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Ángel Omar García González: autor de la columna de Ciudad Valencia "Historia y Memoria"

Amigas y amigos, constructores de sueños, forjadores de esperanzas: El 24 de julio los venezolanos estaremos conmemorando el Bicentenario de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, máximo acontecimiento bélico de este tipo y penúltimo enfrentamiento de envergadura en el proceso que condujo a la conclusión definitiva de la Guerra de Independencia. Son varios los elementos que le asignan trascendental importancia a este hecho: acabó con el superioridad naval del ejército realista; detuvo la importante recuperación que habían alcanzado los españoles reconquistando importantes porciones del territorio; y representó la salida de Venezuela del último Capitán General del ejército del Rey: Francisco Tomás Morales.

 

Infructuoso sitio

La historiografía nacional ha sembrado en el imaginario colectivo la idea de que con el triunfo en Carabobo el 24 de junio de 1821 concluyó la Guerra de Independencia. Realmente ésta se prolongó 28 meses más y culminó en noviembre de 1823 con la Toma y Liberación de Puerto Cabello, Bicentenario que conmemoraremos próximamente. El atrincheramiento de una parte del ejército realista en la plaza de Puerto Cabello le brindó una fortaleza estratégica desde donde pudieron emprender constantes incursiones militares que terminaron con la reconquista de importantes porciones del territorio.

Para finales del año 1822 estaban nuevamente bajo control del ejército español las provincias de Coro, Maracaibo y todo el eje andino, además del importante bastión porteño. El apoyo naval que recibieron desde Puerto Rico contribuyó mucho al repunte sobre el territorio. El enfrentamiento naval en Maracaibo fue el resultado, no solo de esa fortaleza, sino de lo infructuoso de dos acciones de sitio dirigidas por el general José Antonio Páez sobre Puerto Cabello en abril de 1822 y febrero de 1823.

A todo esto se sumaba la derrota naval que en las costas carabobeñas recibió la armada patriota el 1° de mayo de 1823. El almirante español Ángel Laborde, comandando una cuadrilla naval conformada por fragatas, corbetas y bergantines, propinó severa derrota a la armada republicana comandada por el capitán de navío Renato Beluche. En gran medida la derrota fue el resultado de la superioridad de las naves españolas, dotadas de cañones de mayor potencia y, por tanto, mayor alcance.

Se hacía necesario replantear la estrategia patriota ya que el repunte español no solo tenía incidencia sobre el territorio venezolano, sino que amenazaba la estabilidad de todo el territorio de Colombia (la grande). La recuperación de la provincia de Maracaibo y del eje andino les otorgaba a los realistas la capacidad de incursiones militares sobre Nueva Granada con línea directa sobre los importantes puertos de Barranquilla y Cartagena de Indias. Un eventual control español de territorios neogranadinos amenazaba la estabilidad del sur Colombia y ponía en peligro los planes de avanzar hacia el Perú.

 

Sin representante oficial:

La derrota naval patriota obligó a los comandantes José Prudencio Padilla y Manuel Manrique a replantear la estrategia de combate. Incorporando el conocimiento del territorio que aportaron el teniente Pedro Lucas Urribarri, su primo José Cenobio, Felipe Baptista, Tomás Vega, entre otros; se diseñó una táctica que consistió en bloquear la barra de navegación y controlar la entrada al lago, así como aprovechar los cambios de las corrientes marinas y la dirección de los vientos para fijar el momento ideal del ataque, el cual se produjo en horas de la tarde cuando las condiciones atmosféricas jugaban en contra de las naves enemigas de acuerdo a la posición en la que se encontraban; esta acción terminó siendo decisiva para el triunfo.

Según el historiador zuliano Juan Romero, la información aportada le permitió a Padilla y Manrique tomar en cuenta el cambio en la dirección de los vientos que desde el amanecer hasta aproximadamente las dos de la tarde se desplazan en dirección sureste, es decir, desde Maracaibo hacia los puertos; pero a partir de esa hora comienzan a cambiar, soplando en dirección noreste, desde los puertos hacia Maracaibo. El combate fue planificado en horas de la tarde porque el viento actuaba en contra de la armada realista: hacia más lenta su desplazamiento y el humo de los cañones afectaba la visibilidad sobre el horizonte.

La derrota realista fue de tal magnitud que liquidó la superioridad marítima española, bien sea porque algunos buques quedaron inutilizados y otros fueron capturados, pero también por el número de bajas enemigas: más de 800 muertos, en tanto que por el lado republicano la pérdida superaba, ligeramente, los 100 combatientes. Las consecuencias de tan contundente derrota no tardaron en manifestarse. El 3 de agosto el Capitán General del Ejército español Francisco Tomás Morales capitulaba ante el general Manuel Manrique.

 

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La relevancia de tal hecho gira en dos direcciones: primero, la capitulación demostraba la vigencia del Tratado de Regularización de la Guerra firmado entre Bolívar y Morillo en noviembre de 1820 en Santa Ana de Trujillo. Por más que la guerra se había reanudado desde abril de 1821, ambas partes mantuvieron la voluntad de abstenerse en practicar la Guerra a Muerte. Con base en el Tratado se otorgó un trato respetuoso y de consideración a un ejército militarmente derrotado.

Segundo, la capitulación dejó sin representante oficial del Rey Fernando VII a las tropas atrincheradas en Puerto Cabello, último bastión del imperio español en Venezuela. Por primera vez en más de trescientos años de coloniaje no existía un funcionario que oficialmente actuara en nombre de la monarquía española en territorio venezolano.

 

Enemigo acorralado:

El triunfo en el Lago de Maracaibo centró la acción militar sobre Puerto Cabello. Abatir la plaza era necesario para cesar la presencia española; acción que en el pasado había resultado infructuosa por las propias características geográficas de la plaza y por la carencia de naves para emprender acciones por mar y tierra, única forma de lograr el éxito de una operación de asalto. El cambio de la situación militar en favor de los patriotas no significó que Páez buscara abatir de inmediato a un enemigo acorralado, antes procuró la rendición del comandante español Sebastián de la Calzada haciendo diversos ofrecimientos que fueron rechazadas. El 8 de noviembre de 1823 las armas de la República retomaron una fortaleza que había permanecido leal a España desde 1812.

 

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Ángel Omar García González (1969): Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales, y Magister en Historia de Venezuela, ambos por la Universidad de Carabobo, institución donde se desempeña como profesor en el Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Educación. En 2021 fue galardonado con el Premio Nacional de Periodismo Alternativo por la Columna Historia Insurgente del Semanario Kikirikí. Ganador del Concurso de Ensayo Histórico Bicentenario Batalla de Carabobo, convocado por el Centro de Estudios Simón Bolívar en 2021, con la obra “Cuatro etapas de una batalla”. Es coautor de los libros “Carabobo en Tiempos de la Junta Revolucionaria 1945-1948” y “La Venezuela Perenne. Ensayos sobre aportes de venezolanos en dos siglos”.

 

Ciudad Valencia