Ángel Omar García González-Historia y memoria-4F-Hugo Chávez-rebelión militar
Ángel Omar García González: autor de la columna de Ciudad Valencia "Historia y Memoria"

Pichincha y la liberación del Sur

Amigas y amigos, constructores de sueños, forjadores de esperanzas. El pasado 24 de mayo se conmemoraron 201 años de la batalla de Pichincha, gesta militar con la que se alcanzó la liberación de provincia de Quito y se puso fin a la guerra en Colombia (la grande).

La batalla hizo parte de la visión continental de independencia que siempre tuvo el Libertador, planteada reiteradamente en cartas dirigidas a líderes de Suramérica, así como en documentos de gran significación que hacen parte de su producción político-intelectual; los cuales evidencian que la idea de la integración continental no fue el resultado de los triunfos militares obtenidos consecutivamente desde 1819, en Boyacá, 1821 en Carabobo y 1823 en Bomboná y Pichincha; sino que formaba parte de una concepción estratégica de carácter geopolítico para garantizar la libertad de estos pueblos y territorios.

 

Ser una Gran Nación

La reacción antibolivariana, muy intensa hoy al igual que en los tiempos de vida del Grande Héroe, no cesa en su empeño de descalificar la gesta militar desarrollada hacia el sur del continente conocida como Campaña del Sur, gesta con la que se puso fin al dominio español en Suramérica; señalándola como un hecho que respondía al delirio de grandeza y a la pretensión que habría tenido Bolívar de coronarse monarca de estos pueblos. Una afirmación no sólo malintencionada, sino carente de sustentación histórica.

El Libertador siempre tuvo una dimensión integral de la guerra, según la cual, la independencia definitiva de estos territorios no podría ser alcanzada sin la liberación total del continente, una meta que dependía de dos factores: la derrota militar de España y la integración de los pueblos americanos en una sola nación. Ambas visiones son aspectos reiterativos de su estrategia político-militar, que planteó a diversos interlocutores y que se encuentra expresadas, al menos, en tres documentos fundamentales: la primera, en una fecha bastante temprana de la guerra, 1815, en la llamada Carta de Jamaica, en donde esboza la integración de todo el continente desde el Rio Bravo (norte de México) hasta La Patagonia (Sur de Chile y Argentina) en una nación cuya capital podría ser el istmo de Panamá.

En el discurso de instalación del Congreso de Angostura, donde propone la integración de Venezuela y Nueva Granada en una nación llamada Colombia, a la que posteriormente sería incorporada la Real Audiencia de Quito tras el triunfo en Pichincha. Y en la convocatoria al Congreso Anfictiónico de Panamá en la que se discutiría la integración continental. Estos planteamientos, formulados en distintos momentos y circunstancias históricas, evidencian la falsedad de las acusaciones realizas contra Bolívar, quien siempre tuvo como propósito la integración de estos pueblos, bajo un criterio que podría sinterizarse de la siguiente forma: desunidos éramos débiles, unidos podíamos ser fuertes y llegar a ser una Gran Nación.
Bolívar era del criterio, según el cual, la independencia americana no estaría garantizada mientras existiera dominio español sobre estas tierras. En el fondo se trataba de la misma visión de integración que el general Francisco de Miranda promovió y defendió en cartas, escritos de prensa y conversaciones con diversos interlocutores en Europa y Estados Unidos.

 

El talento militar de Sucre

La batalla de Pichincha fue precedida de otro triunfo militar igualmente importante: la victoria en la batalla de Bomboná, el 7 de abril de 1822. El triunfo en Pichincha puso de manifiesto dos aspectos: En primer lugar evidenció, aún más, el talento militar del general Antonio José de Sucre, quien logró diseñar una estrategia basada en el estudio diario del territorio y de las posiciones que ocupaba el ejército realista comandado por el general Melchor Aymerich, lo cual le permitió plantear combate en las sabanas de Turubamba, en el piedemonte de Pichincha el día 21 de mayo, acción que fue desestimada por el ejército realista en razón de las impenetrables posiciones de los republicanos. Ante esta situación Sucre decidió llevar las tropas al pueblo de Chillogallo, a muy cercana de distancia de bando realista. En la noche del 23 ordenó el avance de las tropas patriotas quienes al amanecer del día 24 había tomado posiciones en las alturas del volcán Pichincha.

El combate se desarrolló con gran arrojo y valentía por ambos bandos, sobresaliendo la mejor capacidad, organización y destreza de los republicanos. A mediodía de aquella histórica jornada, Sucre había alcanzado una impecable victoria. Una parte importante del ejército realista alcanzó refugio en el fuerte Panecillo, lugar al que Sucre hizo llegar una propuesta de capitulación.

Lo segundo se refiere a este último aspecto: el final de la batalla ratificó que los principios de “Humanización de la Guerra” acordados entre Bolívar y Morillo en Trujillo en noviembre de 1820 continuaban vigentes. La capitulación ofrecida al general Aymerich impidió una mayor efusión de sangre y pérdida innecesaria de vidas, y le permitió a Sucre tomar posesión del departamento de Quito, capturar 1100 prisioneros de tropas, 160 oficiales, 14 piezas de artillería, 1700 fusiles e implementos de guerra de todo tipo.

Este triunfo resultó fundamental en el proceso de consolidación de la unidad grancolombiana, pues le aseguraba el control geopolítico de gran parte del territorio ecuatoriano permitiéndole a Bolívar entrar a Quito el día 16 de junio donde fue recibido con grandes honores. Se asentaba Colombia como unidad política y sólo faltaba definir la liberación del Perú, un proceso que debía pasar primero por el entendimiento con el general argentino José de San Martín, libertador del virreinato del Rio de la Plata, quien también aspiraba alcanzar la gloria liberando del dominio español al antiguo imperio incaico.

 

Una loca por la libertad

Otro aspecto que vale la pena destacar de la batalla de Pichincha es la participación femenina. Liderizadas por Manuela Sáenz, se había conformado un importante grupo de mujeres que prestaban su concurso en favor de la causa republicana. Prevalida de su posición social, la señora Thorne organizaba encuentros sociales que terminaban siendo espacios para el espionaje pues servían para recabar información que se hacía llegar al bando republicano a través de una red de colaboradores. Así las mujeres servían como correo para transmitir información sobre las tropas enemigas, para reclutar adeptos al bando republicano, como troperas, soldadera, curadora de enfermos y heridos, además de espías.

La propia Manuela Sáenz, dejó testimonio de estos servicios en su diario personal: “Yo estoy enviando ahora mismo una ración completa a la compañía de la guardia… y cinco mulas para el abastecimiento… ya le he impartido órdenes a Jonathás y Narthán a recoger información que sirva como espionaje de dónde se encuentran las fortificaciones y puestos de defensa de los españoles… Jonathán, Narthán y yo estamos rendidas…. de auxiliar a los heridos y ayudar a calmar sus dolencias… le he enviado al general Sucre cinco mulas con raciones de comida…” Era, Manuela, como ella misma se definió, una loca por la libertad.

 

***

 

Ángel Omar García González (1969): Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales, y Magister en Historia de Venezuela, ambos por la Universidad de Carabobo, institución donde se desempeña como profesor en el Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Educación. En 2021 fue galardonado con el Premio Nacional de Periodismo Alternativo por la Columna Historia Insurgente del Semanario Kikirikí. Ganador del Concurso de Ensayo Histórico Bicentenario Batalla de Carabobo, convocado por el Centro de Estudios Simón Bolívar en 2021, con la obra “Cuatro etapas de una batalla”. Es coautor de los libros “Carabobo en Tiempos de la Junta Revolucionaria 1945-1948” y “La Venezuela Perenne. Ensayos sobre aportes de venezolanos en dos siglos”.

 

Ciudad Valencia