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“Mi patroncita, la devoradora de hombres”

Sebastián, mi vecino, llegó temprano al banco donde trabaja, perfumado y con corbata, como acostumbra, y sus compañeros lo recibieron con la noticia de que tenían una nueva jefa, quien resultó ser tremenda ninfómana…

 

La nueva patrona los reunió en la sala de juntas para presentárseles, se trataba de una morena de unos 52 años de edad, Sebastián me cuenta: “Que está bien buena, a pesar de su edad”.

 

Apenas la conoció, supo él que era una mujer ardiente, pues tenía una mirada pícara. Ese día, Sebastián sintió que ella lo “escaneó”, y hasta él, quien es un gigoló con experiencia, se sonrojó cuando la susodicha le echó aquella ojeada, como si se lo quisiera comer pedacito por pedacito.

 

Los días fueron pasando y la jefecita se paseaba por los espacios del banco con minifalda, eso a los hombres les encantaba, pero las mujeres la criticaban, decían que era “muy vieja” para andar con esas gracias, vistiendo ropa tan provocativa.

 

Y “La Patroncita” -así la llamaba Sebastián- un día se desató con él, por lo cual sus amigos le montaron un chalequeo, ya que la señora en cuestión lo acosaba sexualmente a cada momento, primero le empezó a mandar mensajes diciéndole: “Te deseo, quiero tener tus interiores colgando en el copete de mi cama”, ¿qué les parece la desfachatez?

 

Yo le dije a Sebastián que esa mujer no se iba a quedar con las ganas, que hasta que él “se la pasara por el pico”, esa no se iba a quedar quieta, y no me equivoqué… La osada jefecita atrapó, por fin, a Sebastián en el baño de caballeros del banco y lo empujó hacia uno de los cubículos, cerró la puerta con rapidez, bajó la tapa de la poceta, lo sentó y le introdujo la lengua casi hasta la garganta. Así siguió ella con su lujuria, dejándolo casi sin respiro, pero él no se le resistió.

 

“La patroncita” luego acarició su miembro con firmeza, le bajó el cierre en un santiamén y él estaba excitado, pero callado, no encontraba qué decirle, y mientras se decidía, ya estaba su pene dentro de ella, quien se movía como la devoradora que es.

 

“Es insaciable, una ninfómana, y pretendía que se lo hiciera cuatro veces más”.

Me contaba él.

Pero lo que a Sebastián lo hizo escapar de ella despavorido fue que, después del segundo round, ella sacó un consolador de unos 19 cm y le preguntó si no le gustaría probarlo y disfrutar él también del sexo anal: “¡Está loca, que se lo meta a otro!”.

 

Escrito por Afrodita

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