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María Alejandra Rendón, autora de la columna Nos (Otras)

NOS (OTRAS) / ¿ABUSO NARCISISTA? ¡HUYE!

 

No necesariamente todo acto de abuso tiene como elemento subyacente un trastorno narcisista, pero sí es probable que muchos de ellos se perpetren con mucha más facilidad y durante mucho tiempo cuando estos rasgos se encuentran en una persona maltratadora, ya que, por lo general, cuesta más salir del círculo; las estrategias de manipulación, victimización, distracción, chantaje, así como variados dispositivos de sujeción y refuerzos intermitentes, forman parte de un coctel que ponen en práctica a lo largo de su vida, razón por la que, se asumen tardíamente las herramientas para desenmascararles.

El trastorno de la personalidad narcisista es una enfermedad de salud mental en la cual las personas tienen un aire irrazonable de superioridad. Necesitan y buscan demasiada atención, y quieren que las personas las admiren. Es posible que a las personas con éste trastorno les cueste comprender o no les importen los sentimientos de los demás, ya que son poco empáticos. Sin embargo, detrás de esta máscara de absoluta confianza propia, no están seguras de ellas mismas y reaccionan fácilmente a la más mínima crítica, bien sea desde la victimización o el ataque directo.

 

Según el DSM IV y demás criterios de la psicología moderna, la web recoge algunos rasgos tipificadores:

  • Tener un aire de superioridad irrazonable y necesitar constantemente la admiración excesiva de los demás.
  • Sentir que merecen tener privilegios y recibir un trato especial.
  • Esperar que se reconozca su superioridad por el simple hecho de que así se reconocen o autoperciben.
  • Hacer que sus logros y talentos parezcan más importantes de lo que son.
  • Preocuparse por fantasías sobre el éxito, el poder, la brillantez, la belleza o la pareja perfecta.
  • Creer que son mejores que los demás y que solo pueden pasar tiempo con personas tan especiales como ellas o que únicamente ese tipo de personas podrán entenderlas.
  • Criticar y menospreciar a las personas que no consideran importantes.
  • Esperar favores especiales y que los demás hagan lo que ellas quieren sin cuestionamientos.
  • Aprovecharse de los demás para lograr lo que quieren.
  • Tener incapacidad o falta de voluntad para reconocer las necesidades y los sentimientos ajenos.
  • Envidiar a los demás y creer que son envidiadas por otras personas.

Puedes identificar a tiempo si les observas constantemente comportarse con arrogancia y establecer juicios de todas las personas que le rodean. Hablar mal de otras personas o invalidar los puntos de vista distintos al suyo, se torna una práctica de la cual no pueden desprenderse fácilmente porque es una manera de inferiorizar a los demás y, a su vez, reafirmarse. Aun sin necesidad de hacerlo, lo harán, porque de esa manera proyectan en otros lo que odian de sí. Entonces es común que los narcisistas hablen constantemente de los aspectos negativos de las personas cercanas. Su impulso por subestimar es irrefrenable, a menos que requieran adular para conseguir con ello un interés personal. En cualquier escenario las personas son utilizadas, raras veces construyen afectos o vínculos  sinceros.

Hernández Espinoza dice al respecto: La personalidad narcisista se caracteriza desde el punto de vista clínico por un tipo de relación presidida por la soberbia, la arrogancia y la altanería, tres rasgos que son expresión manifiesta de la sobrevalorización o idealización del Yo o Self. A esta tríada –soberbia, arrogancia y altanería– le acompaña y complementa una actitud de desprecio y desvalorización de las demás personas. Por otra parte, desde el punto de vista dinámico y estructu­ral, este tipo de relación en el que se asocian la sobrevaloración de sí mismo y el desprecio de los demás, lleva implícita la presencia interna de un objeto idealizado con el que el Yo narcisista se identifica introyectivamente sintiéndose “grandioso” (de ahí la soberbia y la arrogan­cia). Al mismo tiempo, la proyección de los aspectos débiles y dependientes del propio self dejan a los objetos externos proyectivamente identificados con la debilidad y la dependencia propias (de ahí la altanería y el desprecio: valioso yo y despreciables los demás).

A la vez, las personas con trastorno de la personalidad narcisista tienen dificultad para reaccionar a aquello que perciben como una crítica; cualquier cuestionamiento hace que  invariablemente se impacienten o enojen.  De igual manera tienden a tener grandes dificultades para interactuar con otras personas “de igual a igual” y suelen sentirse menospreciadas con facilidad. Tienen dificultad para manejar sus emociones y su comportamiento, sobre todo la ira, ya que suelen ser personas impulsivas.

No respetan, es decir, no reconocen la otredad, sino en virtud del valor que ellos o ellas decidan otorgarle. Son depredadores emocionales que usan ilimitadamente las buenas intenciones del resto para ponerlas a favor de sus intereses.

Detrás de la fachada amigable y, por momentos bondadosa, se esconde alguien que miente y mucho para ser aceptado por lo que en realidad no es. La violencia es intrínseca a este trastorno y viceversa. En primer lugar porque, bien sea que se trate de un perfil encubierto o no, las relaciones que establecen no son honestas, sino basadas en la explotación, la cosificación y la instrumentalización, es decir, convertirán a cada persona en su vida en pieza de su andamiaje y la mayoría será considerada útil por un lapso de tiempo hasta que sea hora del posterior descarte, practica más normalizada y que llevarán a cabo demonizando, tergiversando o atacando despiadadamente la moral de la persona descartada, de la misma manera que son demonizadas las personas que emitan alguna crítica o ante las cuales se sientan expuestos. No reconocer su “superioridad” o hacer alguna crítica desatan lo que se conoce como “ira narcisista”.

Son egoístas, suelen entablar lazos basándose en promesas que saben no podrán cumplir, aplicar de distintas maneras el chantaje emocional, el control, la triangulación, el desprestigio, la comparación y la manipulación. Precisarán sus intereses por encima del resto y tomarán para sí los logros de los demás, siempre haciendo ver que cualquier capacidad, brillo, logro o cualidad positiva de otras personas, está estrechamente asociada a su concurso, ayuda o incidencia. De esa misma manera sabrán apropiarse a menudo de logros colectivos. Son egoístas porque asumen que el otro u otra llega a SER en virtud del vínculo que con él o ella han establecido. Por esa razón el narcisista no deja ir fácilmente a las personas que considera leales, ya que éstas alimentan su ego y en ellas consigue la cuota de adulación necesaria para sentirse seguro o segura y frente a un amor/aceptación que no logra darse a sí mismo o misma.

Freud (1914), concluirá que el narcisismo no es sino “el complemento libidinoso del egoísmo inherente a la pulsión de autoconservación”

Los círculos de violencias más profundos se experimentan al lado de personas con este perfil. En el caso del narcisista patológico, se trata de maltratadores emocionales que perpetran un daño sistemático profundo alternando refuerzos positivos y negativos que endosan a su víctima estados de enorme confusión, culpa y miedo. Una vez se instala en la psique de la victima la necesidad de aceptación o aprobación del depredador o depredadora narcisista, será más difícil reconocer el maltrato. El o la narcisista hace uso de su falsa superioridad para ejercer control de forma sutil o expresa, por lo que se le dan mejor las relaciones en las que se reconoce su jerarquía, su liderazgo y su poder, aunque estos sean falsos o estén sobreestimados. Por esta razón las víctimas  a escoger serán personas con  vulnerabilidad emocional, económica  o psicológica, así como personas empáticas que se sientan atraídas por su carisma y encantos aparentes y que al principio de toda relación mostrarán con sobrado exceso (Love bombing o bombardeo amoroso), para generar confianza, seducir, lograr reconocimiento, “enganche” o dependencia.

Generalmente se asume que las personas narcisistas no se dan cuenta que lo son. Sin embargo, investigaciones recientes perecen indicar que hay cierta consciencia de que tienen una visión muy egocéntrica, y no lo ven precisamente como algo negativo. Se ven a sí mismas como personas superiores, o lo que viene a ser lo mismo, las personas patológicamente narcisistas ven a los demás naturalmente como algo inferior y se muestran intolerantes hacia el desacuerdo.

Según Laura Palomares (Madrid, 1973), investigadora del trastorno narcisista clínico y subclínico, dice: “Desde una perspectiva evolucionista se ha hipotetizado que el narcisismo supone ventajas en términos de emparejamiento a corto plazo. Básicamente significa que las personas altamente narcisistas tienen un mayor porcentaje de encuentros sexuales. Sus rasgos generan tan buena primera impresión porque da la sensación de que tienen muy buena autoestima, algo positivamente valorado en todo encuentro sexual”

Por supuesto, ninguna de estas “ventajas” está presente en el caso del narcicismo patológico. Estas personas terminan adoptando patrones de comportamiento centrados en el cortoplacismo que hacen inviables las relaciones afectivas saludables terminan generando más obstáculos  que ventajas en el ámbito profesional y social. Es el precio de tener una visión de sí mismos altamente distorsionada y que no se corresponde con las habilidades y virtudes de las cuales realmente se dispone”

Palomares también puntualiza: “En su ansia de control y de admiración, las personas narcisistas pueden manipular y explotar a los demás, dañando su autoestima e incluso cambiando la forma de percibir el mundo de las víctimas y su entorno”. La intervención profusa en el mundo de las percepciones hace que frecuentemente la víctima no se asuma como tal, sino como una consecuencia o variable (co-dependiente) del refuerzo narcisista. La mayoría de veces se aconseja terapia psicológica para superar los daños que trae consigo el círculo de violencia, ente el cual, un perfil de este tipo no asumirá ninguna responsabilidad.

Para Shapiro, Narcisismo maligno (1970): “son personas con muy bajas tolerancias a las frustraciones, impulsivas, irresponsables, inclinadas al riesgo e incapaces de experimentar sentimientos de culpa”

En virtud de todo ello, lo más recomendable es que, una vez identificas el perfil narcisista y su intrínseca naturaleza depredadora, te distancies y establezcas lo que se conoce como contacto cero. El narcisista buscará persuadirte, necesita de tu validación, de la co-dependencia, generarte culpas o hacerte más promesas. Reanudará cuantas veces lo permitas el círculo de violencia emocional. Si has logrado identificar plenamente sus intenciones, es fundamental desechar un vínculo y hacerte de una red emocional de apoyo para superar la violencia.

Mi recomendación personal es: HUYE! … Lo más lejos que puedas!

 

American Psychiatric Association (2013) Manual Diagnostico y Estadístico de los Trastornos Mentales DSM-5

Freud, S. (1914), On Narcisism: an Introduction, Standard Edition vol. 14, London, Hogarth Press and the Institute of Psycho-Analysis.

Hernández, V. (1991), Patología Narcisista y Borderline, Barcelona, Fundació Vidal    i Barraquer.

Hernández, V. (1998), El Concepto Clínico de Narcisismo en el Siglo XV Catalán, Barcelona, Temas de Psicoanálisis vol. III.

Shapiro  (1970, 1984, 1989), Narcisismo maligno. O.F kemberg.

 

Más de Nos (Otras): “Filvenmanía” por María Alejandra Rendón Infante

 

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María Alejandra Rendón Infante (Carabobo, 1986) es docente, poeta, ensayista, actriz y promotora cultural. Licenciada en Educación, mención lengua y literatura, egresada de la Universidad de Carabobo, y Magister en Literatura Venezolana egresada de la misma casa de estudios. Es fundadora del Colectivo Literario Letra Franca y de la Red Nacional de Escritores Socialistas de Venezuela.

PREMIOS

Bienal Nacional de Poesía Orlando Araujo en agosto de 2016 y el Premio Nacional de Literatura Stefania Mosca 2019 en poesía.

PUBLICACIONES

Sótanos (2005), Otros altares (2007), Aunque no diga lo correcto (2017), Antología sin descanso (2018), Razón doméstica (2018) y En defensa propia (2020).

 

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