La creación del Salón Michelena fue una respuesta al despertar artístico que se estaba operando en el país tras el éxito de la reforma que trasformó a la Academia de Bellas Artes de Caracas en una moderna escuela de artes, donde se produjeron avances importantes como el surgimiento de una corriente de pintura latinoamericanista, la dedicación cada vez mayor de los estudiantes de pintura a seguir la vanguardia surgida del impresionismo europeo y la aplicación del análisis plástico en la lectura de las obras en los talleres.

De allí la decisión del presidente del estado Carabobo, don Tomás Pacanins, de dotar a Valencia de un salón de artes plásticas por el estilo del que venía funcionando exitosamente, desde 1941, en el Museo de Bellas Artes de Caracas. El Decreto de fundación del Salón fue firmado el 1ro. de setiembre de 1943 y en el mismo se solicitaba del Ateneo de Valencia que prestara su sede para que se celebrara allí el nuevo y esperanzador Salón, tal como sucedió infaliblemente durante más de sesenta años, bajo la tutela de la Secretaría del gobierno regional, hasta hoy.

 

 

El 1ro. de octubre se dieron a conocer los nombres del jurado, encabezado por el pedagogo carabobeño Antonio Edmundo Monsanto, uno de los autores de la idea del Salón, animador de éste  y director exitoso de la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas de Caracas en que se había transformado la Academia de Bellas Artes.  Acompañaban a Monsanto en el jurado: José Nucete Sardi y tres personalidades del estado Carabobo, en función de jueces.

Con el Salón Arturo Michelena se buscaba extender las acciones de la vanguardia a otras ciudades de Venezuela, así como brindar apoyo a corrientes vernáculas: paisajistas y figurativos como Poleo, César Prieto y Armando Barrios, tal como fueron atendidos.

 

Se buscaba una salida para los jóvenes artistas de la región procedentes de escuelas y talleres de la ciudad, así como apoyar el trabajo de artistas emergentes y naïfs para que no tuvieran que desplazarse a Caracas.

En el catálogo impreso se establecían las modalidades de premios, sin especificar los géneros donde recaería la premiación: Pintura, Escultura y Artes Aplicadas, agenda a la cual se añadiría más tarde una sección de Artes del Fuego.

El resultado de este veredicto, dado a conocer el 18 de octubre de 1943 por el jurado en persona, en la sede del Salón, arrojó el siguiente resultado:

 

Primer Premio “Arturo Michelena”
César Enríquez / “Cabeza de estudio”
Bs. 1.000
Segundo Premio “Andrés Pérez Mujica”
Braulio Salazar / Recogedores de arena
Bs. 500
Tercer premio
Oswaldo Vigas / “Hojas rojas”
Diploma
Menciones Honoríficas:
Primera mención
Elisa Elvira Zuloaga
“Marina”
Segunda Mención
Ana Mercedes de Morales Lara
“Naranjas Valencianas”
Tercera mención
Elbano Méndez Osuna
“Paisaje”

 

El premio Arturo Michelena, en los cinco primeros años de vida del salón fueron, nada más y nada menos para: César Enríquez (1943), Héctor Poleo (1944), César Prieto (1945), Juan V. Fabbiani (1946) y Armando Barrios (1947), todos consagrados en la historia del arte venezolano.

 

El siglo XXI del Salón de Arte Arturo Michelena

En Venezuela, la producción de arte se presenta como respuesta a una necesidad expresiva que tiende a extenderse por su propio impulso entre las diferentes capas de la población, culta o popular, con excelentes resultados y contando con la asistencia que le prestaba el Estado, quien suele ser el factor emprendedor que se toma para sí, a falta de estímulos privados, la organización de la actividad primaria del arte, representada principalmente por los salones y convertida en servicio público.

 

 

Es así como La actividad originaria del Salón depende para manifestarse de una organización que le proporciona la confianza necesaria del público. Se trata de un salón de oportunidades brindadas por el Estado, pero si estas condiciones no se dan, no por eso la actividad plástica cesa de producirse. Y esto es lo que ha pasado a raíz del cierre de los salones por falla del estímulo oficial. Así que el campo de la actividad pública siguió produciendo arte en cantidades que ameritan tomarla en cuenta.

Y es lo que estamos viendo con la creación del 65º Salón Michelena, donde se inscribieron 800 nuevos acólitos del arte, la mayoría desconocidos. Prestémonos a colaborar críticamente y contribuyamos a que dé el segundo paso, un paso reflexivo después de la premiación, y que consiste en insertar gallardamente los resultados del 65º Salón Michelena en la historia de los salones.

 

No me ha extrañado que se presentara tal cantidad de obras (800) enviadas a concurso para su recepción en el nuevo Salón. Situación ocasionada por el receso de la actividad en que se vio envuelta la producción de arte durante varias décadas, tras desestimar la importancia que siempre había jugado en el país el estímulo que al arte prestaba el gobierno, sin interés alguno.

Sobrepasados por la producción, ahora volvemos a tomar conciencia del papel que venía cumpliendo el viejo Salón como gestor de un orden plástico rechazado seguramente por los agentes que originaron su cierre. No tengo la menor idea de lo que puede pasar con la operación que se está llevando a cabo hasta que entre en funcionamiento el 65º Salón y leamos, tras su puesta en servicio, los resultados plausibles que esperamos.

Yo soy de la opinión de que se viene produciendo a nivel mundial una crisis que ha golpeado fuertemente la estructura sobre la cual se levantan el arte y sus valores, al punto de generar severos daños a las modas cuya publicidad en las grandes ciudades saturaba la economía de mercado alrededor del cada vez más mermado mercado del arte. En igual proporción puede hablarse del descrédito que experimentaron las corrientes de arte alineadas con el impresionismo y el cubismo de la Escuela de París y de cuya copia, por reflejo, hicieron fortuna los artistas hispanoamericanos que las seguían. De este aniquilamiento no terminan de reponerse las corrientes de vanguardia.

La reapertura del Salón Arturo Michelena coincide con un momento en que, a nivel mundial, se produce una caída de los valores del arte, una recesión de los movimientos de arte en su relación con el mercado de arte. Crisis, si puede llamarse así, que ha afectado a la producción de nuevas propuestas de arte de vanguardia en sintonía con el arte moderno europeo y con el movimiento el arte abstracto e informal que florecieron en nuestro país.

 

 

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Este cambio de visión produjo una baja sensible en las operaciones de mercado, así como el ocultamiento del coleccionismo al tiempo que se generaba, en otro plano, una profusa producción de arte, sin identidad, pero invasivo al punto de que lo encontramos copando los espacios del 65º Salón Arturo Michelena.

Se aprecia que la recesión, lejos de disminuir el interés por el arte en la población, condujo a una retoma de los espacios del museo por una grilla de artistas  todavía indescifrable, y acerca de la cual hace falta decir la última palabra para corroborar o no la decisión del Jurado del Salón de brindar los espacios del Salón a 248 participantes en su mayoría desconocidos para  la crítica.

 

Juan Calzadilla / Foto de J. C. de Argenis Agudo