“Abigail Lozano cumple 200 años y piquito (1)” por José Carlos De Nóbrega

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José Carlos De Nóbrega autor de la columna "Salmos y Proverbios"

El poeta Abigail Lozano arribó a su bicentenario el segundo año de la Pandemia de 2021. Revisando su Fortuna Crítica básica, fundamentalmente a voces como Mariano Picón Salas, Mario Briceño Iragorry, Luis Beltrán Guerrero y Jesús Semprum, se puede decir que Lozano, además de ser de los primeros románticos venezolanos, está considerado como poeta decimonónico, viejo o envejecido. Ello en virtud de su imaginería efectista, su pulso sensiblero extremo y tosquedad técnica y discursiva de la que el poeta fue consciente y justificó en no pocas ocasiones.

Nacido en Valencia en 1821, criado en Puerto Cabello y fallecido en Nueva York en 1866, Abigail Lozano fue un hombre del siglo XIX con sus virtudes y debilidades. Su obra poética así lo delata sin protocolo ni imposturas. Poco antes de morir, publicó «Colección de Poesías originales» en París en 1864 con presentación y prólogo de J. M. Torres Caicedo, una suma lírica que evidencia su conciencia escritural, si se quiere, algo ortodoxa. El volumen de algo más de quinientas páginas se organizó en función de sus obsesiones temáticas: Amor y Lágrimas, Cantos de la Patria, Flores del sepulcro, Armonías de la Religión y la Naturaleza, Mosaico, Napoleón, Poesías diversas e incluso la polémica en materia literaria con Contestación a uno que se llama por ahí El Ingenuo, prosa de autodefensa que alcanza las cincuenta páginas. Tal criterio de estructuración temática obsesiva nos resulta franca, estrambótica y muy ilustrativa del discurso y ars poética del más popular de los poetas románticos del siglo XIX en Venezuela.

Nos interesa revisitar a Lozano sin el apasionamiento ni la desconsideración del que lo lee dos siglos después. Especialmente en su Valencia natal, victimizada a un nivel patrimonial: Como ejemplo puntual tenemos el cierre criminal de la Maestría de Literatura Venezolana de la Universidad de Carabobo. De allí que no ha importado al Poder Fáctico regional la publicación de la obra completa de Pocaterra, Ramón Díaz Sánchez e Ida Gramcko, ni tampoco «repatriar» la obra plástica de Arturo Michelena. Los bicentenarios de la Independencia son motivos de propaganda ideológica, más que el propiciar un debate sobre nuestra noción histórica y proyecto de país posible. Y, claro está, nuestros románticos no pueden excluirse como apestados en cuarentena prolongada.

Los críticos como Picón Salas, Briceño Iragorry, Semprum y Beltrán Guerrero, no obstante las variaciones propias de un diagnóstico diferencial en torno al corpus poético de Abigail Lozano, coinciden en que este hombre encarnó y sintetizó la esencia mestiza y dispersa del venezolano del siglo XIX en la consolidación accidentada de la república. Este ciudadano naciente y balbuciente se movió entre el egotismo épico independentista y el resentimiento social, no en balde sus virtudes al calor de una cultura popular igualitaria y auto afirmativa. Creemos que subyace el tema de la revolución traicionada y el de la sobrevivencia del pueblo en tal contexto. Hay una línea de continuidad elíptica y quebradiza que afecta lo histórico y lo estético. La desilusión del Miranda en La Carraca por Michelena, escarnecida por la neo épica como propaganda política, antecede el pesimismo de Alberto Soria en el modernismo de Díaz Rodríguez, y se complementa con el optimismo de Paulo Guarimba del criollista Urbaneja Alchepohl. Como se sabe, el modernismo, el criollismo e incluso el surrealismo son derivados de la pulsión romántica. Empero que algunos modernistas y positivistas venezolanos fueron parte y arte del funcionarismo gomecista.

 

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Los románticos valencianos como Abigail Lozano y José Antonio Maitín antecedieron la obra poética fundacional de Juan Antonio Pérez Bonalde focalizada en «Vuelta a la Patria» y, si se quiere, en su traducción magnífica de «El Cuervo» de Edgar Allan Poe en lo que toca a la sensibilidad escritural y lectora en la Venezuela del XIX. En el caso de Abigail Lozano, su obra poética comprende los géneros de la oda épica y la elegía. En el caso de la Oda tenemos «El retrato de Bolívar», » Bolívar» y «A Barquisimeto» como muestras muy representativas. Se trata de la fluencia de la Guerra, la de la Independencia y la Federal, que repercutiría también en la concepción necrofílica de la Muerte a la que no renuncia nuestro romántico. En ambos textos bolivarianos, tenemos al Héroe y fetiche funerario cimentando el egotismo patriótico desde la infancia: «Él es!!!… con voz de asombro mis labios pronunciaron: / Él es!!!… en los contornos el eco remedó; / Trémulas mis rodillas en tierra se postraron: / Él es !!! convulso el labio de nuevo repitió». No descarta sino que resalta un sentido de la culpabilidad que se le induce al País: El llanto de la madre al contar su biografía de Bolívar al niño y luego el reclamo del joven poeta hombre a la impasibilidad de su pueblo cuando lo de la Cosiata y La Casa de la Estrella. Lozano fue un conservador como el Páez que se inventó el culto a Bolívar para apuntalar su proyecto político separatista de la Gran Colombia.

En otro poema, «Ricaurte», empapado de la prosa romántica de Juan Vicente González sin igualar su calidad lírica insoslayable, tenemos la magnificación necrofílica del egregio hasta la leyenda histórica. La musicalidad apoyada en una rima confortable y muy poco lograda, no ayuda mucho a su propósito patriótico: » No importa que la tierra / Donde corrió tu sangre generosa, / Olvide ingrata un día / Tus abrazados huesos insepultos: / No importa… que los Andes, / Túmulo son de nuestros Hombres Grandes». Claro que el poeta desconocía que el sacrificio de Ricaurte en San Mateo fue leyenda recreada por Bolívar como artilugio propagandístico para levantar la muy decaída moral del ejército en ese momento crítico, como lo confiesa en el «Diario de Bucaramanga» de Perú de Lacroix.

 

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José Carlos De Nóbrega es un ensayista y narrador venezolano (Caracas, 1964). Licenciado en Educación, mención Lengua y Literatura, de la Universidad de Carabobo (UC). Ha publicado los libros de ensayo Textos de la prisa y Sucre, una lectura posible, ambos en 1996, y Derivando a Valencia a la deriva (2006). Fue director de la revista La Tuna de Oro, editada por la UC. Forma parte de la redacción de la revista Poesía, auspiciada por la misma casa de estudios. En 2007 su blog Salmos compulsivos obtuvo el Premio Nacional del Libro a la mejor página web. En el año 2021 ganó el concurso de Ensayo de la VII Bienal Nacional de Literatura Félix Armando Núñez y el concurso de Crónica de la V Bienal Nacional de Literatura Antonio Crespo Meléndez, convocado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, por intermedio del Centro Nacional del Libro (Cenal) y la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello.

 

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