Este nuevo capítulo de Vestigios del Pasado nos adentra en las raíces espirituales y culturales del pueblo arawak, a través del estudio profundo del tabaco y su uso ceremonial. Este material es un resumen del producto de más de cuarenta años de investigación minuciosa del investigador Omar Ydler, también Cronista Oficial del municipio Libertador del estado Carabobo, con amplia trayectoria de estudio de campo en la región Tacarigüense y autor de libros como Toponimia Carabobeña (1997) y Toponimia, Lexicología y Etnolingüística Prehispánica (2002) este trabajo reúne observaciones directas, comparaciones interdisciplinarias e interpretaciones etnográficas con otros expertos del área.

El tabaco, lejos de ser una simple planta, se presenta aquí como un vehículo sagrado de conexión con lo divino; la cachimba (pipa), como instrumento de mediación espiritual; y el chamán, como guía e intérprete de los mundos invisibles. Este capítulo nos permite vislumbrar cómo estos tres elementos configuran un complejo universo simbólico que sigue latiendo en la identidad de los pueblos originarios.
Una visión arqueológica y simbólica desde la comunidad arawak
El tabaco es una planta autóctona del continente americano, ampliamente cultivada en la región que rodea el Lago de Valencia, hace siglos atrás. Según la tradición y la observación de las comunidades indígenas arawak, esta planta fue considerada mágica debido a sus efectos narcóticos y su aroma característico al ser quemada. Su uso trascendió el placer sensorial y se integró profundamente en las prácticas rituales, convirtiéndose en una ofrenda predilecta para las deidades espirituales protectoras.
Uso comunitario y ritual del tabaco
Aunque el tabaco era consumido por toda la comunidad indígena, existía una diferencia fundamental en su forma y propósito. Los hombres y mujeres lo utilizaban de manera cotidiana en forma de puros enrollados —similares a cigarrillos—, mientras que los chamanes reservaban su uso exclusivamente para fines rituales. En estos contextos ceremoniales, el tabaco adquiría un carácter sagrado y era consumido únicamente a través de objetos consagrados, principalmente llamadas por ellos como “cachimbas” y que posterior al contacto español, las conoceríamos nosotros como “pipas”.
El rol del chamán y la cachimba sagrada
El chamán era la figura más importante en la estructura espiritual de la comunidad. No sólo actuaba como intermediario entre los dioses y el pueblo, sino que también era el sanador, el guía ceremonial y el encargado de consagrar objetos rituales, siendo él quien dotaba de vida espiritual a los objetos de cerámica. Importante resaltar que cachimbas, es un término derivado de la palabra «casimba», en referencia a los orificios del objeto donde se colocaban las hojas de tabaco.
Estas cachimbas, llegaron aproximadamente en el (siglo I d.C.) mucho antes de la aparición de las figurinas, conocidas por muchos como: Las Venus de Tacarigua. Están estrechamente asociadas al culto de la fertilidad y ambas son consideradas piezas sagradas para la comunidad aborigen, pero en periodos de tiempo muy diferentes.
Las Cachimbas Fálicas
Simbolismo de la fertilidad y culto fálico
Las cachimbas representan una comprensión ancestral del origen de la vida centrado en el (órgano reproductor masculino). El culto a la fertilidad era también un culto al falo como símbolo generador, lo que se refleja en la iconografía de las cachimbas. Algunas adoptaban formas fálicas explícitas —circuncidadas o no—, mientras que otras podían ser antropomorfas, zoomorfas, decoradas con ojos, motivos rituales, todo según el propósito ceremonial. El carácter mágico y simbólico del tabaco en estos rituales reforzaba la noción del hombre como portador del principio reproductivo y al chamán como custodio de esa energía vital.
Durante excavaciones arqueológicas y análisis de artefactos en la región del Lago de Valencia, se han descubierto cachimbas que presentan grabados específicos en la zona del chupadero. Estas inscripciones, lejos de responder a un criterio meramente estético, parecen tener un significado profundamente ritual y holístico. Se plantea la hipótesis de que estas formas pudieran representar tatuajes o incisiones practicadas en el pene de los chamanes, materializados simbólicamente en los diseños de las cachimbas. Esta práctica estaría alineada con tradiciones milenarias de modificación corporal en contextos ceremoniales.
Es relevante recordar que tanto la circuncisión como el grabado genital eran prácticas comunes en varias culturas del Viejo Mundo hace más de 12,000 años. En este sentido, no resulta improbable que los pueblos originarios de esta región también desarrollaran formas similares de expresión cultural mediante tatuajes o incisiones rituales, vinculados al poder reproductivo y la identidad espiritual masculina.
Entre los diseños resaltan figuras geométricas como triángulos, círculos y otros símbolos de difícil interpretación, cuya carga simbólica podría responder a códigos chamánicos o creencias vinculadas al ciclo de la vida.
Además, investigaciones realizadas en el sector de la Isla La Culebra han revelado evidencias de desgaste físico en piezas dentales humanas, específicamente en colmillos e incisivos superiores. Este desgaste sería consecuencia del uso prolongado y repetido de la cachimba, lo que confirma no sólo su utilidad ceremonial, sino también su impacto corporal, reforzando la dimensión ritual sostenida en el tiempo.
Las Cachimbas Fálicas
Características técnicas de las cachimbas
Las cachimbas estaban hechas con arcilla natural y constaban de dos partes principales: el chupadero o pitorro, que se colocaba en la boca y presentaba una forma fálica, y la cazoleta u hornilla, donde se quemaba el tabaco.
A lo largo del tiempo, las cachimbas ceremoniales experimentaron una evolución notable en su coloración, la cual refleja los cambios culturales y de las comunidades originarias en la región central de Venezuela. Las piezas más antiguas están asociadas a la llamada “Cultura Barrancoide del Centro” que se desarrolló entre los siglos I y VII d.C. Estas piezas eran elaboradas con una pasta de arcilla oscura a la que se le incorporaba el pigmento natural obtenido de la semilla del árbol dividive (Caesalpinia coriaria), lo que otorgaba a las piezas una tonalidad intensa y muy oscura.
En contraste, durante el segundo periodo identificado con la Cultura Valencioide, entre los siglos VIII y XV las cachimbas comenzaron a producirse sin dicho pigmento, lo que resultaba en un acabado rojizo más característico. Esta transformación no sólo evidencia un cambio estético, sino también posibles variaciones en la cosmovisión y en la función simbólica de estos objetos dentro de los rituales chamánicos. Su capacidad promedio oscilaba entre los 100 y 500 gramos, dependiendo de su tamaño.
La evolución cromática de las cachimbas se convierte así en un indicador tangible de la continuidad y transformación de las tradiciones espirituales indígenas a lo largo de los siglos.
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Otras plantas de uso ritual, su exhalación y simbolismo
Además del tabaco, los chamanes recurrían al uso de otras plantas psicoactivas consideradas sagradas, como las campanillas alucinógenas, el yopo y la ayahuasca. Estas permitían alcanzar estados de trance hipnótico y conexión espiritual necesarios para ejercer sus funciones ceremoniales.
Durante el ritual, el chamán iniciaba el proceso consumiendo tabaco mediante la cachimba. Al exhalar el humo, según la tradición oral y la recopilación de datos de trabajos de campo y comparaciones con otras comunidades, se interpretaba este gesto como una simulación de la expulsión de semen. Ese humo blanquecino se materializaba como “el soplo de la vida” que se vertía en forma de irrigaciones sobre los enfermos para su sanación.
Este acto era considerado una liberación sagrada de energía vital, simbolizando la fertilidad, la sanación y la trascendencia espiritual, el cual iba acompañado con los cantos durante la ceremonia.
La profunda relación entre el tabaco, las cachimbas ceremoniales y la figura del chamán en la cuenca del Lago de Valencia no solo revela las creencias espirituales de los antiguos arawak, sino que también ofrece una ventana hacia su manera de entender la vida, la fertilidad y el mundo invisible. Aunque hoy en día esta comunidad ya no habita las riberas del lago, su legado no ha desaparecido. Los arawak han emigrado a otras regiones de Venezuela, pero su cosmovisión, sus prácticas rituales y su respeto por la naturaleza siguen vivos en su cultura.
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Donde quiera que estén, llevan consigo la memoria viva de sus símbolos sagrados y su visión del mundo, como guardianes silenciosos de una sabiduría milenaria que aún tiene mucho que enseñarnos. Recordar su legado no es mirar atrás, es mantener abierto un puente entre el pasado y lo que somos capaces de preservar.
Para mayor apreciación, se comparte con los lectores la siguiente galería fotográfica de Cachimbas Fálicas y sus diferentes modelos, más el link del video explicativo de cada una de las piezas durante la entrevista realizada.
Galería de fotos
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Ciudad Valencia / Diego A. Trejo / Vestigios del Pasado