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José Carlos De Nóbrega autor de la columna "Salmos y Proverbios"

Alfredo Armas Alfonzo (1921-1990) es un referente fundamental de la literatura venezolana y continental. Su obra narrativa que comprende el cuento y la crónica, está dotada de una personalidad seductora, misteriosa e inquietante. «El Osario de Dios» (1969) empalma con los cuentos de la guerra civil de Ambrose Bierce, todo Rulfo e incluso la novelística del Sur de los Estados Unidos de William Faulkner. Nuestro escritor, a no dudarlo, se mueve entre la Historia, la intrahistoria y la poesía. Se trata de una épica de la independencia, la guerra federal y los golpes de estado en Venezuela, nuestra Costaguana descrita por Joseph Conrad en «Nostromo». Ello en el sabor agridulce del habla del oriente del país. Se reviste su prosa de una poética del Decir equiparable a la poesía exteriorista y coloquial de Nicaragua. La brevedad del texto narrativo, en no pocas ocasiones, se asimila al delirio del brasileño Joaquín María Machado de Assis, tanto en la estructuración del cuento como de los capítulos insólitos de una novela para nada convencional.

 

Coincidimos con Milagros Mata Gil, en el prólogo de «El Osario de Dios» (1991), cuando dice que esta obra se mueve entre el cuento y la novela, eso sí, en una atmósfera contingente y fragmentaria. Además del imperio del habla coloquial bifurcado en la polifonía y la escisión del punto de vista narrativo, tenemos la recreación hiperrealista de la Historia de Venezuela fundida con el anecdotario familiar a modo de crónica oral de Clarines y otras locaciones del Oriente venezolano. Son fantasmas los caudillos, la soldadesca, los partidos liberal y conservador, Mamachía, Don Ricardo Armas y un sinfín de personajes de pueblo entrañables que aparecen, desaparecen y reaparecen a capricho del innegable clima poético del discurso. De donde el tratamiento del tiempo es elíptico, pegajoso como las aguas de la ciénaga y el dulce de lechosa. El pasado, no importa qué tan lejano, constituye a nuestros pueblos en el tiempo real, tanto el del momento de su escritura como en el de esta Pandemia del primer cuarto del siglo XXI. Por lo que el Siglo de Alfredo Armas Alfonzo excede su propia biografía, pues oscila entre la colonia, el proceso de independencia, el caos republicano del XIX, XX y lo que va de este siglo de Pandemias y Guerra Fría revisitada.

 

Alfredo Armas Alfonzo-el osario de Dios

Esta poética polifónica y transgénero se realiza por vía del poema en prosa, el género consolidado por Ramos Sucre en el país, sólo que los cuentos se hallan teñidos por el habla popular y regional, ello en la construcción atípica de una novela lo más asombrosa posible. La nomenclatura increíble de casi todos sus personajes por vía de la oralidad y el verbo regional cachondo, chismoso y lírico, marca la recreación de una Venezuela muy personal y multisugerente. Concho Guaita, Mamachía, el general Zenón Marapacuto, Mercedes Alfonzo o Piquijuye el bandido, son al punto personajes que bordean la realidad histórica y la fábula enfebrecida, voces que se levitan ante nuestra mirada y audición, e incluso estados mentales y oníricos en tanto metáforas vivas de nuestra accidentada Patria desdentada, palúdica y desilusionada en lo ideológico y lo estético.

 

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Asimismo, aporta el discurso narrativo de AAA la flora y fauna o Bestiario recreados por un verbo balbuceante en su proceso de disyunción narrativa y de hastío poético. Es una fuerza empecinada en materializar un saber holístico que comprendiera la Ciencia de Humboldt y la tradición oral de los piaches. Ello en procura de la Otra Realidad por parte de un hombre de conocimiento como el brujo Yaqui Don Juan en los libros de Carlos Castaneda. Paralelamente, Armas Alfonzo dibuja con carboncillo y tinta china una paisajística de ultratumba, si bien en locaciones como los viejos cementerios, las criptas de conventos y templos católicos, e incluso los campos de batalla de nuestras guerras intestinas fratricidas. Ello en contra crónica de la Guerra Larga, la Independencia y las montoneras caudillistas que asolaron el país hasta la consolidación del poder gomecista. En resumidas cuentas, este conjunto narrativo único en el devenir de la literatura latinoamericana, se halla presidido por la Muerte en tanto realidad histórica y fabulada, hiperrealismo y pulso creador escritural de Ángel exterminador.

 

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José Carlos De Nóbrega es un ensayista y narrador venezolano (Caracas, 1964). Licenciado en Educación, mención Lengua y Literatura, de la Universidad de Carabobo (UC). Ha publicado los libros de ensayo Textos de la prisa y Sucre, una lectura posible, ambos en 1996, y Derivando a Valencia a la deriva (2006). Fue director de la revista La Tuna de Oro, editada por la UC. Forma parte de la redacción de la revista Poesía, auspiciada por la misma casa de estudios. En 2007 su blog Salmos compulsivos obtuvo el Premio Nacional del Libro a la mejor página web. En el año 2021 ganó el concurso de Ensayo de la VII Bienal Nacional de Literatura Félix Armando Núñez y el concurso de Crónica de la V Bienal Nacional de Literatura Antonio Crespo Meléndez, convocado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, por intermedio del Centro Nacional del Libro (Cenal) y la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello.

 

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