En este espacio-tiempo nada es casual y sí causal. He mantenido encuentros y algunas conversaciones con protagonistas del arte del sonido en Valencia, y en dichas tertulias ha salido a colación el tema de la Escuela de Música Sebastián Echeverría Lozano (EMSEL) y su estructura física. Este servidor egresó de esa noble institución musical carabobeña.
Haciendo memoria, llegue a la EMSEL de manos de mi padre, Rafael Martell (ejecutante del contrabajo), al reencuentro de alumnos y exalumnos de la institución propiciado por el respetado y siempre recordado Prof. Cristóbal Gornés Ravelo, director en funciones de la EMSEL entre 1972 y hasta 1992.
Este encuentro tuvo como objeto articular un programa orquestal llamado “Orquesta Sinfónica Valencia”, bajo la conducción del sub director de la Banda 24 de Junio, Prof. Víctor Julio Castillo, quien a su vez fue profesor de instrumentos de viento madera en la EMSEL.
El hecho fundamental al evocar este recuerdo es lo que vincula el escenario de este trabajo, y es justo la cronología, ya que en mi caso personal inicio estudios musicales en la sede ubicada en Vargas, cruce con Montes de Oca, y donde también despega, según mi opinión, la modernización de la Valencia con el naciente complejo de Torres Don Pelayo y su Hotel de (4 Estrellas) referente social de la Ciudad del Cabriales y otra obra arquitectónica que marca el crecimiento de la ciudad de José Rafael Pocaterra y Aldemaro Romero, ubicada en Cedeño cruce con Monte de Oca: “Torre 4”, primera sede del Diario Notitarde y promovida ambas inquietudes, el periódico y la torre, por los hermanos Miguel, Margarita y Manuel Jiménez Márquez
La reflexión e inquietud de todos los músicos en formación y ejercicio de la época se orientó a pensar en si Valencia merecía una sede para la Escuela de Música Sebastian Echeverria Lozano; por supuesto que sí, y la creatividad del Prof. Gornés le orienta en la idea de propiciar la construcción de una ciudad musical para Valencia.
En contacto con la historia contemporánea de la música en Carabobo…
El Decreto del gobernador del Edo. Carabobo, para la época Salvador Carvallo Arvelo (1937, 1938), revela la intención gubernamental de proporcionarle a la recién creada «Escuela de Música y Declamación» un local cónsono con la naturaleza especial de la Academia, «ubicándola en un lugar adecuado con miras a la mayor eficacia de sus servicios», reza el texto del documento público.
Llegamos a 87 años de existencia de la EMSEL y todavía la disposición oficial de crear una infraestructura, que constituya el soporte digno de la Institución musical, ni siquiera ha comenzado a gestarse.
Durante estos ochenta y siete años, la Escuela de Música, convertida en peregrina, comienza su transitar del viejo casco citadino en La Pastora llegando al edificio del Instituto Universitario de Libres Profesiones; posteriormente enrumba su camino hacia la Casa de Páez, hasta que el General Arroyo Ludert ordena su traslado a la edificación que ocupa la Escuela Arturo Michelena actualmente.
Pero el lógico crecimiento de la población escolar dedicada al estudio del arte sonoro presiona en forma tal que prepara una nueva emigración de la EMSEL, retornando al sector La Pastora en la Calle Montes de Oca, antiguo asiento de la «Seguridad Nacional».
En el año ’76, la EMSEL, y a petición de los dueños del inmueble, se ve obligada a desalojar la ya saneada estancia de los espíritus de la crueldad, para fijar su morada en la mansión familiar de los Lamanna.
El maestro Cristóbal Gornés, desde su columna, comenta esta nueva emigración de la siguiente forma: “En una zona de ‘Las Acacias’ que bordea el Cabriales con su cinturón vegetal repleto de bambúes y de un concepto colectivo en que se entremezclan murmullos del agua, susurros del viento y gorjeos de las aves. Una bella casa, espaciosa, que hemos transformado con el esfuerzo de todos, pero donde el término adecuación no tiene cabida, porque no estuvo fabricada para ser Escuela de Música. Y no es que la prístina idea involucrada en el Decreto se haya borrado. Desde Paíto Estopiñán, que nos sorprendió con el primer proyecto, la iniciativa de llevar a feliz término los denominados Complejos Culturales, hubieran resuelto desde hace tiempo el problema de la adecuación. Efímera ilusión, planteada posteriormente por varios gobiernos democráticos, donde se han consumido ingentes sumas, que se han quedado en el papel sin llegar a realización”.
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En otra columna del maestro Gornés Ravelo, y donde finaliza con una interesante reflexión: “¡Cuidado con archivarlo en las gavetas del olvido y corra la misma suerte de más de uno de los proyectos de Complejos culturales donde el polvo y las telarañas calcinaron el esfuerzo y los billetes expendidos! Me permito hacer un llamado a todos los sectores que se aglutinan alrededor del Proyecto: «UNA CIUDAD MUSICAL PARA VALENCIA».
Lamentablemente, el maestro Cristóbal Gornés ya marchó de este plano y su sueño no se pudo realizar, y como todo hombre de visión lo plasmó en su columna “Carta Musical» del 31 de diciembre de 1988.
Ejercicio:
Visualizar: luz de color rosado para sanar la vida diaria
Tema: Besos en mi sueño
Intérprete: Orquesta de Cámara Comunitaria de Música Venezolana (OCCV)
Arreglo y dirección orquestal: Delfín Martell
Autor: Augusto Brand
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Delfín Martell González es licenciado en Arte, mención Dirección Orquestal, con Maestría en Antropología Cultural, por el Instituto Politécnico de Arte Manuel de Falla, San Juan de Puerto Rico-Puerto Rico. También es productor y conductor de radio y TV, y actualmente conduce el programa radial “Cápsula Sonora” por la señal de la emisora valenciana Arsenal 88.9 FM, así como también el programa «Venezuela en concierto, un tesoro musical», a través de la emisora comunitaria La Voz de los Tacariguas 99.7 FM en el municipio Los Guayos (Edo. Carabobo).
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