#Opinión: “¿Hacia dónde va la Historia?” por Laura Antillano

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El hallazgo de más de cuatro mil tumbas de menores en Canadá, que corresponden a cuerpos de niños indígenas, circula por las redes desde hace varias semanas.

La noticia es escalofriante, y es remarcar una vez más el significado de lo ocurrido con la llegada de los europeos a estos territorios, que les eran desconocidos, y se convirtieron rápidamente en fuentes de poder para quienes invadían, sin el menor pestañeo para considerar, ni por instantes, que estaban habitados y correspondían a grupos humanos, con lengua o idioma, costumbres, historia, organización social y otros detalles, que podían definirles como poseedores del territorio que habitaban.

Todas las noticias al respecto resultan dolorosas e insólitas. Y un enorme vacío en la historia de la humanidad territorial nos hace pensar e intentar imaginar todo lo que puede haber ocurrido a esos niños, inocentes descendientes de grupos de población establecidos en un territorio que debió haber sido ocupado por sus familias por varias generaciones, y a la presencia de los invasores, ellos se convirtieron en la generación perseguida, desdeñada, acosada y asesinada por los nuevos, desconocidos posesos.

Siempre se señala a la pólvora, como invento responsable de definir ganadores de la contienda, el hecho es que quien tuviera las herramientas para acabar con la vida de mayor número de opositores a su gestión, y señala, que quien tiene la mayor fuerza exterminadora se convierte de inmediato en ganador, y con ello en propietario y adquiere el derecho del exterminio de los otros.

El hecho es que: “Niños de las Primeras Naciones, nombre con el que se conoce a los grupos indígenas de Canadá, de entre 7 y 15 años fueron separados de sus familias y obligados a asistir a St. Eugene’s, cerca de la ciudad de Cranbrook, durante medio siglo XX. (…) Al igual que con 215 cuerpos encontrados en la población de Kamloops en el mes de mayo y 751 en la provincia de Saskatchewan en la Reserva de la Primera Nación de Cowessess, se utilizó un radar de penetración terrestre para localizar las tumbas sin marcar de niños pertenecientes a la Nación Ktunaxa (Banda del Bajo Kootenay) y otros grupos indígenas cercanos. Semejante circunstancia echa por tierra muchos principios de supuestas creencias religiosas, y hasta enunciados de carácter ético que, supuestamente, son los principios enunciativos de la construcción de las naciones…”.

Es triste, más bien trágico, considerar que la Historia humana se ha ido definiendo con líneas relatoras que se mueven en la descripción de circunstancias parecidas a ésta que consideramos con los niños indígenas de territorio canadiense.

 

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Las tramas del Poder Político en manos de quienes no consideran la presencia de las mayorías, como gente con derechos, en el plano de acuerdos territoriales y sectoriales. Lo cómico es que el papel de la “razón” en el ser humano no funge poderosamente a la hora de las grandes decisiones que definen el derecho a la vida, y el contraste con las fieras selváticas no se distancia demasiado en el definir el final de las contiendas.

Lo que no dice nada bueno de la Humanidad. La novela ganadora del “Rómulo Gallegos” en pasado año, “El país del Diablo”, de la argentina Perla Suez, toca el tema, ubicándose en territorio argentino. Bellamente escrita, vale la pena difundir su lectura.

 

Laura Antillano / Tomado de Ciudad CCS