En este escrito voy a tocar este tema tan delicado pero al mismo tiempo necesario para el crecimiento político y social de cualquier individuo que por alguna razón, tenga a su bien alguna responsabilidad de conducción en alguna institución.
Tengo suficiente moral a la inversa, porque sencillamente yo padecí de este síndrome social que en mi inmadurez lo justificaba con la audacia, pero que ahora lo describo como: «Sabelotodismo«.
Uno se hace sabelotodo o se inicia en esta perversión cuando por cualquier causa o circunstancias, asumes una tarea y sin consultar con nadie y por carambolas te sale bien.
He allí que tu ego recibe una cierta dosis de dopamina y te inicias en el fatídico mundo del «Sabelotodismo» es decir te ‘mojoneas’.
El sabelotodo, odia la discusión colectiva, detesta recibir orientación y condena la experiencia de los otros, ya que su sabiduría se extiende hasta el futuro y lleva como excusa, el argumento de la modernidad de lo nuevo, sin tomar en cuenta que precisamente, lo nuevo es un resultado del estudio de lo viejo.
Grandes proyectos fracasan cuando caen en manos de los «sabelotodo» ya que ellos por su propia naturaleza, no incluyen a nadie y sus decisiones, obedecen sencillamente a su sistema de creencias.
El accionar de estas personas, deviene del «mesianismo» religioso, todo nuestro constructo filosófico viene de la idea prefijada de la necesidad de un «mesías», las películas gringas, se encargan de reforzar estos patrones de comportamiento que por cierto, nada tienen que ver con el liderazgo pero sí con «el caudillismo«.
Desde mi perspectiva creo que esto va a ser lo más difícil de derrumbar en la creación del estado comunal, el heroísmo mal manejado, el positivismo universitario, la seudo humildad religiosa y la ambición de poder agazapada, se convierten para la comuna en grandes desafíos a vencer, incluso ya en algunos «Comuneros» se empiezan a percibir cierta dosis de sectarismo que deja soslayar de manera sublime que, ellos son los elegidos por los dioses comunales, obviando que absolutamente todos, venimos de las mismas circunstancias sociales.
El sabelotodo no escucha y cuando conversa con alguien es porque ya tiene las respuestas en sus manos, respuestas inamovibles que no tienen la mínima intención de crear resultados en colectivo.
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Ciudad Valencia