“El poder de la imagen del mundo” por Luis Alberto Angulo

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Luis Alberto Angulo, autor de la Columna de Ciudad Valencia "Sábado"

La primera referencia consciente que tengo de la poesía venezolana tiene que ver con dos figuras históricas: Andrés Bello y Simón Bolívar, dos genios fundadores de la nación: uno, representa la liberación del espíritu literario, y el otro, la independencia política, la cual construye desde ese momento a la nación. Ambas figuras habitan la casa del ser que es el lenguaje, y ambos son grandes poetas a su manera.

Estos procesos, el de la independencia política y el de la liberación cultural, han sido largos y difíciles. Los historiadores de nuestra literatura señalan al período anterior de la Independencia política ante España, a la Colonia, como un periodo importante donde ya aparece la existencia de un espíritu creador. Incluso en la etapa dura de la invasión europea, estudiosos como Alberto Rodríguez Carucci consideran la existencia de ese espíritu creador con sello americano entre los llamados Cronistas de Indias.

 

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Un terrible conquistador, que se le rebeló al Imperio español, el Tirano Aguirre, es reconocido a veces por el imaginario como un germen libertario de gran significado. El Tirano Aguirre, príncipe de la libertad, en la obra del narrador y poeta Miguel Otero Silva.

Los nuevos estudios indagan ahora en la cultura aborigen atropellada y borrada por el pensamiento hegemónico europeo y por el indudable genocidio que se cometió con los primeros pobladores. Hay testimonios cada vez más significativos de la existencia de poesía aborigen que indican el desarrollo de lenguas locales.

Entendemos entonces que todos estos procesos históricos son de orden cultural y están instalados en la conciencia colectiva. Son igualmente producciones sociales de sentido.  Creaciones colectivas con un desarrollo y una evolución concreta en el devenir.

Hay gente que se pregunta, todavía en este siglo XXI, si realmente existe una poesía venezolana. Es una pregunta capciosa y mal intencionada porque está estructurada dentro de una concepción colonizada y colonizadora. Por supuesto que existe una poesía venezolana, y tiene que ver con ese proceso de autonomía política y cultural que ha desarrollado la nación venezolana para definir un carácter, una personalidad, una manera de ser frente al mundo.

 

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Estudiantes en el auditorio de la Universidad Arturo Michelena (UAM).

 

El poeta Pablo Neruda, en su libro Confieso que he vivido, hablando de los conquistadores dice algo así como: “todo se lo llevaron y nos dejaron todo, nos dejaron las palabras.” Ciertamente España, y los europeos en general, que se llevaron la riqueza en oro, plata, perlas, etc., nos legaron su idioma. Un idioma aún en formación, en el caso del castellano, pero ya con un impacto lingüístico de gran desarrollo y evolución. Así como las riquezas del Nuevo Mundo lograron una nueva economía, el impacto sobre la lengua no fue menor, y la revitalización de ésta generó una nueva cultura.

La gesta emancipadora nos legó a los venezolanos un texto poético muy sencillo y significativo, que es el Himno Nacional. Creo que la letra de ese himno muestra una forma peculiar con respecto a otros himnos de la época. Una forma expresiva, esa “pobre canción de 1812” del Chino Valera Mora, nos marca e identifica. El proceso independentista, duro y sangriento, no está desposeído del halo romántico del siglo XIX, y su poesía se escribió en grandes batallas.

 

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Pérez Bonalde,  Lazo Martí,  Arvelo Torrealba, Alí Lameda, Enriqueta Arvelo y los poetas de la llamada Generación del 18, tienen  muchos elementos en común que nos hablan de continuidad y estrechas vinculaciones entre nuestros poetas, insertos en una tradición, pero, al mismo tiempo, en continua lucha para impedir se detenga la frescura de la lengua.

La poesía indaga en un universo aparentemente inadvertido que vive en el inconsciente colectivo y al liberarse revela el poder de la imagen del mundo. El hallazgo es un hilo conductor que subyace en el lenguaje de edades remotas. Es palabra liberada, erguida, fértil. No es posible una poesía del ocultamiento, del no decir y la fórmula vacía; su fondo y su forma son una misma cosa.

(* Universidad Arturo Michelena, Jornada “Letras, Idioma y Culturas”, 12 de julio de 2023)

 

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Luis Alberto Angulo [Rivas]. Poeta, promotor, animador cultural, editor literario y articulista nacido el 13 de enero de 1950 en Barinitas, estado Barinas, residenciado en Valencia. Autor de los libros Coplas de la edad ligera (2021), Antología del decir (2013), y La sombra de una mano (2005), publicaciones de Monte Ávila Editores  (Colección Altazor), así como de Fusión poética (2000) en la Universidad de Carabobo; tomos que compilan su obra poética integrada por una veintena de poemarios. Obtuvo el Primer Premio del IV Concurso Internacional de la Revista Poesía (UC). También es premio nacional de poesía Dr. Francisco Lazo Martí del Ateneo Popular de Calabozo y Primer premio de poesía de la Universidad Rómulo Gallegos en San Juan de los Morros. Ha publicado selecciones poéticas de San Juan de la Cruz, Miguel Hernández, Enriqueta Arvelo Larriva, Ana Enriqueta Terán, Lubio Cardozo y de Ernesto Cardenal (de quién es prologuista de la única edición en vida de su Obra poética completa), así como la antología Rostro y poesía, Poetas de la Universidad de Carabobo.

 

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