Para los cantantes de Salsa, el mayor anhelo es el de ser considerados como soneros. De este tema he escrito en varias ocasiones, solo que ahora quiero destacar un hecho algo curioso para los amantes de la Salsa.
Esa habilidad para improvisar, motivo de asombro para quienes gustan de esta música, es lo que procuran desarrollar los vocalistas. Los grandes referentes siguen siendo los mismos: Benny Moré y Miguelito Cuní (de Cuba), Ismael Rivera, Héctor Lavoe, Cheo Feliciano y Chamaco Ramírez, entre otros (de Puerto Rico), Óscar D León y Rodrigo Mendoza (por Venezuela) y en la actualidad el de mayor renombre es el boricua Gilberto Santa Rosa.
Desde la última década del siglo pasado (por ubicar un tiempo referencial) sumadas a las dos primeras del XXI, el cantante puertorriqueño Carlos «El Cano» Estremera se había autodenominado como «El dueño del soneo». Este cantante se dio a conocer con la orquesta del maestro Bobby Valentín «El Rey del Bajo» con el gran éxito «La boda de ella» (1978), composición de Roberto Angleró y arreglo musical de Bobby Valentín.
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El Cano nació en Santurce, Puerto Rico, el 2 de septiembre de 1958 y falleció en San Juan el 28 de octubre del 2020. Y se caracterizó por un estilo polémico en sus presentaciones, expresiones subidas de tono, ciertas “puntas” o “tiraderas” a sus colegas, además de insultos y descalificaciones.
No fue un sonero con un manejo florido de la rima, sin embargo, sus ocurrencias, trabalenguas y el lenguaje ya descrito antes fueron, y siguen siendo, del agrado de muchos salseros al punto de tenerlo en sus preferencias como uno de los mejores de la historia de la Salsa.
El asunto curioso que destaco en el título de hoy se dio en una presentación del Cano en la pasada década en un establecimiento de la ciudad de Caracas llamado El Zarao. Cuando llegó el momento de cantar la canción «El caimán» o «Mercedes», como también se le titula, composición del maestro Simón Díaz, subió a la tarima, por invitación del Cano, el cantante venezolano Marcial Istúriz, natural de Barlovento, quien dio inicio a la primera estrofa del tema y se fueron alternando.
Al llegar a la parte de los “soneos” o improvisaciones continuaron alternándose y la canción tuvo una duración de 29 minutos y 34 segundos; a pesar de esta extensión lo que permitió que no se tornara aburrida fue la expectativa por cada nuevo soneo del Cano y Marcial, ya que siempre se espera que uno sea mejor que el otro (más ocurrente, mejor rimado).
Mi gran sorpresa cuando lo vi (vía YouTube) fue que no hubo por parte del Cano ni una sola insinuación, provocación, reto o llamado de guerra hacia el negro Marcial. Las tiraderas de puntas, insultos y descalificaciones hacia el sonero Marcial brillaron por su ausencia. Sí hubo expresiones grotescas y subidas de tono, pero relativas al personaje de la canción «Mercedes».
Por otra parte, en mi apreciación personal y sin caer en absurdas comparaciones, noté una mejor y mayor desenvoltura de Marcial en los soneos de principio a fin. A raíz de eso me hice esta pregunta: ¿será que El Cano no se atrevió a retar a Marcial por conocer su destreza y notar un mejor fraseo en ese encuentro?
Sea como sea, lo importante es que los presentes en ese careo de soneros disfrutaron de ese encuentro inédito y considero que Marcial se anotó unos cuantos puntos que le siguen sumando mayor respeto y jerarquía en su ascendente carrera como cantante y actual sonero consolidado en Venezuela.
Los invito a que busquen y escuchen esa presentación por YouYube, la conseguirán con el mismo título de este artículo ya que lo tomé tal cual, obviamente es un título colocado para generar inquietantes expectativas y enganchar a los melómanos salseros, ya que no fue un evento que originalmente promoviera dicho encuentro entre estos soneros.
Les será inevitable, así como me sucedió a mí, estar atentos a cada soneo y a la comparación inmediata, más allá del error que esta costumbre implica.
Esto también me hace recordar ese comentario que sigue en boca de algunos músicos y cantantes en cuanto al cantante estadounidense, de ascendencia puertorriqueña, Marc Anthony, de que no es un sonero a pesar de sus sobradas condiciones vocales. Pero, viéndolo bien, no le ha hecho falta para su desarrollo como artista, posee una de las mejores orquestas del mundo y, además, sigue en la cresta de la ola.
Marc viene de ese proyecto del productor y empresario Raphy Mercado, ya fallecido, que se conoció como «La Combinación Perfecta» con el Sello Discográfico RMM en el cual se combinaron talentos de la Salsa dura como Celia Cruz, Cheo Feliciano, Pete «El Conde» Rodríguez, Tito Puente, Óscar D’León, junto a otros más jóvenes como La India, Johnny Rivera, Tony Vega, Ray de La Paz y José Alberto «El Canario», entre otras figuras.
Y entre estos últimos más jóvenes fue Marc Anthony quien tuvo un ascenso impresionante en su carrera. Su punto de partida, en cuanto a éxito comercial, se inició con el tema «Vivir lo nuestro», a finales de los años ’90, cantado a dúo con La India de Nueva York.
Ese rumor, antes mencionado, cobró mayor fuerza una vez que el recién fallecido maestro del piano Eddie Palmieri lo afirmó en una entrevista, de allí se propagó como pólvora a tal punto que el exvocalista del Conjunto Chaney, Willy González, se atrevió a increpar al maestro Palmieri al decirle que él como cantante tampoco es sonero y, sin embargo, había pegado más temas en la radio que él (Palmieri) en todas las décadas que había estado tocando.
Sin duda una atrevida afirmación de Willy González, a nuestro parecer bastante fuera de lugar.
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Ramón Emilio Toro Martínez (Caracas-Venezuela, 1966) es licenciado en Educación, mención Lengua y Literatura, de la Universidad de Carabobo (UC) en 1993. Es también Productor Nacional Independiente y locutor con experiencia en el desarrollo de programas radiales sobre música afrocaribeña en la ciudad de Valencia, estado Carabobo: Ciento por ciento Natural, por Lago 91.5 FM; Letras y Notas, por Salsera 96.3 FM, y Óyelo que te conviene, por RNV Región Central 90.5 FM. Es autor del libro «Letras y Notas sobre la Música del Caribe» (2020), presentado en la FILVEN Caracas 2020 (Casona Cultural Aquiles Nazoa) como el único proyecto editorial independiente de ese año.
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