Si hay algo que fue notorio durante el siglo XX en Valencia, fueron los Fotógrafos ambulantes que paseaban por la ciudad, y Mi Añorada Valencia te los recuerda.

No podría precisar cuando hicieron su aparición estos honestos trabajadores de la fotografía, quienes a diferencia de los fotógrafos comunes, entre los cuales me cuento, estaban equipados no solamente con sus cámara fotográfica, sino también del más completo laboratorio, con «cuarto oscuro» y todo, donde, después de «tomar la foto» podían procesarla de forma instantánea y así entregarla sin pérdida de tiempo: muchas de estas fotos, han perdurado por mas de un siglo.

El fotógrafo ambulante, solía ubicarse frente al mercado principal, otras veces a la salida de misa los domingos en alguna de las plazas de la ciudad, pero en especial, de lunes a domingo en la pintoresca «Placita 5 de julio» ubicada entre los puentes Páez, y «Berríos» ubicado en la calle Comercio.

Durante casi medio siglo, este puente Berríos, conjuntamente con el de Morillo, eran los únicos que comunicaban a San Blas con el centro de Valencia y que el llamado puente Rondón, solo prestaba servicio a los que se dirigían hacia la estación del ferrocarril alemán. Años más tarde, procedieron a prolongar la calle de dicha estación con la Calle Real, por donde fue trazado el hoy Paseo Cabriales.

Al final sur, de la calle 5 de julio, donde se formaba una playa de arena densa, los zagaletones de la época se dedicaban a lavar carros de todo tipo, aprovechando el caudal del Cabriales en cuyas límpidas aguas se bañaban también las «muchachotas de la vida alegre» que se concentraban en ese sector, estableciendo lo que después se denominó «Zona Roja», señalando tal vez «peligro» que en realidad no era «tan peligroso…!»

A largo de esa cuadra, entre Páez y Comercio, a la sombra de frondosos árboles centenarios, se instalaba el fotógrafo con su lucrativo negocio. En el cajón donde, como antes acoté, se encontraban la cámara y el «laboratorio», exhibía a los lados como cualquier vitrina los mejores trabajos fotográficos y se veían parejas de novios, elegantes oficiales gomecistas con y sin «Kepis».. (O con clásico «sombrero de cogollo».)

 

Cuando el profesional de las «instantáneas» hacia su labor, era frecuente observar la tablilla al frente donde se colocaban los «negativos» con la cabeza hacia abajo, y detrás del cajón una colcha de color negro, muy tupida con el que se cubría el fotógrafo para enfocar. Luego, salía de su claustro para decir:

-Atención: mirar al pajarito, no

moverse. Aja! Tá listo!.

El tal pajarito era algo que agitaba sobre el lente para que el retratado mirase al frente, como pose ideal.

-Acto seguido, introducía una larga manga y «procesaba la foto». Primero en negativo y luego en positivo, para finalmente extraerla del cajón y colocarla en un recipiente, al pie del trípode que sostenía la cámara, para lavado final.

-Mira Menegildo: quedaste igualito!

-Que va oh..! Ese bicho no soy yo!

-No vas a ser, mijito..?

-Yo no tengo esa bemba tan fea..!

A estas altura del diálogo, tenía que intervenir el fotógrafo ante la posible pérdida de su tiempo y dinero y con sonrisa hipócrita, alegaba que algunas personas no eran fotogénicas y mostraba trabajos donde el sujeto había quedado de lo mas «chipén»..!

Total que el pobre Menegildo, se salvaría de un paludismo, pero jamás de no pagar el trabajo…!

– Yo creo que el fotógrafo tenía razón, mi amor!

– Que vá..! Te fijaste como la tiró en el balde de agua?… Yo creo que a el mismo no le gustó..!

– Pues, no le hubieras pagado..!

– Si pero tu cojiste con esa lidia!… que si yo estaba igualito… que si negro es negro…!

– Pero es que da pena cuando tu te pones con esas ridiculeces con la gente…! No voy a salí más contigo, ¡no jile!

Una vez marchada la pareja, el picarón comentaba:

-Bueno pero que culpa tengo yo que esa loca tenga un marido tan feo?… con esa cara, lo que soy yo, no me dejo tomar una foto, ni de capotera..! ¿No le parece valesón?

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El fotógrafo ambulante, portaba a veces un «telón de fondo» para neutralizar de algún modo el movimiento que pudiese interferir en su trabajo, bien de algún animal o persona que se atreviera a pasar por detrás del sujeto retratado. También cedía su «silla personal» a quien quisiera retratarse en posición sentada.

– Señor: cuanto me cobra por retratarme sentada…

– Nada mi cielo…!

– Ah… pero que quede bien bonita, porque es para mandársela a mi novio, sabe?

– A tu novio?… Entonces te cuesta un real, tamaño postal…!

Una vez terminado el trabajo a satisfacción, el comentario afloraba: !Vasie! Cachicamo trabajando pa’ lapa?… Que vá… oh!

 

***

 

Carlos Delgado Niño nació en Valencia el 2 de septiembre de 1928, locutor, publicista, radiodifusor y periodista. Fue profesor de teatro, docente cultural, humorista, actor, escritor, cronista, libretista, poeta, cantautor y compositor.

Estuvo siempre ligado con el mundo del espectáculo en la ciudad siendo organizador del «1er Festival de la voz y la canción juvenil» en el año 1973 y «Valencia le canta a Valencia» en 1996.

Fue también director de varias estaciones de radio, productor radial y escritor de programas radiales cortos, novelados, y noticieros entre otros. Co-fundador de la Escuela de Teatro José Antonio Páez en Guanare, Portuguesa, y miembro de la Asociación de Escritores de Carabobo.

Falleció el 17 de noviembre del 2012, en su vivienda, rodeado del cariño de sus familiares y amistades más cercanas.

 

 

MÉS DEL AUTOR: MI AÑORADA VALENCIA: LAS VESPERTINAS DEL TEATRO IMPERIO

Ciudad Valencia