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Hacia la escuela anhelada… Materias y prácticas pedagógicas. Como es de suponerse, la formación constituye un trabajo con valores morales y éticos. Esto es un aspecto muy mal tratado en la escuela básica, donde los valores son anuncios de patio y cartelera. Habría que deducir de la enseñanza basada en el desarrollo del pensamiento para conocer, así como de la organización del conocimiento para el desarrollo del pensamiento, cuáles son los valores que ellos generan y podríamos afianzar con otras actividades.

Los valores que, tanto las humanidades como las ciencias generan, son: la autocrítica, la honestidad y la responsabilidad. El trabajo constante con la literatura debe generar una práctica pedagógica que excluya la jerarquía. Echemos un vistazo a los valores que mencionamos antes:

El diálogo entre las ciencias y las humanidades se deja escuchar en los valores. De hecho, estamos diciendo que ellos, los valores, pertenecen al ser humano, no a una parcela de sus actividades.

La actividad de escribir como búsqueda, y la autocrítica, son una y la misma cosa. La autocrítica se genera cuando el escritor, y todo escritor lo padece, tiene un ideal de escritura que quiere alcanzar. En la escuela básica esto podría ser inculcado a través de varias vertientes: corrección ortográfica, corrección de redacción y sentido; todos enseñados gradualmente hasta que sea una actividad específica de los educandos. La escritura de poemas sería lo ideal para alcanzar esta autocrítica siguiendo pautas de honestidad en el escribir, buscando la vida, la sangre, las emociones en la escritura.

La escritura de ficción en narrativa es una mentira que arroja una verdad. La lectura y análisis de los cuentos según sus significados simbólicos, ayudan a los educandos a establecer vínculos entre diferentes realidades, integra de manera espontánea e inconsciente el dualismo que en ellos coexisten, lo bueno y lo malo. Al acercarse a la lectura saben, intuyen, que el autor quiere explicarle algo con toda honestidad. La honestidad sería en este caso el sentido que subyace bajo los oropeles de la ficción, verdades que amplían el autoconocimiento y la autocrítica.

Es cierto que en el caso de las ciencias lo que Morín ha denominado la súper especialización no ha permitido que la autocrítica se contextualice en lo social y en lo ecológico que sería lo pertinente. Esto sucede, en parte, porque la ciencia no se cree ficción, ella supone, y esto es un asunto de fe, que es inmediatamente verdad y como tal repartiría sus beneficios. Pero las verdades de la ciencia son más efímeras, por tanto, más ficticias que las verdades de las humanidades, porque las de estas últimas tienen que ver con las angustias e incertidumbres del ser humano en cualquier latitud, en cualquier tiempo; aunque, no hay que perder de vista que las emociones y los valores también están sometidos a los cambios culturales.

En la escuela básica la honestidad sería un valor trabajado en la escritura como confesión elaborada artísticamente. Pero para confesarse hay que saber responder, en el doble significado de esta palabra: responder a las preguntas y por los propios actos que hay que confesar; aprender a responder por nuestros actos, asumiendo consecuencias, nos daría los límites y los riesgos que acarrea el responder por otro.

La responsabilidad se podría verificar en algunas otras actividades. Ser autocríticos con nuestra forma de ser nos hace ser mejores y más auténticos. Ser auténticos en el acto de escribir se prolonga a la forma de ser; en el fondo, un saber responder por lo acontecido, por lo anhelado. Lo importante es que los valores sean trabajados durante todo el proceso educativo de la escuela básica. Ellos no se reducen a una planificación coyuntural, ya que son la savia de todas las planificaciones, las cuales les son correlativas.

Los valores vinculados a las materias de desarrollo del pensamiento coadyuvarán a que la personalidad no se aísle de ellos, contribuirán a la formación de un pensamiento contextualizado. Digamos que, en ecología, historia y política, la responsabilidad, la honestidad y la autocrítica tienen sus adecuaciones, sus expresiones, por supuesto con un énfasis más acentuado en uno que en otros, dependiendo del grado. En el campo ecológico, por ejemplo, es indudable que la responsabilidad tendrá la mayor carga en el trabajo, pues, cada acto adhiere como respuesta a otros actos, beneficiando y/o perjudicando. Cada hecho acarrea su contrario y ambos se encadenan en múltiples expresiones que se fortalecen, se debilitan, se continúan, se expanden, se eliminan, se mezclan en el tiempo y en el espacio; en otras palabras, en lo histórico.

Debemos tomar en cuenta en casi todos los grados la creación de materias y prácticas pedagógicas que vinculen el conocer con el pensar y la ciencia con las humanidades. Los dos primeros grados deben poseer una planificación basada, sobre todo, en prácticas pedagógicas y no en materias. Por supuesto la enseñanza de la lectura y la escritura que se viene tejiendo desde pre-escolar debe continuar, pero también se podría implementar: el teatro para la liberación del cuerpo, la danza, la escultura con arcilla u otro material, la producción de títeres, la lectura dramatizada de grandes cuentos y poemas de la literatura local, nacional y universal. Ejercicios de pensamiento como buscar diferencias y semejanzas, agrupar objetos por forma y uso; comparar, sustituir, oponer, complementar, diferenciar, etc. Solo en tercer grado comenzaría la memoria a aparecer de manera modesta: la planificación incluiría algunos conocimientos necesarios a ser memorizados, algunas informaciones puntuales: ubicación local del sitio donde se vive. El grado de inserción de los territorios, parroquia, municipio, estado, región, país. Ubicación del planeta en el universo. Nociones básicas como país, nación, territorio, suma, resta, multiplicación.

 

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En los tres primeros grados la meta no puede ser otra que la creación de una competencia lectora. Es la sección de la seducción por la lectura. El brote de las primeras manifestaciones de la escritura, el dibujo y el histrionismo. Se trata de una escuela básica, es decir, de producir las mejores condiciones posibles para que los educandos logren pensar. La creación de materias como: La Hora del Cuento, Leamos Poesía, Diálogos, en esta última se incluirían temas referentes al hogar, a la comunidad, a las leyes, a la historia. Los docentes tienen tres años para lograr que los educandos se ubiquen localmente de forma geográfica. Tengan una letra legible y estéticamente bien definida. Que se expresen físicamente a través del teatro. Que puedan producir textos, bien sea dando sus opiniones, escribiendo poemas, cuentos o inventando historias para ser dramatizadas. En los dos primeros grados la cultura general se les estimulará a través de la lectura de cuentos de gran calidad literaria, pongamos como ejemplo, El Principito y El viejo y el mar. Estos cuentos después pueden ser vistos en películas, digamos en tercer grado, sea con equipos propios de la escuela o prestados por la comunidad. La literatura indígena nacional, latinoamericana y los cuentos de hadas deben engrosar el menú de la literatura usada en esta primera sección de la escuela básica.

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Arnaldo Jiménez nació en La Guaira en 1963 y reside en Puerto Cabello desde 1973. Poeta, narrador y ensayista. Es Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales por la Universidad de Carabobo (UC). Maestro de aula desde el 1991. Actualmente, es miembro del equipo de redacción de la Revista Internacional de Poesía y Teoría Poética: “Poesía” del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la UC, así como de la revista de narrativa Zona Tórrida de la UC.

Entre otros reconocimientos ha recibido el Primer Premio en el Concurso Nacional de Cuentos Fantasmas y Aparecidos Clásicos de la Llanura (2002), Premio Nacional de las Artes Mayores (2005), Premio Nacional de Poesía Rafael María Baralt (2012), Premio Nacional de Poesía Stefania Mosca (2013), Premio Nacional de Poesía Bienal Vicente Gerbasi, (2014), Premio Nacional de Poesía Rafael Zárraga (2015).

Ha publicado:

En poesía: Zumos (2002). Tramos de lluvia (2007). Caballo de escoba (2011). Salitre (2013). Álbum de mar (2014). Resurrecciones (2015). Truenan alcanfores (2016). Ráfagas de espejos (2016). El color del sol dentro del agua (2021). El gato y la madeja (2021). Álbum de mar (2da edición, 2021. Ensayo y aforismo: La raíz en las ramas (2007). La honda superficie de los espejos (2007). Breve tratado sobre las linternas (2016). Cáliz de intemperie (2009) Trazos y Borrones (2012).

En narrativa: Chismarangá (2005) El nombre del frío, ilustrado por Coralia López Gómez (Editorial Vilatana CB, Cataluña, España, 2007). Orejada (2012). El silencio del mar (2012). El viento y los vasos (2012). La roza de los tiempos (2012). El muñequito aislado y otros cuentos, con ilustraciones de Deisa Tremarias (2015). Clavos y duendes (2016). Maletín de pequeños objetos (Colombia, 2019). La rana y el espejo (Perú. 2020). El Ruido y otros cuentos de misterio (2021). El libro de los volcanes (2021). 20 Juguetes para Emma (2021). Un circo para Sarah (2021). El viento y los vasos (2da edición, 2021). Vuelta en Retorno (Novela, 2021).

(Tomado de eldienteroto.org)

 

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