La lámpara del Teatro Municipal de Valencia, es solo uno de todos aquellos elementos que cautivan la mirada de todo aquel que entra a la gran sala. También conocida como “lámpara de araña”, es un complemento decorativo básico que ha mantenido su estatus de clásico e imperturbable ante el devenir de las modas.

 

 

Aunque se trata de una pieza clásica, ha ido evolucionando desde sus orígenes y ha ido incorporando elementos que han dado lugar a distintas variaciones, igualmente espectaculares y bonitas, siendo la nuestra una de las más hermosas joyas que alumbran el Teatro Municipal de Valencia.

Como bien se sabe, para esta importante obra declarada Monumento Histórico Nacional el 2 de diciembre de 1.964, participaron importantes personajes: el entonces presidente Antonio Guzmán Blanco, quien decretó su construcción en 1.879, el ingeniero Carlos Navas Spínola, el arquitecto Antonio Malaussena,  quien inspirado en el Teatro de la Ópera de Garnier de París realizó el diseño y el reconocido pintor Antonio Herrera Toro, artista plástico valenciano quien se dedicó a la tarea de realizar la pintura del plafond  en 1.891 (Adorno en la parte central del techo de una habitación, en el cual está el soporte para suspender la lámpara.)

 

Antiguamente el Plafond del teatro, no tenia lámpara

 

La historiadora Luisa Galíndez señaló en alguna oportunidad que, en el centro de ese plafond, no había una lámpara, sino que el mismo estaba formado de 63 lamparillas, que daban la luz a la gran sala principal. Un hecho bastante curioso, es que el arquitecto Malaussena no había considerado colocar una lámpara de araña.

Fue durante la gestión de un gobernador llamado Ramón Ruiz Miranda (1948 – 1951), que se ordenó una gran reparación a nivel general del teatro y es en ese momento cuando se contratan los servicios del arquitecto Malaussena, hijo de quien había construido la edificación originalmente del teatro, para que llevara ese proyecto.

Según narra el cronista Guillermo Mujica Sevilla, hubo en el teatro un trabajador de nombre Don Pedro Rojas y este señor fue testigo, cuando el gobernador, ordenó que se consiguiera una lámpara tipo araña. Dicha lámpara llegó de la antigua Checoslovaquia (actuales República Checa y Eslovaquia).

La hermosa araña de cristal con sus luces y reflejos, contribuyó a darle ese grado de elegancia que le faltaba a la gran sala. Sus lágrimas finas y delicadas piezas, fueron testigo de las maravillosas obras sinfónicas de óperas, zarzuelas, y todas las manifestaciones artísticas que se realizaban en el Teatro de Valencia.

Posteriormente, en el año de 1975 el concejo municipal de aquella época, ordenó otra reparación y remodelación de las instalaciones. Y el nuevo arquitecto contratado, cuyo nombre se desconoce, aseguró quitar la lámpara porque según él, esta era fabricada de plástico y no representaba nada para el teatro. La difícil tarea de quitar la lámpara fue encomendada a un empleado electricista del teatro de nombre Rafael Delgado y este con mayor grado de cordura, al ver semejante atrocidad, llamó al señor Don Pedro Rojas vía telefónica, quien intentó frenar que se quitara la lámpara pero fue inevitable. Cuando llegó al teatro, ya el mal estaba hecho, habían bajado y guardado en una caja la lámpara, sin embargo, él tomó una pieza como muestra, y nada más esa pieza pesaba un kilo. Todo esto antes de ser llevada a la Granja Agronómica Salesiana al norte de la ciudad.

 

«La Lucha de Cristal», para la recuperación de la lámpara

 

A partir de ese momento, Don Pedro, inició su denominada “La Lucha de Cristal” , una campaña directa de denuncia de lo que habían hecho. Él le mostró a los concejales, la pieza y dijo que habían sido engañados y que corría peligro de desaparición la original lámpara de cristal del teatro. A pesar de su denuncia y exposición con fotografías, su voz no fue escuchada.

Afortunadamente, la denuncia llegó a oídos de la presidenta del concejo municipal llamada Hacibe Ramos de Figueredo, quien ordenó el rescate de la lámpara que estaba en la intemperie  y su inmediata reparación a los hermanos Pecoraro,  para posteriormente devolverla a su lugar originario en el teatro, donde se mantiene en perfectas condiciones hasta el día de hoy.

 

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Casos como los narrados anteriormente son los responsables de la desaparición de muchos vestigios originales del teatro municipal, de las tantas intervenciones que han ocurrido. Del mismo modo, en otros monumentos han ocurrido casos similares, incluso se sabe de hombres que se opusieron en las puertas de importantes edificaciones históricas para impedir que fuera demolida, en aquellos años cuando esa generación decía que se debía dar paso a la modernidad y dejar a un lado lo antiguo.

Hoy por hoy, la nueva generación más consciente de nuestros patrimonios y edificaciones históricas, se ha colocado al frente para la defensa y cuidado del mismo,  donde han surgido nuevas caras, nuevas instituciones para el fomento del turismo, y la cultura en el denominado Corazón de Valencia, nuestro querido Centro Histórico, que por años ha sido marginado y satanizado, pero que ahora se convierte y se perfecciona en el epicentro de la historia en Carabobo.

 

 

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