Viéndolo bien, si nos ponemos a revisar las diversas historias que recibimos en nuestra formación académica, independientemente del área de estudio o carrera cursada, se puede apreciar que, paradójicamente, la música del África negra está ausente en ellas, siendo ésta la de mayor influencia mundial en la música popular y también con un gran peso en la llamada música culta, hasta la presente época.
Ha sido despreciada por críticos e historiadores, y desde los primeros contactos entre Europa y África, los viajeros y misioneros catalogaron su música como una expresión y manifestación sonora de salvajes, además de primitiva, aspectos que les sirvieron de excusas para avalar su tesis de superioridad racial e intelectual.
Tesis que aplicaron en muchos pueblos de este continente sumándole otros aspectos culturales que, según los europeos, ubicaba a los africanos en una escala de inferioridad con respecto a la civilizada Europa y, más tarde, de los Estados Unidos.
Fue para principios del siglo XX cuando se da inicio a una celosa revisión de esa errada imagen del negro africano basada en mentiras, prejuicios y maltrato, y a estudiarse con cierta seriedad las distintas manifestaciones culturales del nativo africano.
Este cambio de actitud obedece a varios factores, entre ellos destacan los estudios y trabajos realizados por un etnólogo alemán llamado Leo Frobenius, quien demostró la existencia de culturas bastante avanzadas en el África negra.
Otros factores generadores de cambio
Aparte de lo ya mencionado, también influyó mucho el “descubrimiento” del arte escultórico africano por artistas de gran renombre como es el caso de Picasso, Derain y Matisse, y otro aspecto de suma importancia lo fue el Jazz afronorteamericano, que deslumbró a músicos y compositores como Claude Debussy, Igor Stravinski, Rave y Milhaud, quienes hallaron en esta música una extraordinaria fuente de recreación, la cual ganó su respeto y admiración.
No obstante, todo esto no libró de raíz los prejuicios arrastrados por la fuerte campaña de desprestigio de la cual, por tantos años, ya habían sido víctimas estas culturas. Con el pasar del tiempo fue llegando el estudio sistemático. El estudio de la música africana fue relegado al campo de la Etnomusicología, así como también la de Asia, Oceanía o Indoamérica.
La propia Etnomusicología (llamada Antropología Cultural por los estadounidenses) surgió, en gran medida, por iniciativa de los imperios coloniales y su necesidad de conocer los mecanismos sociales y culturales de los pueblos dominados.
Los historiadores de la música ignoraban o desdeñaban cualquier música no occidental (aunque se tratara de civilizaciones tan trascendentales y refinadas como Egipto, China o la India). La “historia de la música” no era para ellos, sino la historia de la música culta de los países europeos, sobre todo de los occidentales.
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El Jazz y los ritmos antillanos
Lo que más despertó el interés por la música africana, como ya se dijo, fue el Jazz, y posteriormente se le sumaron los ritmos antillanos, sobre todo los oriundos de Cuba y el valiosísimo aporte de Brasil, que representa una de las músicas populares más ricas y extensas del mundo.
Es ya bastante avanzado el siglo XX cuando se comienza formalmente a estudiar la música tradicional del África negra, incluso con grabaciones, en parte gracias al apoyo de organismos internacionales como la UNESCO.
Desde hace unas cuantas décadas se ha hecho común la realización de festivales y encuentros internacionales de música africana, quedando demostrado que la liberación política y económica conduce inevitablemente a la liberación cultural.
Aún se arrastra el prejuicio de creer que la música africana se reduce solo al canto con acompañamiento de tambores, y se oculta la existencia de la inmensa riqueza de instrumentos de cuerdas y de viento. Lo cierto es que les tocó sobreponerse a la “historia oficial” y a través de los múltiples ritmos y fusiones, abrirse paso y ubicarse en un sitial de respeto y reconocimiento universal.
Eso, reitero, gracias, entre otros factores, al Jazz afronorteamericano, a los diversos ritmos creados en Cuba, aglutinados en la palabra Salsa, y a la samba y la Bossa Nova brasileñas, y a tantos otros ritmos de inspiración afro creados en muchos otros pueblos de Latinoamérica.
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Ramón Emilio Toro Martínez (Caracas-Venezuela, 1966) es licenciado en Educación, mención Lengua y Literatura, de la Universidad de Carabobo (UC) en 1993. Es también Productor Nacional Independiente y locutor con experiencia en el desarrollo de programas radiales sobre música afrocaribeña en la ciudad de Valencia, estado Carabobo: Ciento por ciento Natural, por Lago 91.5 FM; Letras y Notas, por Salsera 96.3 FM, y Óyelo que te conviene, por RNV Región Central 90.5 FM. Es autor del libro «Letras y Notas sobre la Música del Caribe» (2020), presentado en la FILVEN Caracas 2020 (Casona Cultural Aquiles Nazoa) como el único proyecto editorial independiente de ese año.
Ciudad Valencia
No se nos olvide que el gran Alejo Carpentier ha escrito y publicado mucho sobre la música afrocubana. Tanto en sus ensayos como en sus textos narrativos que son propicios a varias re-lecturas. Gracias por compartir con nosotros tus ensayos en torno a la música afro-caribeña.