BARCA DE PAPEL (6): LAS RUINAS DE LA CASA

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Barca de Papel (6): Las ruinas de la casa

Barca de Papel (6): Las ruinas de la casa (CELARG, 2010) de Isaías Cañizález es la sexta entrega de esta serie bibliográfica en el diario Ciudad Valencia. Este poemario tiene como centro temático y poético el derrocamiento del presidente chileno Salvador Allende y, por ende, una invectiva contra la dictadura del general Pinochet. JCDN.

El poemario «Las ruinas de la casa» (2010) de Isaías Cañizález Ángel

Isaías Cañizález Ángel es un poeta nacido en Boconó, Trujillo, el año de 1973. Ha publicado los poemarios Ceremonia de lo adverso (2003), Profanaciones y derrotas (2010), Las ruinas de la casa (2010) tema de esta reseña y Kuaderno palestino (Casa Bello, 2016).

 

Los dos últimos libros incursionan en una poesía política y comprometida no exenta de autenticidad y alto vuelo poético. En el año 2016 fue el escritor homenajeado en la Feria Internacional del Libro de Venezuela (FILVEN, capítulo Trujillo), evento realizado en su Boconó natal.

El poeta venezolano Isaías Cañizález Ángel

 

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Las ruinas de la casa, partiendo del golpe de estado infligido al Presidente Allende en el Chile de 1973, edifica el discurso distópico de la represión militar y terrorista que ha asolado históricamente al Continente desde la estirpe homicida de los Somoza en Nicaragua, pasando por la caída del gobierno progresista de Jacobo Arbenz, hasta las dictaduras del cono sur.

 

El discurso poético se asimila al Decir de la poesía exteriorista nicaragüense, la crónica aterrada de Miguel Hernández centrada en la Guerra Civil española y los Poemas Humanos de César Vallejo.

 

El presidente traicionado y el milico felón.

 

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La arquitectura del terror milico pinochetista se vale de la casa diezmada, desolada y escarnecida como metáfora cruda sin artificios estilísticos. Se imposta y simula el discurso fascista latinoamericano por vía de la parodia y el sarcasmo, bien sea el soporte el texto poético en prosa o en verso.

 

El fusil se transubstancia en una despiadada lengua represora: «Tu rostro lamerá los rincones polvorientos de la memoria y allí quedarán detenidos los quejidos de un desvelo eterno. Veo sangre en tus orejas. Tu cuerpo tibio parece ser libre«. La libertad y la soberanía son anatemas para la teología violenta y esterilizante del conservadurismo que sigue pretendiendo resecar al pueblo.

 

No se pasa por alto ni el orden que sustenta el terror ni, en especial, la tipología poético-sociológica del torturador como ejecutor opresivo.

 

«Gitano» y «Tierra de ciegos» son breves aproximaciones en prosa poética áspera que denuncian la impiedad de los torturadores: «Vamos a separar estas uñas de esos dedos. Creo que te sobra una mano. Donde las palabras son desvaríos no es razonable que se tenga lengua», nos dice el primero; mientras que el que le sigue en la abyección de la penumbra, titubea en el asombro de la rebeldía del Otro, «No me preocupa tanto el dolor que causamos sino las formas de resistencia donde se le cierra el paso a la muerte definitiva».

 

La sintaxis de la represión reaccionaria y contra-natura no sólo destroza y machaca la carne sino sobre todo la memoria y la cultura de la revolución posible. El vil asesinato del cantautor Víctor Jara en prolongadas sesiones de tortura, se pone de relieve en la oralidad brutal, obscena e indolente del funcionariado político-policial de turno: «¡Qué artista vai a sé tú! / No morí / por eso. / No, concha e’ tu madre / tú morí / por güevón».

 

No es casual y si muy sintomático que le cortaran las manos a Jara en el Estadio Nacional, como al Ché Guevara en la selva boliviana, pues hay que echar de sí los miembros que tocan el bordón libertario de la guitarra, amén de los que halan el gatillo en la guerra de guerrillas. Recordemos que la amodorrada y acorralada democracia formal chilena, motivó la explosión violenta en las calles de los hijos de la represión a finales de siglo.

 

Retomando el poema XV, «Víctor», los represores desencadenan una estampida ultra-violenta del miedo que los corroe, pues la canción necesaria y comprometida, al igual que la Poética del Decir, pone su cagantina en meridiana evidencia: «¿Táis cantando esas güevadas, / otra vez? / Guëvón, no sabéi que esas / güevadas son veneno / pa’ la cabeza».

 

La reacción desproporcionada fascista sublima sus terrores arremetiendo física, política y culturalmente contra todo vestigio de revolución y renovación ciudadana.

 

Como los libros proféticos de la Biblia, este poemario manifiesta con denuedo la relación intrínseca entre la poesía verdadera y la profecía como denuncia y reconvención históricas. Se trata de reivindicar, sin importar la desilusión ideológica ni estética, así como tampoco edificar una deslucida Arcadia utópica y propagandística, a la arista rebelde y cambiante no sólo del lenguaje poético sino del habla cotidiana misma.

 

Enriqueciendo los slogans de las marchas y peregrinaciones en libertad de todos los tiempos, nos permite recobrar un sentido más digno y significativo del discurso y la praxis política: «No olviden que la miseria / de sus postradas / formas de progreso / se pudren / ante la insolencia / de nuestra / eterna / rebeldía».

 

¡No es hora ya de sacudirnos el Estado omnipotente, anquilosado y vertical, amén de la mezquindad avara y salvaje de las grandes corporaciones que nos sumen en la esclavitud asalariada y la sumisión imperial! La poesía política de Isaías Cañizález Ángel es un valioso papel de trabajo estético, interior y social.

 

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José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

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