieran todos.

El movedizo, saltarín pollito se movía con energía, estirando sus dos paticas, y descubriéndose a sí mismo con orgullo y energía.

Tenía un porte elegante cuando ponía derecho el cuello y veíamos  su firmeza de patas, caminando con soltura y seguridad plena.

Entonces lo primero con lo que se encontró fue con el hecho de que sus dueños humanos lo cargaron, lo pesaron, lo midieron con cinta métrica, haciendo anotaciones, y de inmediato lo colocaron en un corralito bien dispuesto, al lado de otros gallitos que pasaban por la misma revisión que él.

Quienes, humanos, se ocupaban de esos manejos, llevaban consigo un tablero de anotaciones, registrando su peso y medida y hasta la resistencia de paticas y alas, pico y cabeza.

El pequeño gallito escuchó cuando dijeron: “¿Qué les parece si lo llamamos Godofredo?”, y el que llevaba apuntes lo anotó: GO-DO-FRE-DO.

Y así se quedó.

En esos momentos los ojos del gallito descubrieron todo el movimiento, el agite más bien, que había a su alrededor, donde otros gallitos recién salidos del cascarón, como él, eran medidos y pesados como él.

Sonata del gallito ciego-Godofredo y otros gallitos 2

A Godofredo, después de tomarle medidas de patas, cuerpo, pico y cabeza, lo llevaron a un lugar donde estaban los de su edad, y rápidamente se vio trasladado a un galpón, donde le fue servido el alimento y se vio rodeado de muchos gallitos piando todos a la vez.

Entonces se asombró, por primera vez, del tamaño de la gallera y de todo el ruido que despedían juntos. Así comenzó su vida de gallito de pelea.

Godofredo, como le llamaban ahora todos, se dio cuenta muy rápido de varias cosas, primero: de que la comida era muy buena, abundante y variada, segundo: de que tenía horarios para estar en jaula con sus compañeros, para comer y ejercitarlo.

 

Sonata del gallito ciego-Godofredo

También se dio cuenta de que en los ejercicios entraban para hacerlo pelear con sus compañeros en la arena, y que él empezaba a saber qué era eso de pelear, y la verdad no acababa de gustarle mucho; cuando le tocaba atacar, su corazoncito sonaba tan fuerte que casi se le salía del pecho. Ver a sus contendores heridos lo sobresaltaba.

Le daban buena comida, con granos y forraje, y hasta miel, con  agua abundante siempre, y los colocaban en grupo por tiempo medido a tomar el sol de la mañana. O sea, se les cuidaba como reyes. Todo eso estaba bien, pero lo que lo hacía temblar y escuchar los latidos de su corazón muy acelerados, era cuando lo metían en el recuadro con otro gallito como él y los azuzaban para llevarlos a pegarse los dos.

Su angustia era cada vez más grande y creció muchísimo el día en que vio a dos de sus compañeros del galpón picotearse aguerridamente, hasta que el ojo de uno quedó en el pico del otro y la sangre de ambos hizo un charco en el lugar de los encuentros, uno de ellos quedó tendido en un pozo rojo sin ninguna señal de estar vivo.

Ese día ya no pudo dormir para descansar, y él, como varios de sus compañeros, ya no tuvieron ánimo para conversar ni comer la ración de la tarde.

Los que limpiaban los galpones y les servían alimentos, señalando las rutinas, estaban como acelerados y los apuraban para todo.

Godofredo, tan triste como varios de sus compañeros, estaba contrariado, y no encontraba cómo negarse a continuar con aquello.

En los días siguientes, cuando le tocaba participar en las contiendas, evadía los ataques con sus alas y saltaba más de lo previsto.

Los humanos que trabajaban en el entrenamiento de todos lo reprendieron a gritos y hasta le suspendieron su ración preferida, que contenía cebada y avena, entre otras cosas.

Godofredo entendió que, si quería seguir vivo, debía inventar una táctica.

Entonces, aprendió a mantenerse en la escena de lucha, esquivando picotazos y moviéndose en círculo muy rápidamente hasta agotar a su contendor, quien caía exhausto.

Eso le dio ventaja por un tiempo y lo mantuvo en la cartelera que anunciaba las peleas de los gallitos.

Pero llegó el día en que tuvo como contendor a Zacarías, un gallo temerario que se divertía ejecutando a sus compañeros, incluso irrespetando todas las reglas de los combates.

 

Sonata del gallito ciego-gallos peleando 2

 

Ese día, la pelea fue muy anunciada en la gallera y el público llenaba las gradas.

Godofredo sabía que Zacarías tenía toda la disposición de maltratarle, porque envidiaba la aceptación que tenía el gallito entre todos sus compañeros.

Zacarías rompió todas las reglas, le metió zancadillas a Godofredo, le tiro arena en los ojos, tiro piedras y demás, Godofredo bajaba la cabeza, se volteaba, esquivaba como podía, hasta que en un gesto totalmente inesperado Zacarías le tiro picotazos directamente a un ojito y… se lo sacó.

El gallito tratando de contener el borbotón de sangre se supo perdido. Terminó la pelea y muchos no quisieron celebrar ese final.

A Godofredo  lo sacrificarían, porque en esas condiciones ya no podría ser más un gallito de pelea. Él lo sabía y no intentó poner resistencia alguna en medio de su dolor.

Pero ocurrió que una persona, un señor que estaba entre los del público, conmovido por la valentía del gallito, se acercó a quienes correspondía sacrificar al gallito (dado que ciego ya no podría pelear), y pidió le fuera entregado, y los organizadores se vieron las caras, le contestaron que un gallito sin un ojo no serviría de nada, pero el joven insistió y se lo entregaron, extrañados de su solicitud.

 

Sonata del gallito ciego-Godofredo tuerto

El joven tomó el gallito con tristeza, tratando de protegerlo, y arropándolo cuidadosamente se lo llevó a su casa.

Cuando llegó allá con su apreciado paquetico entre los brazos, los miembros de su familia lo rodearon y, cuando el destapó al gallito, todos se enternecieron ante su dolor, querían ayudar a limpiarle y ayudarle a ponerse en pie.

 

LEE TAMBIÉN: «HISTORIA DE LA SEÑORITA GRANO DE POLVO, BAILARINA DEL SOL» DE TERESA DE LA PARRA

 

Por varios días el gallito vivió el proceso de su recuperación, acostumbrándose a mirar a medias por un ojito, olfateando el entorno y usando sus patas para conocer el territorio.

La familia que le dio acogida es amorosa y solidaria, y Godofredo se ha acostumbrado de la mejor manera a vivir allí, bien acompañado, usando su olfato para guiarse en el nuevo espacio, y ahora su vida es otra, rodeado de amor y nuevas experiencias, ah, y con un nuevo nombre, ahora es el gallito César.

 

Laura Antillano / Ciudad Valencia / Ilustraciones Juan Carlos Fernández