Amigas y amigos, constructores de sueños, forjadores de esperanzas. El 15 de agosto de 1805 el joven de 22 años Simón Bolívar realizó un acto de compromiso (como lo es todo juramento), el cual cumpliría cabalmente: dedicar su vida a la liberación de su patria del dominio español. Durante algún tiempo se puso en duda y fue objeto de debate no tanto el hecho mismo sino el lugar exacto y las palabras pronunciadas: “Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por la Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español”.
Un juramento colectivo:
Varios aspectos le asignan particular relevancia a este hecho, además de la empecinada voluntad de uno de sus protagonistas en cumplirlo. En primer lugar, el Bolívar que realiza el juramento es una persona joven, el más mozo de los tres presentes en el anecdótico acto. Sin embargo, se trata de una juventud relativa, si por tal se quiere significar falto de criterio. Desde temprano el hijo menor de María de la Concepción Palacios había dado muestras de ser un niño precoz, como parece evidenciarlo su razonamiento ante el juez en la audiencia que, por la custodia del menor, entablaron el tío Carlos Palacio y su hermana María Antonio Bolívar en 1794. Así razonó el niño de 11 años: “Los tribunales pueden disponer de mis bienes y hacer de ellos lo que quieran, más no de mi persona, pues si los esclavos tienen la libertad de elegir amo a su satisfacción, no debe negárseme la posibilidad de vivir en casa que sea de mi agrado”.
Pero también era un joven que estaba alcanzando una precoz madurez signada por el temprano matrimonio y una prematura viudez. No fue el juramento un arrebato emocional y delirante de un muchacho con sueños de grandeza, fue una decisión consciente. Las meditaciones, debates y reflexiones que por este tiempo hizo junto a Rodríguez, las lecturas que realizaron, el examen de la historia y la realidad política europea y americana mostrarían un panorama cuyo cambio demandaba compromisos y sacrificios. Que el joven Bolívar haya dedicado su vida y recursos a cumplir el juramento es lo verdaderamente significativo del hecho.
En segundo lugar, se trata de un juramento colectivo. La historiografía patria nos ha indicado que es Bolívar quien expresa aquellas promisorias palabras. Pero quienes le acompañaban: Simón Rodríguez y Fernando Rodríguez del Toro, no solo son testigos, son protagonistas del hecho. Al menos así lo da a entender el entonces Libertador cuando en 1824, en carta dirigida a Simón Rodríguez, alude al hecho: “¿se acuerda usted, cuando juntos fuimos al Monte Sacro de Roma a jurar sobre aquella tierra santa la libertad de la Patria?”
Queda claro, por el propio testimonio de Bolívar, que los presentes también realizaron el juramento. Esto resulta importante destacarlo porque la historiografía patria omite señalar que la independencia fue un hecho colectivo, que tuvo, más allá de sus líderes, a un pueblo como sujeto histórico y actor fundamental de ese proceso.
Objeto de debate:
El contexto en el que ocurre el juramento también resulta importante. En términos personales Bolívar está en una encrucijada, perturbado por la prematura viudez, no sabe qué rumbo darle a su existencia. El reencuentro con Simón Rodríguez le hace reevaluar la vida bohemia, licenciosa y despreocupada en que lo había sumergido la muerte de María Teresa. Con el antiguo maestro profundiza en el estudio y análisis del contexto político de la Europa de su tiempo, estudia los clásicos de la Modernidad y encuentra nuevo sentido a su existencia.
Junto a Rodríguez y Fernando del Toro emprenden viaje por diversas ciudades de Europa con la intención de formarse una idea más precisa sobre el Viejo Continente. Fue así que en su paso por Roma presenciaron, en la Catedral de Milán, la coronación de Napoleón Bonaparte como Rey de Italia en mayo de 1805. Tal ha debido ser la impresión que causó aquel acontecimiento en Bolívar que semanas más tardes, durante el ascenso al referido Monte, se produjo el famoso juramento.
También demuestra la gran influencia que el maestro tuvo sobre el discípulo, no solo en la niñez, también en la juventud y en sus ideas políticas. Por ejemplo, la dimensión de una educación republicana como sostén del modelo político que aspiraba fue una concepción defendida y promovida por Rodríguez, que Bolívar plasmaría, años más tarde, en el discurso ante el Congreso de Angostura. Y esto pese a los largos años que distaban desde su último encuentro en Roma.
De lo señalado hasta aquí se puede afirmar que existe certeza del hecho, no solo porque haya sido Rodríguez quien lo divulgó años después de la muerte del Libertador, sino porque fue el propio Bolívar quien lo recordaría en la famosa carta de Pativilca de 1824. Pero no ocurre lo mismo respecto al lugar y las palabras pronunciadas. Algunos historiadores han señalado que el sitio probable haya sido el Monte Aventino, una de las colinas que rodean a Roma; otros afirman que podría ser el Monte Palatino, aunque el consenso mayor gira en torno al Monte Sacro, pues fue el propio Bolívar quien lo señala.
Respecto de las palabras pronunciadas, quienes las ponen en duda, se basan en lo siguiente: El texto literal se da a conocer cuarenta y cinco años más tarde en Guayaquil por intermedio de Simón Rodríguez. Tal circunstancia hace pensar que la exactitud de las palabras haya sido el resultado de la genialidad de un Rodríguez, quien había devenido en defensor de la vida y obra del “Libertador del Mediodía de América” como tituló el escrito en el que justificaba la actuación pública de Bolívar increpando a sus detractores.
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A fin de cuentas ¿Cómo podía tener Simón Rodríguez la precisión de unas palabras pronunciadas casi medio siglo atrás? De lo que no cabe dudas es del hecho. Quienes acudieron al emblemático paseo juraron consagrar su vida a la causa de la independencia de la patria. Visto así, lo que puede ser objeto de debate es la exactitud de las palabras pronunciadas, pero nunca la intencionalidad. El Bolívar que las pronuncia y quienes con él juraron, tienen claro el propósito: consagrar su vida a la libertad de la patria. Lo cual cumplieron, en circunstancias distintas y desempeñando roles distintos.
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Ángel Omar García González (1969): Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales, y Magister en Historia de Venezuela, ambos por la Universidad de Carabobo, institución donde se desempeña como profesor en el Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Educación. En 2021 fue galardonado con el Premio Nacional de Periodismo Alternativo por la Columna Historia Insurgente del Semanario Kikirikí. Ganador del Concurso de Ensayo Histórico Bicentenario Batalla de Carabobo, convocado por el Centro de Estudios Simón Bolívar en 2021, con la obra “Cuatro etapas de una batalla”. Es coautor de los libros “Carabobo en Tiempos de la Junta Revolucionaria 1945-1948” y “La Venezuela Perenne. Ensayos sobre aportes de venezolanos en dos siglos”.
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