Yo no sé qué pasa en el mundo. Estoy demasiado concentrado jugando ajedrez con mi abuelo y, hasta ahora, nunca le he podido ganar. Quizá porque me distraigo todo el rato con las palomas del jardín. Siempre hay dos o tres que se posan en la pileta que hay en el jardín, y mi abuela les toma unas fotos increíbles. Ella es fotógrafa profesional. Bueno, eso y mil cosas más. Según mi abuelo, también es mecánico-electricista, cocinera, traductora, alquimista, cuentacuentos, y la mejor esposa del mundo. Yo le creo.

No podía ser de otra forma. La mamá de mi abuela era cantante de ópera y su padre era un genio de la química, a quien el gobierno mexicano mandó becado a la Universidad de Marburgo en Alemania (sus amigos le decían “El Pavo”). De ellos, mi abuela heredó un alma artista y científica.

Mi abuelo es un romántico y escribe muy bien. Una vez grabó las iniciales de una niña que le gustaba en todos los árboles del Bosque de Chapultepec, y luego se subió en uno de ellos para verla pasar. Mientras escalaba, se cayó trágicamente y se hizo el muerto por si ella pasaba (para que llorara sobre su cadáver). Ella nunca apareció, pero sí apareció mi abuela. Aunque eso fue varios años después…

 

Mirando una fotografía de mi abuela-Alejandro González-abuelo y nieto

Mi abuelo se había quedado en pana [accidentado] en la carretera, y un auto se detuvo para ayudarlo. Para completa sorpresa de mi abuelo, del auto se bajó una mujer con ojos llenos de luz y una expresión muy divertida. Arregló el problema mecánico en unos minutos, y para mayor sorpresa de mi abuelo, ya llevan más de cincuenta años casados.

Ahora tienen un montón de nietos talentosos e interesantes, pero (esto lo dicen ellos) su nieto favorito soy yo. A mí no me da cargo de conciencia con mis hermanos y primos. Mis abuelos son mis mejores amigos y hacemos mil cosas juntos. Mi abuelo tiene una colección de bastones, y mi abuela tiene unos libros con unas fotografías increíbles. A mí me encanta caminar con mi abuelo, y ver fotos de mariposas y de olas con mi abuela.

 

Cuando caminamos con mi abuelo, hablamos de las cosas importantes de la vida: el amor, la muerte y los sueños. Además, por las mañanas, yo le leo el diario de su papá que peleó en la Revolución Mexicana. Así que cuando salimos a caminar, también hablamos de eso (“¡tenemos que armar una revolución!”).

Con mi abuela cocinamos casas de chocolate blanco y fabricamos nubes de acuarela. Ella me ha enseñado a mirarlo todo y a rezar por las noches.

Yo no sé qué pasa en el mundo. Ahora me dicen que ya no puedo estar con mis abuelos. Que la situación es difícil y hay que tomar precauciones. Yo no lo entiendo. ¿Quién acompañará al abuelo en sus largas caminatas? ¿Quién fabricará nubes con la abuela? ¿Acaso no ven que me necesitan?

Dicen que es por su bien, que su salud es lo más importante. Pero no entienden nada. ¿Quién va a rezar con mi abuela? ¿Quién le va a leer a mi abuelo el diario de su papá? (Soy el único que entiende la letra). ¿Quién lo acompañará en sus caminatas? ¿Quién será su cómplice en la revolución?

 

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Mi abuelo, hace tiempo que ya no salimos a caminar. Además, nuestra última partida de ajedrez quedó incompleta, porque tú te fuiste al baño justo cuando por fin te estaba acorralando. Ya caché tu juego sucio: así te mantienes imbatible siempre.

¡Ay! Yo no sé qué pasa en el mundo.

Ahora vivo en Chile. Mi abuelo murió hace dos años. Y ayer mi abuela me mandó una foto de su cuarentena: unas palomas en la pileta de su jardín.

 

Alejandro González / Tomado de «Cuentos de Cuarentena», Concurso Amanuta 2020 (Chile)