“Una temprana afición lectora (2)” por José David Capielo

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Dando continuidad a mi ensayo auto-reflexivo, destacaré lo que he considerado mi precoz afición lectora, estimulada en buena parte, en esos primeros estadios de vida, por una afortunada y circunstancial promoción de parte de un familiar cercano, afín a la literatura y al compartir, a quien recuerdo con especial estima, mi primo hermano Enrique David Arenas Capielo.

Me remonto a mis primeros trece años de vida, hacia 1963, previos a mi ingreso al liceo. Fueron tiempos no solo de desarrollo inicial, sino también de muchas vivencias, siempre bajo la atención y protección de mis padres, con quienes compartí ampliamente, aun estando ellos separados; era la convivencia en dos núcleos familiares, el trabajo, desde niño, con mi padre y los estudios formales, bajo la tutela de mi madre.

Entonces con frecuencia nos visitaba, en casa de mis hermanos paternos, el primo Enrique, hijo de una hermana de mi padre, y por lo menos en los últimos tres años antes de graduarse él de bachiller, siempre nos llevaba algunos libros de literatura, que no solo nos leía y comentaba, sino que nos animaba a todos a leer y a compenetrarnos con ese mundo literario; iniciativa que, pese a nuestra inocencia e inmadurez, logró al menos en mi caso la motivación a la lectura.

Aquel joven estudiante Enrique David había nacido en Coro, por cierto un primero de noviembre como yo, pero en 1943, es decir seis años antes. Y egresó del liceo en 1963 en la especialidad de Humanidades, para irse a Maracaibo, a la Universidad del Zulia (LUZ), donde se graduó de Licenciado en Letras en la Facultad de Humanidades y Educación, convirtiéndose luego en docente de esa casa de estudios por casi cuatro décadas.

De aquellos talleres literarios improvisados con el primo Enrique, aún tengo presentes al menos dos lecturas que especialmente me impactaron. Una se refiere a la novela “Fiebre”, de Miguel Otero Silva (MOS), no solo comentada por Enrique, sino que él también nos dejó alguna copia del texto. De igual manera nos comentaba Enrique parte de la obra del escritor, poeta, humorista y luchador antigomecista Francisco Pimentel, alias “Job Pim” o “El Jobo”, como se le conocía.

De la novela “Fiebre”, publicada por MOS en 1922, una especie de autobiografía, me grabé la consigna utilizada por los estudiantes de 1928, en la lucha contra Juan Vicente Gómez: “Alá y Balajá/ Sigalá y Balajá/ Sacalapatalajá”, que yo repetía sin mayor conocimiento de su significado.

Más tarde averigüé que se trataba de una “jitanjáfora”, o enunciado lingüístico de palabras o expresiones, en su mayor parte inventadas o sin sentido; pero que por sus valores fónicos puede cobrar sentido con el texto en su conjunto. Los estudiantes de entonces se burlaban así del dictador, en una clara afrenta pública.

De “Job Pim” leíamos parte de sus escritos, de su lucha igualmente anti-dictatorial, desafiando a Gómez desde los periódicos, empeño que le costó varios carcelazos en condiciones deplorables, muriendo muy joven en 1942. Por cierto que el propio MOS escribió un soneto a la muerte de Job Pim: “Más fue tu gracia tal raudal de vida/ que no la muerte te tronchó la gracia/ y sí tu gracia iluminó a la muerte”.

 

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Reivindico yo, pues, entre tantas vivencias, afectos y enseñanzas iniciales, estos pasajes de formación temprana que nutrieron mi ser desde muchacho. Con Enrique David, quien se quedó a vivir en Maracaibo el resto de su vida, hasta su deceso en 2015, no tuve mayor contacto directo, aunque siempre tuvimos información de su labor de excelencia académica, de su mentalidad siempre progresista y de ser honrado por sus propios colegas de LUZ como Profesor Emérito, es decir, un maestro de la literatura en nuestro país.

A finales del año 2010, en los preparativos (desde el Núcleo de la UNESR) para conmemorar cien años del nacimiento del poeta Vicente Gerbasi en su natal Canoabo, hice contacto telefónico con Enrique con la intención de invitarlo para esta conmemoración en 2011, y aunque no se pudo lograr el cometido, mi llamada sí representó una ratificación mutua de nuestros lazos familiares.

Le hice llegar a sus manos la novela “Ulises”, del irlandés James Joyce (1882-1941); y recibí de su parte, en enero de 2011, una carpeta con parte de sus trabajos impresos, además de su libro “El azogue ubicuo”, publicado por LUZ en 2008, donde incluyó una afectuosa dedicatoria, que agradeceré siempre.

En la ciudad y todo el país viven o duermen gran cantidad de lenguajes, pulsaciones, expresiones míticas, dobles sentidos, ambigüedades verbales o gestuales… que sometidas a un fogueo crítico y una radical elaboración y transformación, a partir de sí mismos, sin perder su inserción en un proyecto solidario de cambio, emergen como nuevos y alternos lenguajes de nuestra poesía. (Enrique Arenas Capielo; LUZ, 2008).

 

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José David Capielo Valles es ingeniero agrónomo y magíster en Desarrollo Rural, egresado de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Campus Maracay. Nacido en Coro, estado Falcón, en 1949. Es docente jubilado de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez (UNESR), Núcleo Canoabo (2016). Es locutor, comunicador alternativo y colaborador de Ciudad Valencia desde 2014.

 

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