En Venezuela, domingo sin resurrección

Crónica Resuélvete: Relatos en tiempos de guerra

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Cada quien decide con qué perspectiva vive sus días en la tierra. En Venezuela todos tienen la libertad de ser felices a su manera, así piensa Conchita, madre de siete muchachos -dos hembras y cinco varones- quien aprendió desde sus 14 años a vivir como le pedía el cuerpo.

 

A media tarde, con la brisa caliente acariciando su rostro, Conchita rememora sus años mozos, sentada en el porche de su casa -humilde pero con todos los juguetes- escucha Salsa Brava, su música favorita.

 

Familia de Conchita
Parte de la familia de Conchita y Claudio, padres de siete muchachos, cinco varones y dos hembras.

 

El ritmo y la melodía la conectan de inmediato con esa época, en la que su tumbao y movimiento de cadera enloquecían a todos los hombres del barrio: «¡Aquellos años… cómo los gocé!», se dice Conchita a sí misma con una sutil sonrisa de satisfacción.

 

Al rato unos gritos la desconectan de su mágico viaje al pasado.
“Yo sí voy a la playa, me sabe a casabe lo que me digas, papá, es Semana Santa y no tengo, porque quedarme achicharrada aquí como si fuera rezandera de procesión del Nazareno. Tú también fuiste joven, y te gustaba disfrutar. ¿Ya no lo recuerdas?”, dice Leyda, la hija menor de Conchita y Claudio.

 

Claudio, con un nudo en la garganta, le dice a su hija que agarre mínimo, «porque puedes perder los dientes muchachita. Lo que yo hice o dejé de hacer es mí problema, usted es menor de edad y no se manda», sentenció.

 

Conchita se acerca a su pareja y le dice: “Chico, qué estrés, deja que Leyda vaya a la playa y disfrute, nosotros vivimos nuestras vidas alegres, no le parábamos a nada, y aquí estamos”.

 

«¡Aja, aquí estamos! con siete muchachos encima y lidiando con ellos para que no hagan lo que les da la gana. Yo no quiero que ella termine con la barriga llena como te pasó a ti aquella Semana Santa. ¡Eso nos cambió la vida! Además, Leyda está chiquita, solo tiene 14 años», reflexiónó Claudio.

 

«Bueno… el hecho de, no implica que, esta chiquita pero hay que dejarla vivir sus experiencias, así que por mí que se vaya y goce bastante», afirmó Conchita.

 

Mientras la madre vira la tortilla y le concede a la hija el permiso para irse de paseo toda la semana con el novio, Claudio se encierra en el cuarto, pero antes le dice a su compañera: «Tú eres responsable de lo que salga de allí, por alcahueta».

 

De la irreverencia al otro mundo 

Llegó el lunes y más feliz que chamito con celular nuevo, salió Leyda con su perolera playera a encaramarse en el carro del novio (de 24 años). Sin mirar atrás y con una sonrisa de oreja a oreja, dejó el peluquín en un abrir y cerrar de ojos, con la ilusión de pasar la semana más chévere de su vida.

 

leyda la pequeña irreverente
Leyda, la pequeña irreverente.

 

 

Los días pasaron y la hija más chiquita de Claudio nada que se comunicaba. Ya era Sábado de Gloria y la pequeña no daba señales de vida.

 

Conchita le dice a su esposo: «Pero chico deja el estrés, si la muchacha no ha llamado es porque la cosa esta buena je je je… Deja que disfrute, tú sabes cómo es eso, cuando teníamos esa edad no nos paraba nadie», enfatizó la madre relajada.

 

Pasaron las horas y llegó el Domingo de Resurrección, a media tarde, al fin sonó el teléfono de la casa. Con un salto desesperado, Claudio tomó el auricular. Perplejo y sin habla cayó al suelo. Conchita no entendía lo que ocurría. Al tomar el teléfono comprendió lo que pasaba. ¡No podía creerlo!

 

Leyla, la hija más pequeña, había fallecido en un trágico accidente automovilístico, el exceso de velocidad y el consumo de alcohol fueron la causa, según aclaró el funcionario que llamó a los devastados padres de la irreverente e inquieta muchacha de 14 años.

 

Ese Domingo de Resurrección fue el más triste para todos, padres, hermanos, quienes no podían creer lo ocurrido, ya no había chance de echar el tiempo atrás. Nada cambiaría los hechos  sin importar a que santo le rezaran.

 

María Alejandra Guevara Chirinos /Resuélvete / Ciudad VLC

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