“UCV tres siglos: ¿autonomía sin democracia?” por José David Capielo

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Un 22 de diciembre de 1721 fue fundada la hoy Universidad Central de Venezuela (UCV), en pleno período colonial, bautizada como “Universidad Real y Pontificia de Caracas”, con la anuencia de la monarquía española y la jerarquía eclesiástica.

Las universidades surgieron en la Europa medieval. Las primeras de estas organizaciones fueron las universidades de Bolonia (Italia) y París (Francia) en el siglo 12. En Hispanoamérica surgieron a partir del siglo XVI y llegaron a crearse unas 31 universidades en todo el período colonial, de las cuales apenas 20 sobrevivieron, ya en la etapa independentista.

En nuestra universidad republicana, sus principales benefactores fueron el propio Libertador Simón Bolívar y el prominente médico José María Vargas, este último su primer rector en el nuevo período. Ellos promulgaron un nuevo estatuto anti colonial, en 1827; denominándose desde entonces UCV. Bolívar y Vargas, además, donaron varias propiedades a la principal universidad venezolana.

El catedrático e historiador Ildefonso Leal (1932-2015) señaló que, en el siglo 19, la UCV vivió  etapas de esplendor y decadencia, de bonanza económica y de miseria. Se mencionan en especial los gobiernos de Guzmán Blanco, con 18 años de predominio, donde hubo especial acción anti universitaria y confiscación de sus bienes.

Vendrían nuevos intervencionismos, con la dinastía andina, incluida la dictadura de Juan Vicente Gómez, que clausuró la UCV por largo tiempo. Posterior a 1935, se da un protagonismo del movimiento estudiantil ucevista y se logra, en 1943, con el presidente Medina Angarita, la decisión de construir la “Ciudad Universitaria de Caracas” (CUC) como Campus principal, obra ejemplar, designándose responsable al arquitecto venezolano Carlos Raúl Villanueva, quien dirigió este proyecto hasta su culminación.

Derrocado el presidente Medina Angarita en 1945, se planteó una Reforma Universitaria a través de la rectoría de entonces y de una Comisión integrada por los doctores Rafael Pizani y  Raúl García Arocha, entre otros; lográndose aprobar un estatuto que favorecía las principales reivindicaciones del sector universitario.

Este estatuto, acordado por el gobierno provisional presidido por Rómulo Betancourt, se reservaba la designación de autoridades en la UCV, argumentando que se debía “contrarrestar el carácter reaccionario del claustro universitario medieval”; dando paso a unas autoridades de tipo progresista.

Luego, electo presidente de la República Rómulo Gallegos, y tras ser depuesto el mismo año (1948), vendría la llamada “década militar”, régimen dictatorial donde no hubo mayores concesiones, más allá de dar continuidad a la construcción de la CUC, como plan ya iniciado, que se logra concluir parcialmente. La dictadura militar interviene la UCV y nombra autoridades impuestas.

Hubo resistencia, principalmente estudiantil, y finalmente es derrocado Pérez Jiménez a inicios de 1958. En diciembre de ese año, la Junta de Gobierno encargada decreta un Estatuto Universitario, donde entre otras cosas se restablece la autonomía universitaria.

Entre 1958 y 1998 se dan múltiples allanamientos, represión abierta contra la UCV, la reforma anti-autonómica de Rafael Caldera en 1970, el cierre de la universidad y el despojo del Jardín Botánico; se limita además la autonomía en forma arbitraria con la anuencia de AD y COPEI.

Vendría en 1999 el gobierno bolivariano con el presidente Hugo Chávez, quien entre otras cosas devuelve el Jardín Botánico en el 2000. Con la Ley Orgánica de Educación (LOE) de 2009, vendría el debate sobre cómo entender el carácter de la autonomía universitaria, consagrada en la Constitución de 1999; pero a la vez cómo garantizar la participación de todos los sectores universitarios, dentro del protagonismo necesario, para ampliar la democracia.

Más allá de cualquier otra consideración, lo resaltante es que no se realizan elecciones de autoridades en la UCV desde hacen trece años; y se impone una discusión franca, entre el Ejecutivo Nacional y los sectores universitarios, para la búsqueda de salidas impostergables. Si insistimos en que el viejo Claustro Universitario no puede ser “democratizado” nunca, no existirá  alternativa posible.

 

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Existen propuestas sobre posibilidad de acordar proporciones justas de participación calificada de cada sector y sus gremios en el Claustro; que pudiera posibilitar una salida. La LOE podría ser reformada o ajustada, principalmente en el caso de las universidades autónomas en nuestro país (5);  y eso podría “destrancar el juego” para un escenario de autonomía con democracia.

En estos tres siglos de la UCV, como ciudadano y ucevista, nos inclinamos por una solución concertada a esta problemática. Saludamos a la vez toda la labor de rescate de la CUC, emprendida por el Ejecutivo Nacional. Las luces deberán vencer las sombras una vez más. ¡Que así sea!

 

José David Capielo / Ciudad VLC